martes, 6 de agosto de 2013

UN APUNTE SOBRE MI FAMILIA ENTRE 1.948 Y 1950

Actualmente voy camino de los 73 años. A partir del día en que ví la película "La Maquina del Tiempo," mas de una vez, cuando me he dejado llevar por la fantasía y he pensado hacia donde orientaría mi viaje si lo pudiera realizar, coqueteando con el tiempo, alguna vez he podido pensar en dirigirme al futuro y no pocas al pasado remoto, pero cuando me he preguntado cual seria mi destino si solo tuviera una opción sin posibilidad de retorno, sin duda me he situado en el año 1.948 para volver a gozar de esa niñez que añoro y que tan presente tengo en mi recuerdo a la par que recrear todas las etapas de mi vida, enmendando los errores que cometí y que tambien tengo presentes en cada momento.

Yo era por entonces el mas pequeño de cuatro hermanos y acababa de cumplir seis años (mi hermana Cecilia no había nacido). El mayor tenia once años mas que yo, por lo que ya va camino de los ochenta y cuatro años. Se llamaba y sigue llamándose Guillermo porque gracias a Dios, al igual que el resto de mis hermanos aún vive. Le pusieron mis padres ese nombre por ser el de mi abuelo paterno, que no llegué a conocer, pero del que me han contado tantas cosas que casi creo haber pasado con él parte de mi vida.

 La segunda por orden de edad, se llama Conchita. Le pusieron ese nombre por ser el de mi abuela materna de la que ya os hable al principio de mi blog. Es nueve años mayor que yo, por lo que ya vá camino de los ochenta y dos años y dudo que haya dejado a un lado su permanente coquetería.

Paquita es la tercera de mis hermanos. Se llama así por ser el nombre de mi madre. Me lleva tres años y es por su edad, con la que mas intensamente viví tanto mi infancia como mi adolescencia, sin quejarme en absoluto del cariño que siempre me mostraron mis otros dos hermanos, a pesar de que disfruté menos tiempo con ellos por razones de su edad, sus estudios en principio, su trabajo después y su matrimonio, que los separó definitivamente del núcleo de nuestro hogar, aunque ello no impidiera el que nuestro contacto fuese casi permanente.

Mientras todos convivimos en la misma casa, ésta, siempre fué el centro de reunión de todos los amigos de mis hermanos mayores, recordando como si lo estuviera viendo en una estampa, el sanisimo jolgorio y la camaraderia en un ambiente de respeto y esquisita educación, que solo he podido revivir en algunas escenas de esas peliculas antiguas que tanto añoro y que por desgracia no se han vuelto a repetir, siendo la convivencia de mi familia un calco de lo que fueron las escenas mas entrañables de esos filmes, especialmente en cuanto al amor familiar que a todos nos unia.

Mi hermano era un estudiante voluntarioso, pero a pesar de su inteligencia demostrada a lo largo de toda su vida, su modo de estudiar era caotico. A partir de cierta edad compartimos la misma habitación y soy testigo de las muchas horas que empleaba para aprender de memoraia las lecciones que tenia que desarrollar al día siguiente, repitiendo sistematicamente y en voz alta el contenido de unas lineas hasta llegar a un punto, tantas veces como fuera necesario, para después hacerlo sin mirar el texto, tras lo cual seguia leyendo de forma reiterada, diciendo de memoria lo ya aprendido para seguir con la lectura de lo siguiente y así sucesivamente hasta conseguir asimilar un párrafo completo que repetia hasta la saciedad hasta quedar convencido de que ya estaba impreso en su memoria. Eso provocaba el que para aprender una lección completa tuviera que estar volcado sobre el texto horas y horas. No miento si digo que desde la cama, antes de dormirme con su sonsonete, mientras el leia yo iba por delante de lo que iba a decir y en mas de una ocasión yo aprendiese sus lecciones mucho antes de que el lo hiciera.

En lo que se refiere al amor, cualquier escoba con faldas que lo mirara con ternura lo hechizaba, tal era de enamoradizo, pero que yo recuerde, quien verdaderamente cautivó su corazón fue Carmiña, una de las hijas de un Director del Banco Español de Crédito que estuvo destinado en Elda por varios años.

No pudo conseguir el amor de aquella preciosa jovencita como tampoco pudo terminar el Bachillerato a pesar de su ejemplar empeño, creyendo que en justicia debo aclarar en su defensa que por aquellos años, los padres, para aprobar un noviazgo, tenian muy en cuenta la posición económica del candidato y las jóvenes eran mucho mas recatadas y obedientes que lo son en la actualidad, por lo que la oposición paterna jugó una baza muy decisiva en este asunto.

Y en lo que se refiere a sus estudios, por aquellos tiempos, para acceder a ese título era preciso aprobar lo que por entonces se llamaba el Examen de Estado, que consistía en dos pruebas, una oral y otra escrita, ambas tan difíciles que pocos podían superarlas, ya que requerían estar en posesión de unos conocimientos, tan amplios y tan firmes en cualquier materia que me atrevo a asegurar que superaban con creces los conocimientos que en la actualidad puedan tener los que cuelgan en sus despachos los Títulos de Licenciado o Doctor en cualquier materia. Por ello, tras dos o tres fracasos consecutivos, buscó trabajo en las mas variadas actividades en el afán de encontrar una salida que le permitiera ver su futuro con algo de esperanza.

Tras varios años de esfuerzo infructuoso, influido por mi padre que siempre fue nuestro Angel de la Guarda, se preparó para acceder al título de Gestor Administrativo, con un éxito Providencial que vino a encauzar su futuro y a resolver su porvenir, no abundando en mas detalles sobre su vida porque no trato de hacer ninguna biografía sino tan solo dar una muestra del talante de una de las personas que dieron alegría a mi niñez, fue el héroe omnipresente de mi adolescencia y por qué no, también influyó, en gran parte, en el destino de mi vida.

Mi hermana Conchita era bellisima y la conformación de su cuerpo respondía exactamente a los cánones que regían por aquel entonces. A la par de su dulzura y carisma, fue la primera que por su iniciativa y empeño logró un trabajo interino en las oficinas del Servicio de Aguas del Ayuntamiento, recordando con emoción el día que ofreció su primer sueldo a mi padre, que hasta entonces había llevado toda la carga de la familia sin ninguna ayuda.

Ante la presencia de mi hermana, no había ser humano que no se sintiese cautivado. Ella lo sabia y le gustaba arrastrar tras sí la flor y nata de los jóvenes de las mejores familias, que enamorados, competían entre ellos para ser los elegidos de su corazón que estaba por entonces muy lejos de acceder a ninguna pretensión que se alejase del amor platónico.

En algunas ocasiones,  le dieron serenatas a capela, o con la ayuda de músicos y cantantes profesionales, contratados de entre los que actuaban en el Casino Eldense en las Fiestas de Septiembre, que aprovechaban estos encargos para conseguir un ingreso extra, mientras que el que agasajaba, en la acera de enfrente del balcón de mi casa, buscaba con la mirada una muestra que le asegurase la presencia de mi hermana tras las cortinas de sus ventanales para no retirarse con el corazón roto. Ateviendome a hacer esta afirmación por qué yo también he dado alguna que otra serenata y se lo que se siente.

Como ya dije, fue con mi hermana Paquita con la que estuve mas apegado y con frecuencia jugábamos a guisar comidas; hacer teatro y compartíamos con otros niños que rondaban nuestra edad, que estaba en un punto en el que tres años, marcaban diferencia pero no abrían ningún abismo.

La enfermedad de Paquita fue la que por prescripción facultativa nos llevó a las Casas del Señor y yo con ya seis años ya gozaba de una autonomía tácitamente aceptada por mis padres que me sabían seguro en aquella aldea que hacia honor a su nombre.

La presencia de mi familia, la de los Vera-Masegosa, íntimos amigos de mis padres que tenian cinco hijos, la de mi tía Antonieta y mi tio Berto, con sus dos hijos y los sobrinos que con ellos veraneaban y la esporádica presencia de matrimonios amigos de estas familias con sus respectivos hijos, que acudían a pasar algún que otro fin de semana, hacían de aquella aldea un hervidero de actividad social a la que se apuntaban jóvenes y mayores del lugar que con reciprocidad entrañable, hacían mas grata nuestra estancia a la vez que participaban del regocijo que caracterizaba nuestras excursiones matutinas por aquellos parajes de ensueño y reuniones vespertinas a la sombra de aquel Nogal inmenso que bajo su fronda nos acogía.

Ya os he hablado en varias ocasiones sobre nuestras actividades campesinas, pero fuera de ellas, el cariñoso talante de acogida, el sincero ofrecimiento, la colaboración incondicional y la paz de esas sencillas gentes cuyo sustento dependía de su esfuerzo, a veces arruinado por las inclemencias, pero las más, bendecido por la mano de Altísimo, fueron para mi un ejemplo de entereza y conformidad tal, que cuando ya lejos de ellos me ha castigado la adversidad, haciendo honor a su recuerdo, he actuado imitando su forma de ser y siempre he sentido enriquecida mi dignidad y aliviada mi alma al intuirme mas cerca del amparo y el perdón de Dios.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo estas entrañables y emotivas líneas, no me extraña que desees volver a revivir esa época.
Un abrazo
José Enrique