viernes, 13 de noviembre de 2009

EL AMOR AL MARGEN DEL SEXO O VICEVERSA


Ya vá siendo hora de que alguien se atreva a poner sobre la mesa una cuestión que directa o indirectamente nos afecta a todos y que no me explico como no se considera ya "no como algo previsible en la vida, sino seguro"; que aún se piense en ello como excepción, "siendo categoricamente demostrable que es la regla" y que además se califique de irresponsable su comisión, en el almanaque de nuestros convencionalismos, cuando toda acción que nos conduzca a ello, no puede tacharse ni mas mas ni menos que como la actitud lógica de un instinto gravado a fuego en nuestros genes.
Tanto el macho como la hembra se sienten atraidos por sus congéneres opuestos. Es una regla impuesta por uno de nuestros instintos básicos y no cabe la menor duda de que a ella debemos la permanencia de nuestra especie sobre la faz de la tierra. Esta mutua apetencia de los sexos opuestos, regla que como todas las demás tiene sus excepciones, está experimentando aparentemente un crecimiento," en cuanto al número de excepciones", de forma tan apreciable que podria poner en tela de juicio cual es ya la regla y cual es la excepción, pero no hay que alarmarse. La atracción de los seres del mismo sexo no se ha multiplicado con el paso del tiempo. Aunque si vaya aumentando de forma progresiva siempre ha existido más o menos en la misma proporción; siempre ha sido directamente proporcional a la población existente en la época a la que se quiera hacer el estúdio. Lo que sí ha variado a lo largo del tiempo es la libertad con que se han manifestado los entes diferenciados y aunque ahora parezca que se haya multiplicado su número, esto no es más que la consecuencia de haberse manifestado abiertamente, sin temor y en la mayoria de los casos con cierto orgullo, apoyados siempre por la casi mayoria que forman ellos mismos en su conjunto, mas los snops que siempre están dispuestos a defender cualquier movimiento que vaya en contra de natura y como nó, por aquellos que defienden la libertad hasta los extremos mas insospechados. Esto nos deja a los que aún nos mantenemos en lo que, de momento, sigue siendo lo normal, no solo ya en minoria, sino tambien con una impotencia que se multiplica al sentir sobre nosotros el desamparo de nuestras propias leyes. En esta situación, no es de extrañar el que en un programa de televisión el Párroco de nuestra iglesia y el Sargento instructor de nuestros soldados puedan hacer gala de sus sentimientos gays arropados por el aplauso frenético e incondicional de todos los presentes, que no sé que entusiasmo puede provocarles tales manifestaciones, salvo que al escucharlos se sientan identificados con su postura y los consideren como sus propios portavoces. No voy a hablar sobre los logros conseguidos en favor a las reivindicaciones solicitadas por estos grupos ante la ley que ya los considera como hijos casi predilectos, (¡Espero que sea por la fuerza que tiene el valor de tantisimos votos!) tampoco voy a plantear ningún conflicto etico-moral, porque de todas formas nunca podria prosperar ningún argumento que fuese en contra de tan abrumadora mayoria,(recuerdese como han prosperado otras leyes, tambien en contra de natura, a pesar del rechazo silencioso de todas las conciencias), ni tengo el más mínimo interés por demostrar a nadie lo que resulta evidente, máxime, sabiendo que aunque en ciertas epocas en las que se tenia otro concepto de la virtud y sobre todo mucho mas temor a Dios ningún Gay se hubiera atrevIdo a campear por sus fueros, tambien sé que en las culturas clasicas greco-romanas estas actitudes respecto al sexo eran algo natural y apetecible, siendo la promiscuidad y la ambigüedad de genero algo irrelevante. Lo que ocurre ahora, es que tras una larguisima etapa de represión y de lógica hipocresia, se vuelve a vivir, sin ningún temor, con la mentalidad de esas culturas clasicas en las que se hacian patentes de forma refinadisima, toda clase de instintos sin ningún menoscabo.
Yo no pretendo dar a nadie la razón ni tampoco quitársela, pero creo que si se impone la aceptación de estas y otras muchas cosas que en mi juventud no tenian otro calificativo que el de "Aberraciones sexuales," creo que en justicia no debe verse mal que los que aún nos sentimos atraidos por las mujeres, podamos tambien manifestarnos abiertamente, sin encontrar de inmediato el rechazo generalizado, siendo en las circunstancias en que vivimos las propias mujeres las que nos debian de apoyar y aplaudir al ser los últimos representantes del genero que aún las desea, en un mundo que poco a poco se desmorona. Sin embargo, contrariamente a lo que se debia de esperar, cualquier actitud por nuestra parte que deje al descubierto nuestra condición, no encuentra mas que la crítica generalizada, la represalia desproporcionada y en poquisimos casos el perdón, ante circunstancias en las quie solo hemos hecho gala de nuestro instinto natural.
Salgamos pues tambien nosotros del armario, a ver si tenemos tanta suerte como los gays y nuestras mujeres se enteran de una vez para siempre que esas faltas "imperdonables" todos las cometemos a lo largo del matrimonio casi sin excepción y son algo natural que refuerza nuestro amor; que lo hacemos en complicidad con las mujeres; que ellas, tienen el mismo protagonismo que nosotros en estos pecadillos y que estos pecadillos jamás merman en lo mas mínimo nuestros sentimientos hacia quienes verdaderamente amamos, por ser nuestras esposas, las madres de nuestros hijos y las verdaderas reinas de nuestro corazón.




Nota.- Perdonad compañeros que os haya delatado, pero "seria tan hermoso vivir sin temor a tan desproporcionadas represalias". Y DE TODAS FORMAS OS DEJO LA POSIBILIDAD DE DEFENDEROS ALEGANDO QUE SOYS LA EXCEPCION QUE CONFIRMA ESTA REGLA, AUNQUE YA HE PERDIDO LA NOCION DE LO QUE ES REGLA Y QUE ES EXCEPCION.

lunes, 2 de noviembre de 2009

MI AMIGA LA ZORRA

De largo en largo, cuando el trabajo me lo permitia, buscaba cualquier excusa para irme a La cueva de la Sierra. Mi esposa era consciente del amor que sentia por aquellos prédios, que habian sido parte de mi terruño; crisol donde se habia forjado lo mejor de mi juventud y solia complacerme, complacida. Tambien ella alguna vez durmió conmigo en aquel lugar, pequeño reducto salvaje, lindero a los bancales que el hombre en competida depredación robó a la naturaleza, arañando del pellejo de la sierra, con arcaicas herramientas,ese trozo diminuto, empujado siempre por un instinto de conservación alertado por el hambre que roba el sueño y redobla la fuerza, hasta conseguir logros épicos, con un tesón, que a las generaciones posteriores se nos antoja de titánes.
Llegar hasta alli ya era un alarde. Frontalmente era practicamente imposible afrontar el esfuerzo sopena de tener que escalar varias decenas de ribazos que, como muros, hacian casi imposible el ascenso. Sin embargo, con un poco de cordura, era mas sensato ascender por lo que fué un camino que antes existió y que ahora de lo que fué solamente conserva los profundos carriles de los carromatos que ya nunca pasaran, ni podrian pasar, descarnados y formando en tramos peligrosos socavones que muestran en las prolongadas sequias las rocas incisivas que la lluvia en torrentera no ha podido arrancar, quedando entre ellas el vacio de la erosión, asemejando en ciertos tramos, la irregular dentadura descarnada de algún monstruo antidiluviano. En cambio, en las epocas de lluvia, las pequeñas lagunas improvisadas, cuya agua permanece largo tiempo porque su fondo es de arcilla, son un hervidero de cucharatones y ranas que amenizan el entorno con su croar que llega al frenesí las noches estrelladas con luna llena. De este, "digamos camino," partian a trámos pequeños senderos que iban a desembocar a cada uno de los bancales cuyas albarradas hacian muralla, si se queria ejecutar el ascenso de forma frontal, pero por estas entradas la incursión era a pié llano, bajo la sombra de los pinos que generalmente en algún tramo ya cercano al bancal, conservaba en redondo, las piedras que fueron los asientos donde quizás yantaron, en solitario o en grupo, aquellos superhombres a los que me hubiese emocionado estrechar la mano.
Ascendiendo hasta donde ya no existe vestigio de camino, por fín, se llega a un sendero que conduce hasta un amplio ensanche que se extiende al frente y ambos lados de la puerta de la cueva, hasta llegar al bancal inmediatamente inferior y en el centro de aquél ensanche, hiciese frio o calor, solia encender una fogata al oscurecer, ya que el fin primordial de la misma era iluminar el perimetro en el que iba a desenvolverme.
Para llegar a la explanada descrita tenia que salvar una pequeña ondulación que hacia que mi presencia se produjera de forma expontanea, lo cual propició mas de un encuentro imprevisto con animales que por un motivo u otro tenian cierta querencia a este lugar y que yo habia fomentado, instalando, a tramos, piletas donde se concentraba el agua de la lluvia y que yo reponia en cada visita y comida que dejaba aquí y allá cada vez que alli acudia, lo que unido a la falta de presencia humana, excepto la mia, esporádica y jamás agresiva, hicieron de aquel entorno un reducto muy apetecible para cualquier animal incluyendome a mi mismo.
Una tarde aparecí en lo alto de la pequeña cuesta, al borde mismo de la explanada y frente a mi, a no mas de tres metros una perdíz sorprendida, agachó su cuerpo para darse impulso para volar, lo hizo muy pausadamente y en vez de salir volando, de inmediato, volvió a incorporarse con la misma lentitud y así estuvo repitiendo el movimiento como si sus patas fuesen un pequeño resorte asido al suelo. No comprendia el motivo que alli la retenia hasta que vi aparecer tres o cuatro perdigotes no mas grandes que un gorrión que se le acercaron mientras ella me miraba fijamente y sin dejar de hacerlo y tras emitir un suave sonido gutural inició una retirada en diagonal que le permitia, mientras se alejaba, seguir observandome. Tras llegar a un matorral donde perdíz y crias se camuflaron, la perdiz muy despacito, sacaba su cabecita para observarme, mas por curiosidad que por temor, porque entre ambos ya nos habiamos mandado un mensaje de amistad con la mirada. Así estuve varios minutos, complacido por aquel encuentro, hasta que accedí al ensanche, me acerqué a la puerta de la cueva, la abrí y seguí con mis quehaceres sin preocuparme mas de la perdiz ni de sus crias.
Era habitual, cada vez que abria la puerta de la cueva, encontrarme con dos hermosisimas salamandras que yo creo que fueron sus inquilinas permanentes. Por lo menos allí siempre estuvieron y con ellas conviví en cada una de mis visitas. No sé si viviran todavia, pero hasta lo que yo recuerdo, eran grandisimas; podian duplicar el tamaño de una salamandra adulta normal; su piel era rugosisima y emitian unos sonidos que me intimidaron mientras no descubri que era de ellas de las que provenian, teniendo que encender el candíl muchísimas veces completamente asustado, no sabiendo lo que susurraba de aquel modo en la oscuridad.
Como de costunbre cada vez que llegaba, en el atardecer, encendia el transistor, buscaba una emisora que diera buena música, lo situaba en un punto estratégico para que el sonido se expandiese lo mas lejos posible y como dije, encendia una gran fogata que me iluminaba, aprovechando las primeras ascuas para asar la carne de la cena. Sacaba un cajón, que me servia de mesa, sobre el que ponia una servilleta y sobre ella alojaba las viándas. Nunca faltó el vino en aquellas cenas y como el catre estaba a pocos metros de mi improvisada mesa y mi salud no estaba por entonces resentida, no establecí nunca límite alguno a mi gula, pegándome unas tripadas que no dejaban hueco en mi estómago ni para el aire, que en sonoros regüeldos acompasaba la melodia que la radio emitia en ese momento.Considero como dato curioso, el que en esa cueva nunca se agrió ningún vino sobrante, a pesar de que en alguna ocasión pasó mas de un año entre una visíta y otra.
Ya organizada la cena ponia junto a mi mesa un vetusto sillón, tan cómodo como viejo, que encontré en un vertedero y que en mas de una ocasión fué presa de mi curiosidad, no pudiendo evitar el preguntarme cual seria su historia y que distinguidas posaderas además de las mias se habrian alojado sobre sus mullidos muelles.
Tras la cena, saboreando una taza de café y las caladas de un cigarrillo; al compas de la música y del lejano croar de las ranas, podia contemplar en la lejania las luces de Las Casas del Señor, algo mas lejos, las de El Chinorlet y, casi inmediatamente después, las esporadicas luces de los faros de los automoviles que se dirigian hacia El Pinoso o hacia Monovar, mientras a mis espaldas la brisa movía incansablemete las ramas de los miles de pinos que a lo ancho y a lo largo se extendian con un frente y una profundidad de varios kilometros, pudiendo llegar andando bajo sus frondas hasta los términos de La Romaneta y de la Romana, pudiendo, si ese recorrido se hacia en los meses de Octubre y Noviembre, ir recogiendo al pairo, los sabrosisimos guíscanos que reventaban la tierra.
No es posible describir el murmullo del viento entre las agujas de los pinos, ni las figuras que las sombras dibujaban sobre las frondas iluminadas por una luna inmensa. Tambien seria inutil querer trasladar a una mente urbana la belleza de un cielo cuajado de estrellas visto desde un lugar en que pueden tocarse casi con los dedos, sabiendo que no eres mas que un corpusculo insignificante ante tan gran inmensidad, pero no quiero dejar de relatar algo que quizás ya mencioné en alguna otra ocasión y que hoy precisamente se me antoja digno de una mayor atención: Una de esas noches y a partir de esa, todas, acudió a acompañarme una Zorra. El ser mas precavido, el mas astuto, el menos confiado, vino a sentarse junto a mi en aquellas soledades. Primero lejos, luego se fué acercando mas y mas, hasta llegar a una distancia de no mas de cinco metros.
Si pudo comulgar su instinto con mi buena voluntad es porque hay un idioma que no necesita de palabras y en este idioma es en el que quisiera expresarme para que pudieseis compartir la realidad de toda esta belleza. ¿Que instinto llevaria a la Z0rra hasta mi? ¿Sabria que era yo el que dejaba esporadicamente la comida que algún día encontró? y siendo así ¿por qué supo que yo no le iba a hacer daño?. Después de este primer encuentro acudió tantas veces como yo acudí hasta que no volvió a aparecer. Alguna escopeta gravaria una muesca mas en su culata, como digno palmarés ante la hazaña de haber aniquilado a uno de los ya pocos ejemplares de esta especie que se contemplan por este entorno. Enhorabuena por la heroicidad y que la vida lo recompense como se merece.