lunes, 26 de agosto de 2013

LA CIENCIA, ÚNICA RESPUESTA A LA SINRAZÓN.

Si hemos de ser sinceros con nosotros mismos, reconoceremos que a pesar del larguísimo proceso de evolución de nuestra inteligencia cognoscitiva; de la acumulación de experiencias de todo tipo; de la ingente aplicación de fórmulas de convivencia; de la imposición de leyes y preceptos; de la instauración de instituciones encaminadas al bien común y de la vigilancia y persecución de quienes alteran, atentan o incumplen los preceptos establecidos, ni las leyes humanas, ni las divinas han logrado erradicar de la faz de la tierra las aberraciones que, a cualquier nivel, se vienen reiterando a lo largo de los siglos.

Ante un fracaso tan manifiesto en el que hasta las más altas instituciones incurren, consciente o inconscientemente, dependiendo de los superiores intereses a los que se quieran adscribir, o a errores derivados de conceptos que no han sabido contemplar, hemos de convenir que nuestro fracaso en este aspecto es rotundo.

Van casi a la par los ejemplos en los que, a simple vista, se aprecia tanto en los más altos estamentos nacionales e internacionales, como en el quehacer de nuestra vida cotidiana, conductas y acciones que no responden al más elemental concepto de justicia, amparados muchas veces unos y otros, en leyes que si por su ambigüedad permiten tales posturas nunca debieron ser promulgadas, o ante la primera triste experiencia debían haber sido abolidas.

Este fracaso que viene perdurando sobre la faz de la tierra, a pesar del esfuerzo de los mejores pensadores desde las más arcaicas civilizaciones hasta nuestros días, no me permite ya confiar, si su buen hacer depende de quienes están dotados de una inmunidad que les libera y ampara ante cualquier decisión que adopten, por muy lejos que esté de la razón y de la evidencia.

Auguro pues y profetizo que ante el fracaso de la religión de todas las iglesias y credos, de todas las normas y leyes, del juicio y prejuicio de quienes tienen que imponerlas y de la voluntad de unos pocos, ante los muchísimos que están dispuestos a transgredir cualquier imposición; el único futuro que nos queda a este respecto es ponernos en manos de la ciencia si es que queremos eliminar estos males que nos acechan, nos encadenan, nos amenazan, nos extinguen y sobre todo denigran el concepto de "seres superiores" que queremos ostentar y que no mereceremos mientras nos limitemos a soslayar, con una hipocresía y un cinismo imperdonable, los motivos que han sido, son y serán, la causa de la mayor parte de nuestros males.

Todos sabemos que ciertos científicos, en un coqueteo casi lúdico con la ciencia, sin contar con los   medios ni los presupuestos apetecibles, que en otros tipos de investigación llegan a ser astronómicos, han logrado aparatos que sin duda se podrían mejorar, a pesar de que los logros ya conseguidos son verdaderamente espectaculares; sirva de ejemplo la computadora que según mis datos en el año 2.003 ganó a Kasparov al ajedrez en un enfrentamiento que, aunque no era oficial, tuvo todos los visos y preparativos de un campeonato del mundo. Este tipo de máquinas viene compitiendo con los grandes maestros ya casi dos décadas siendo el balance general a favor de las computadoras.

Si una máquina es capaz de saber la intención que persigue su contrincante ante un determinado movimiento y es capaz de dar la mejor respuesta tras decenas de miles de cálculos que tiene que verificar en unos segundos, habiendo superado a uno de los más grandes maestros de la historia, ¿no podría haber una máquina que, perfeccionando las que ya existen, supiera con todo rigor descifrar la verdad o la mentira ante cualquier respuesta o manifestación de todo aquel que fuera sometido a ella?

Yo, particularmente, no tengo ninguna duda que ese aparato a lo largo de este siglo aparecerá y será capaz de resolver, a través de la información que él mismo requiera, tanto los conflictos de índole político, como las situaciones que en derecho se puedan plantear, así como también asegurar de forma infalible si el reo sometido a un juicio es culpable o no del delito que se le imputa.

Lástima que para esas fechas, probablemente yo ya no pueda ser testigo de las intervenciones parlamentarias, que al estar sometidas al control de tan preciada máquina, pondrían al descubierto el cinismo y la hipocresía de tantísimos diputados que por la inmunidad que les confiere su cargo prescinden de cualquier pudor, esgrimiendo la mentira, tanto para atacar a sus contrincantes en el hemiciclo, como para responder a preguntas que los pueden comprometer. Seria muy divertido que la técnica permitiese el que de forma virtual, la nariz de los que estuvieran en posesión de la palabra creciese y creciese sin que ellos se dieran cuenta, ante el regocijo de los que pudieran disfrutar de tal espectáculo.  

Algunos años después, tras nuestro nacimiento, se nos implantará un chip que permitirá detectar no solo la mentira en cualquier conversación sino también las intenciones que persiguiera cualquiera de nuestros interlocutores, no siendo posible la destrucción o extirpación de ningún chip porque inmediatamente lo detectaría, de igual modo que se detectaría cualquier intención que fuese encaminada a la realización de cualquier delito, lo que como es natural eliminaría casi al cien por cien la posibilidad de su ejecución, porque la mayoría de los mismos tienen un proceso de elaboración que seria detectado por todos los que estuvieran a una prudente distancia del potencial delincuente, siendo después la máquina la que pondría al descubierto sus frurstradas maquinaciones,  aplicándole la sentencia que le pudiera corresponder. 

Intuyan todas las ventajas que nos podría deparar un aparato como el que profetizo y que sin duda tendrá que aparecer. Perfeccionen y amplíen sus posibles cometidos y piensen también en las decepciones, injusticias, abusos, crímenes, sobornos, corrupciones, etc. que su presencia podría evitar; y a la vista
de las altísimas cotas a las que ha llegado la ciencia, pregúntense a sí mismos, respondiendo con sinceridad, ¿creen que lo que digo es una utopía?

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