¡Qué olvidadas he tenido mis canciones en estos últimos cinco años! Pero no ha sido por mi culpa. ¡Aquí no se oye música!
Os podrá parecer una incongruencia lo que digo cuando, desde muy temprano hasta más bien tarde, no ceso de oír por aquí y por allá el reguetón, la salsa, el ballenato, la cumbia... hasta llegar a parecerme insoportables.
Y es que en Colombia el adverbio "suavemente" no existe si es para aplicarlo a la forma de escuchar la música.
Se impone el todo volumen hasta extremos tales que al pasar por delante de los poderosos bafles, la melodía atraviesa nuestro cuerpo como la honda expansiva de una terrible explosión, sintiendo incluso que nos desplaza, tal es la incontrolada fuerza de su elevadísimo diapasón.
Hay algunas letras bonitas. Hay que reconocerlo. Pero al ser la pequeña excepción de una regla con tan pocas excepciones, éstas se repiten tan insistentemente que llegan a crearme tal ansiedad que no dudo el que muchas de las neurastenias que por aquí se padecen deben haber sido provocadas por este motivo.
Cuando me encuentro algo triste, cierro los ojos y recuerdo las dulces baladas de nuestros inspirados bardos y me parece entrar al Cielo.
¡Qué hermosura entonar con vehemencia ciertas canciones pensando en nuestro amor!. ¡Qué tristeza tan honda sentirlas estando ausente la mujer que amamos! ¡Qué serena y dulce forma de esperar, después de un hasta luego! Y qué bálsamo para curar lo incurable después de una ruptura.
¡La música suele ser forjadora de grandes hazañas! Mirad en el libro de la historia cuánta música hay. Los besos son la música que inspira los amores. Las épicas hazañas exhiben sus grandezas, al ritmo de tambores, fanfarrias y cornetas, logrando en su boato ensombrecer hasta el inmenso sol. Con música se despide a los que parten y con música se les suele volver a recibir y las sentidas nanas que mecen nuestras cunas, alegres o tristes, son música que brota del corazón..
¿Qué no es sino música, sentir cómo se escapa de un sollozo la esperanza de un suspiro prometedor? ¿Acaso no es también la música la que a veces nos levanta para recomenzar en un nuevo intento aquello en lo que tantas veces habíamos fracasado?
Por eso, cuando me siento triste y quiero levantar mi espíritu, echo mano de mis canciones. De aquellas que pocos de vosotros podréis conocer, porque son ya casi tan viejas o incluso mucho más que yo y a través de ellas, como ya os dije que ocurría con ciertos objetos, me adentro en aquellos recuerdos que tanto añoro, con la esperanza de encontrar algo nuevo que en las incursiones anteriores no alcancé a revivir.
La música y los objetos, quizás sean los mayores evocadores de recuerdos, pero no hay que olvidar los olores y el tacto, que también intervienen en cualquiera de nuestras evocaciones, siendo a veces el motivo que nos conduce a ellas.
¿Cómo es posible que la música pueda evocarme el aroma que respiraba en un determinado momento como si se vertiese por un instante en mi recuerdo una gota del cáliz donde por tanto tiempo estuvo guardado?
De todas las canciones, la que me trae los más lindas evocaciones es "Todas las mañanitas", habanera de la zarzuela "Don Gil de Alcalá" que me encantaría que conocieseis para poder cantarla a coro. ¿Lo intentamos?:
"Todas las mañanitas sale la aurora y se lleva la noche triste y traidora. Otra vez vuelve al alba del sol la alegría, que nos trae la esperanza de un nuevo día.
Canta y no llores, corazón... no llores más...., que la esperanza ha de ser la aurora de tus amores, ay.... Canta y no llores, corazón no llores, ay.., volverá la aurora y la noche triste se llevará, Ay....
Y ahora, como ya dijo alguien en una situación similar, yo sé que ustedes pensaran ¿y qué tenemos nosotros que ver con todo esto?
Os podrá parecer una incongruencia lo que digo cuando, desde muy temprano hasta más bien tarde, no ceso de oír por aquí y por allá el reguetón, la salsa, el ballenato, la cumbia... hasta llegar a parecerme insoportables.
Y es que en Colombia el adverbio "suavemente" no existe si es para aplicarlo a la forma de escuchar la música.
Se impone el todo volumen hasta extremos tales que al pasar por delante de los poderosos bafles, la melodía atraviesa nuestro cuerpo como la honda expansiva de una terrible explosión, sintiendo incluso que nos desplaza, tal es la incontrolada fuerza de su elevadísimo diapasón.
Hay algunas letras bonitas. Hay que reconocerlo. Pero al ser la pequeña excepción de una regla con tan pocas excepciones, éstas se repiten tan insistentemente que llegan a crearme tal ansiedad que no dudo el que muchas de las neurastenias que por aquí se padecen deben haber sido provocadas por este motivo.
Cuando me encuentro algo triste, cierro los ojos y recuerdo las dulces baladas de nuestros inspirados bardos y me parece entrar al Cielo.
¡Qué hermosura entonar con vehemencia ciertas canciones pensando en nuestro amor!. ¡Qué tristeza tan honda sentirlas estando ausente la mujer que amamos! ¡Qué serena y dulce forma de esperar, después de un hasta luego! Y qué bálsamo para curar lo incurable después de una ruptura.
¡La música suele ser forjadora de grandes hazañas! Mirad en el libro de la historia cuánta música hay. Los besos son la música que inspira los amores. Las épicas hazañas exhiben sus grandezas, al ritmo de tambores, fanfarrias y cornetas, logrando en su boato ensombrecer hasta el inmenso sol. Con música se despide a los que parten y con música se les suele volver a recibir y las sentidas nanas que mecen nuestras cunas, alegres o tristes, son música que brota del corazón..
¿Qué no es sino música, sentir cómo se escapa de un sollozo la esperanza de un suspiro prometedor? ¿Acaso no es también la música la que a veces nos levanta para recomenzar en un nuevo intento aquello en lo que tantas veces habíamos fracasado?
Por eso, cuando me siento triste y quiero levantar mi espíritu, echo mano de mis canciones. De aquellas que pocos de vosotros podréis conocer, porque son ya casi tan viejas o incluso mucho más que yo y a través de ellas, como ya os dije que ocurría con ciertos objetos, me adentro en aquellos recuerdos que tanto añoro, con la esperanza de encontrar algo nuevo que en las incursiones anteriores no alcancé a revivir.
La música y los objetos, quizás sean los mayores evocadores de recuerdos, pero no hay que olvidar los olores y el tacto, que también intervienen en cualquiera de nuestras evocaciones, siendo a veces el motivo que nos conduce a ellas.
¿Cómo es posible que la música pueda evocarme el aroma que respiraba en un determinado momento como si se vertiese por un instante en mi recuerdo una gota del cáliz donde por tanto tiempo estuvo guardado?
De todas las canciones, la que me trae los más lindas evocaciones es "Todas las mañanitas", habanera de la zarzuela "Don Gil de Alcalá" que me encantaría que conocieseis para poder cantarla a coro. ¿Lo intentamos?:
"Todas las mañanitas sale la aurora y se lleva la noche triste y traidora. Otra vez vuelve al alba del sol la alegría, que nos trae la esperanza de un nuevo día.
Canta y no llores, corazón... no llores más...., que la esperanza ha de ser la aurora de tus amores, ay.... Canta y no llores, corazón no llores, ay.., volverá la aurora y la noche triste se llevará, Ay....
Y ahora, como ya dijo alguien en una situación similar, yo sé que ustedes pensaran ¿y qué tenemos nosotros que ver con todo esto?
Y yo, ANTE ESTA PREGUNTA, sólo puedo responder: "Ustedes, amigos míos, son mis queridos y desconocidos confidentes.
1 comentario:
Cómo entiendo lo que comentas de la música de Colombia. Para mí también resultaría insufrible.
Si en Google buscas Spotify y te registras, podrás escuchar gratis toda la música de todos los tiempos.
Pruébalo y ya me contarás.
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