De una huerta cercada, por el exterior de su muro de mamposteria, colgaba alguna que otra rama de los frutales que bien cuidados, había plantados en el interior de su recinto. Como suele ocurrir, la mejor fruta siempre es aquella que está en el huerto ajeno y si tenemos que elegir de la del nuestro, siempre nos viene a parecer mejor la que más lejos suele estar de nuestra mano.
Por uno de esos azares de la vida, de las ramas que colgaban sobre el muro, precisamente al borde de un sendero, eclosionaron tal cantidad de flores, que solo la naturaleza podía ser capaz de ofrecer a los sentidos tal primor de colores y de aromas, que hacían adivinar la excelencia de sus frutos, cuando ya maduros rompieran su dulzor en cualquier boca.
No es raro pensar que a partir del momento en que los pétalos de la flores se cayeron y fue surgiendo del pedúnculo el germen de lo que sin duda sería sabrosísima fruta, no hubo ser viviente que pasase por aquel sendero que, calladamente, no estuviera pendiente de todo el proceso de evolución de aquel bien preciado, que tan solapadamente todos anhelaban.
No se le ocurriría a nadie, si iba en compañía de otros, mirar o hacer mención de aquellos excelencias que de forma tan grata, iban evolucionando deliciosamente, para no despertar en nadie la codicia que sin excepción estaba a flor de piel en cualquiera que por allí pasara, limitándose a, con disimulo, mirar por el rabillo del ojo los progresos que habían hecho desde el día anterior.
El dueño del huerto, por su parte, tenía muy claro que si no actuaba con presteza cuando la fruta estuviese en su punto, se quedaría sin ella, intuyendo que ese mismo pensamiento lo tendría la mitad más uno de los que por allí pasaban a diario, mientras que aquellos, temían lo mismo por parte de sus convecinos y logicamente por parte del dueño, por lo que para no llegar los últimos, AL POSIBLE REPARTO, en cualquier oportunidad, de un zarpazo tomaban un fruto y tras morderlo y comprobar su áspera acidez por inmaduro, lo arrojaban al borde de la senda.
En pocos días quedó diezmada la inaprovechada cosecha, acabándose lo poco que quedaba de igual forma a sabiendas de lo inútil del hurto, mientras cada cual se decia a sí mismo, "si no lo hago yo lo va a hacer otro" y tras morder, arrojaba la fruta con desprecio SIN LLEGAR A AFECTARLE EL DESPERDICIO, PORQUE DE NO HABER ACTUADO ASÍ HABRIA SIDO OTRO EL QUE SE HABRÍA APROVECHADO.
Cuánto daño nos hacemos a conciencia, siendo evidente nuestra vil conducta, esquilmando los mares, las selvas y las faunas sin respetar las normas, las vedas ni las vidas. A sabiendas de que acabamos con cientos de especies cada año mientras nos justifica, el podernos decir nosotros mismos: "Si no lo hago yo otro lo hará."
Me pregunto ante tantas calamidades que están a nuestra vista ¿cómo podemos ser tan cínicos y tan necios como para ignorar los desmanes que cometemos contra nosotros mismos y tolerar además los que nos ocasionan los que viniendo de muy lejos pretenden sentirse como en casa? Dándose la circunstancia de que cualquier queja de ellos hacia nosotros es atendida a través de nuestros representantes y las nuestras hacia ellos son desatendidas o archivadas.
Vivimos una política de sumisión a las minorias y a las etnias que saben muy bien sacar el máximo provecho de la situación, teniendo que soportar el descaro y las afrentas de todos los sinvergüenzas que viven a nuestra costa desde tiempos inmemoriales, circunstancia ésta que, lejos de otorgarles ningún derecho, nos lo deberia conferir a nosotros por haber tenido la paciencia de soportarlos durante tantísimos años.
Cuánto daño nos hacemos a conciencia, siendo evidente nuestra vil conducta, esquilmando los mares, las selvas y las faunas sin respetar las normas, las vedas ni las vidas. A sabiendas de que acabamos con cientos de especies cada año mientras nos justifica, el podernos decir nosotros mismos: "Si no lo hago yo otro lo hará."
Me pregunto ante tantas calamidades que están a nuestra vista ¿cómo podemos ser tan cínicos y tan necios como para ignorar los desmanes que cometemos contra nosotros mismos y tolerar además los que nos ocasionan los que viniendo de muy lejos pretenden sentirse como en casa? Dándose la circunstancia de que cualquier queja de ellos hacia nosotros es atendida a través de nuestros representantes y las nuestras hacia ellos son desatendidas o archivadas.
Vivimos una política de sumisión a las minorias y a las etnias que saben muy bien sacar el máximo provecho de la situación, teniendo que soportar el descaro y las afrentas de todos los sinvergüenzas que viven a nuestra costa desde tiempos inmemoriales, circunstancia ésta que, lejos de otorgarles ningún derecho, nos lo deberia conferir a nosotros por haber tenido la paciencia de soportarlos durante tantísimos años.
Y ahora además, de aquellos otros que hemos acogido de buena fe y que ahora nos exigen y nos imponen sus costumbres, sus normas, sus leyes y sus creencias. ¿Tenemos que rendirles pleitesía a quienes buscaron nuestra ayuda o a quienes esa ayuda ya es algo inherente a su condición exigiéndola como un derecho?
¿Es justo que si nosotros nos quejamos de sus generalmente malas conductas nos traten de xenófobos y de racistas?
Las etnias diferenciadas, no vinculadas ni sometidas a las normas establecidas por el pueblo que les da cobijo, por ser incompatibles con la cultura de la nación que de buena fe las acoge, deberá reconocer que no han acertado al desplazarse desde sus lugares de origen al lugar idóneo según sus creencias y postulados y para corregir esto ni tienen que emprender una lucha para cambiar nuestra idiosincrasia, ni tenemos que someternos a sus caprichos o sus necesidades cuando esas mismas necesidades las tenemos los que convivimos en paz, aceptando las normas que nosotros mismos nos hemos impuesto.
¿Es justo que si nosotros nos quejamos de sus generalmente malas conductas nos traten de xenófobos y de racistas?
Las etnias diferenciadas, no vinculadas ni sometidas a las normas establecidas por el pueblo que les da cobijo, por ser incompatibles con la cultura de la nación que de buena fe las acoge, deberá reconocer que no han acertado al desplazarse desde sus lugares de origen al lugar idóneo según sus creencias y postulados y para corregir esto ni tienen que emprender una lucha para cambiar nuestra idiosincrasia, ni tenemos que someternos a sus caprichos o sus necesidades cuando esas mismas necesidades las tenemos los que convivimos en paz, aceptando las normas que nosotros mismos nos hemos impuesto.
VUELVAN POR LO TANTO A SUS ORÍGENES O DESPLÁCENSE HACIA LOS PUEBLOS DONDE POR IDENTIDAD DE CULTURAS PUEDAN INTEGRARSE EN PAZ Y NO VENGAN A DARNOS EL COÑAZO COHARTANDO NUESTRAS PROPIAS LIBERTADES.
PORQUE EL QUE SE LE PONGA UNA DENUNCIA A UN PROFESOR PORQUE HABLE SOBRE LAS EXCELENCIAS DEL JAMÓN A SUS ALUMNOS, EN UN PUEBLO EN EL QUE UNA DE LAS SALIDAS ES LA COMERCIALIZACION DE ESTE PRODUCTO, ME PARECE UNA... ¡¡¡¡NO SÉ QUE CALIFICATIVO APLICARLE!!!! POR MUY MAHOMETANA QUE SEA LA FAMILIA DEL NIÑO QUE A TRAVÉS DE SUS MAYORES PONE LA DENUNCIA.
PORQUE EL QUE SE LE PONGA UNA DENUNCIA A UN PROFESOR PORQUE HABLE SOBRE LAS EXCELENCIAS DEL JAMÓN A SUS ALUMNOS, EN UN PUEBLO EN EL QUE UNA DE LAS SALIDAS ES LA COMERCIALIZACION DE ESTE PRODUCTO, ME PARECE UNA... ¡¡¡¡NO SÉ QUE CALIFICATIVO APLICARLE!!!! POR MUY MAHOMETANA QUE SEA LA FAMILIA DEL NIÑO QUE A TRAVÉS DE SUS MAYORES PONE LA DENUNCIA.
Y AÚN ES MÁS ¡¡¡¡YA SABEN USTEDES LO QUE QUIERO DECIR!!!!, EL QUE SE ACEPTE LA DENUNCIA, SE ABRA UN EXPEDIENTE Y TENGA QUE ACUDIR EL PROFESOR A DECLARAR PARA JUSTIFICAR Y DEFENDER SU POSTURA, EN VEZ DE HABER RECHAZADO TAL DENUNCIA Y MANDAR A LOS CRETINOS FORÁNEOS QUE LA PUSIERON A CAPTURAR Y PIRATEAR A NUESTROS PESQUEROS QUE ES LO QUE MEJOR SABEN HACER.
Pero ¿qué se puede esperar de mentalidades que actúan influidos por las falsas premisas impuestas por la incomprensible ética de un enjuiciamiento incompetente?
Debía dejarse a estos eruditos de pacotilla colgando de alguna rama, sobre un muro al borde de algún sendero, como en nuestro cuento. Seguro que cuando al acercarnos los repudiara la cortísima lucidez de nuestra ignorancia, no sería por estar aún verdes como aquellas frutas, sino por estar, como lo deben de estar por la forma en que actúan: " completamente podridos. "
Pero ¿qué se puede esperar de mentalidades que actúan influidos por las falsas premisas impuestas por la incomprensible ética de un enjuiciamiento incompetente?
Debía dejarse a estos eruditos de pacotilla colgando de alguna rama, sobre un muro al borde de algún sendero, como en nuestro cuento. Seguro que cuando al acercarnos los repudiara la cortísima lucidez de nuestra ignorancia, no sería por estar aún verdes como aquellas frutas, sino por estar, como lo deben de estar por la forma en que actúan: " completamente podridos. "
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