Ya en Colombia, me instalé en BARRANQUILLA, provisionalmente en casa de uno de los hermanos de Lidia. Tenía dos asuntos que quería resolver de forma inmediata y en ellos centré toda mi atención.
Por una parte quería saber si Gloriela tenía algún compromiso sentimental, ya que como sabéis, uno de los motivos de mi salida de Venezuela fue el cariñoso recuerdo que le profesaba, y me preocupaba que ya tuviese novio o incluso que se hubiera casado; por otra, necesitaba poder obtener la cédula de extranjería, sin la cual no podía hacer ningún tipo de negocio, ni siquiera abrir una cuenta bancaria.
Empecé ¡como es natural! visitando a Gloriela, que se alegró mucho de verme y sin mas preámbulos le pregunté si tenía algún compromiso. La respuesta fue fatal. Me confesó que hacía ya ocho meses que tenía novio. Muy entristecido le dije: "¡Qué le vamos a hacer, he llegado tarde! ", pero ella, con el mayor aplomo y una sonrisa pícara, me contestó: "NO TE PREOCUPES, YO LO BOTO, LO BOTO". En otras palabras “lo mando a freír puñétas", palabras terminantes que daban fin a su anterior relación y comienzo de la mía.
Como coincidió que Gloriela tenía que presentar la tesis de terminación de carrera el viernes de aquella semana, me pidió demorar el inicio de nuestra relación hasta el sábado siguiente.
Henchido de gozo empecé mis gestiones para conseguir la cédula de extranjería, contactando con un individuo que, mira por dónde, me invitó al cumpleaños de la hermana de su novia, que cumplía ese día 18 años.
Al llegar a la casa de la novia nos recibieron muy cariñosamente obsequiándonos con unas pastas y unos refrescos.
En la casa estaba la novia de mi improvisado amigo, una hermana muy atractiva, la madre, que se conservaba muy bien, algunos invitados más y al fondo de la sala la homenajeada, que estaba sentada como si la fiesta no fuera con ella y que sin duda era Venus que había salido del Olimpo para dar una vuelta por Colombia.
Os dije al principio de mis relatos que habría cosas que a mí mismo me parecerían mentira si otro me las contase, pero os insisto por enésima vez que todo lo que os cuento es real al 100 por 100.
Impresionado ante tal belleza, me separé del grupo familiar, me dirigí al fondo de la sala ignorando a todo ser viviente con el que me cruzara y me acerqué a la diosa a la que dije:
"Por conocerte valía la pena venir desde España a Colombia o haber ido hasta el fin del mundo si hubiese sido preciso. No he conocido en mi vida una mujer más hermosa que tú."
Se sonrió con toda la belleza de un amanecer, y antes de que emitiese una sola palabra le pregunté si tendría la dicha de volver a verla en alguna ocasión, a lo que con mucho recato me dijo, al mismo tiempo que escribía un número en un papelito:" No me digas nada aquí, llámame" y me dio el papelito en el que había escrito el número de un celular.
Con él en mi poder me reintegré al grupo sin poder evitar de ninguna forma apartar mi mirada de aquella criatura perfecta que ya no pude considerar más que como una diosa, o por lo menos como un modelo de beldad que hasta entonces no habia visitado nuestro mundo.
El viernes, a las ocho de la mañana, la llamé y a las dos horas íbamos en un taxi camino del "Paraíso Romano", una residencia de alto standing, donde pude comprobar que era de carne y hueso. Se llamaba Julia y aunque ni yo mismo me lo explico, nunca he vuelto a llamarla, a pesar de que ella si me llamó en muchas ocasiones. Si me hubiese enamorado ciegamente de esa mujer hubiese sido un desgraciado el resto de mi vida, porque ante tal belleza no habria habido hombre que se resistiera a cortejarla y los celos, justificadísimos, me hubiesen destrozado el corazón. Era mucho mejor mantenerla dentro de él como un recuerdo imborrable.
Como cuando me despedí de la diosa eran apenas las 12 y tenía tanta ansiedad de volver a ver a Gloriela, fui a visitar a la madre de Lidia, que era vecina suya, pensando que desde allí podría verla si salía a hacer algún recado.
Con la excusa de fumar un cigarrillo salí a la terraza de la casa para desde allí poder observar mejor la puerta de Gloriela, y estando en ello vi bajar, por la tenue pendiente que tenía la calle, una chica muy bonita que arrastraba un carrito de rejilla lleno de bolsas de plástico con piezas de pan de diversos tamaños. Iba abstraída en sus pensamientos por lo que la pude observar a mis anchas sin que ella se percatara. Su mirada perdida en la lejania, era dulce y serena pero se intuía que estaba triste. Al llegar a mi altura (me había ya prácticamente rebasado), volvió la cabeza y me preguntó ¿Va a querer pan? ¡No!- le dije. Volvió la cabeza y siguió. ¡Qué imbécil soy!, me dije a mí mismo y la llamé "Niña ¿qué clase de pan llevas?"
De ahí a conseguir su teléfono mediaron muchas palabras y muchas explicaciones a sus preguntas del cómo, cuándo y por qué estaba en Colombia y sobre otras muchas cosas más y cuando se sintió satisfecha y tras venderme una bolsa de pan me dijo, "Rectifique el número que le he dado porque me he equivocado" y entonces me dio el verdadero número y se marchó.
Entré de nuevo a casa de la Sra. Lidia y le comenté lo ocurrido, dándome una amplia información sobre Milena, que así se llamaba, diciéndome que era una buena chica, muy querida y apreciada, que llevaba varios años vendiendo pan en el barrio y que jamás había visto u oído cosa alguna que la pudiese menospreciar.
Esta información me gustó mucho porque siendo tan bonita y atractiva si no hubiese sido buena no estaría vendiendo pan tantos años para ganarse una miseria pudiendo ganar mucho más sin trabajar, por lo que decidí llamarla.
Le dije que necesitaba hablar con ella, que tenía mucho interés en conocerla mejor y tras mucho insistir accedió a que nos viésemos el sábado que era el único día que tenia libre. Me había costado tanto convencerla que no me atreví a decirle que ese día tenia una cita, así que quedé con ella sin saber todavía qué decisión tomaría al final, ya que, en el peor de los casos, siempre podría decirle que me había surgido cualquier imprevisto.
La verdad es que yo quería salir con Gloriela porque "sabía que iba a pasarlo muy bien", pero en el fondo de mi corazón intuía que Milena valía mas que ella en todos los sentidos porque las cosas que me conectaban con Gloriela tenían un trasfondo material muy intranquilizador. Pensemos por ejemplo, en ese NO TE PREOCUPES, YO LO BOTO, LO BOTO; que si en un principio tanto me halagó, después caía sobre mí como una losa, al pensar que si le había sido tan fácil despreciar al chico con el que salía ya más de ocho meses, ¿qué haría conmigo cuando apareciese en su vida alguien que le pudiera interesar más que yo?.
CONTINUARÁ...
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