sábado, 19 de febrero de 2011

RELATOS QUE PUDIERON SER CIERTOS Nº 13


Todas las cosas que se piensan son factibles, y hoy, con un poco que he oído por aquí y algo que me han contado por allá, me ha venido al pensamiento un niño, que cuando las cosas no le salian muy bien solia decir: ¡ Estoy cansado de ser un niño!

Este insolente rapaz que aún llevaba pantalón corto y estaba en segundo curso de Bachiller, siguió dos años más en mi mismo colegio y después desapareció al trasladarse su familia a donde nunca supe.

Y mira por donde hoy, con lo que sé a ciencia cierta sobre él, lo que me han dicho sobre alguien que pudiera ser el y lo que me aventuro a considerar como "algunos retazos de su posible vida", nadie puede negar que el siguiente relato pudiera haber sido cierto:

Desde que lo connocí, no podia soportar sus obligaciones y eran tan restringidas sus libertades, coartadas para su bien por sus mayores, que los horarios le pesaban como una losa y las limitaciones impuestas a su expansión, unas veces por proteger su integridad y otras por su corta provisión pecuniaria, eran una lata insoportable que solo podía evitar estando lejos de quienes lo controlaban y la colaboración económica de sus tios y de sus abuelos, con la que casi siempre podia contar.

Los deberes los iba dejando siempre para luego y cuando se dirigia al colegio con las libretas tan vacías como su cabeza, que tampoco habia aprendido las lecciones de memoria de ese día, se reprochaba a sí mismo el haber perdido el tiempo tan lamentablemente.

Pero ¿quién era capaz de perderse el minipartido de futbol que se jugaba a la salida de la Academia, antes de la hora de comer?

Los poco estudiosos lo jugaban siempre con más entusiasmo porque no era frecuente que lo hiciesen, ya que solían quedar castigados hasta las dos de la tarde al no haber dado pie con bola en las lecciones del día.

¡Qué oportunidad tan buena el poder aprovechar ese par de horas de castigo para estudiar! Pero ¿acaso creen que lo hacían?

En casa preguntaban cuál era la marcha en el colegio, y la contestación ya se la pueden imaginar, aunque en algunos casos, hubo quienes no perdieron ningún año y hasta quienes sacaron algún sobresaliente y algunos notables en las asignaturas que más les gustaban, a las que quizás les prestasen mayor atención Dios sabe cuando.

Por las tardes no había arrestos escolares y raramente domiciliarios y todos se daban una vuelta por el Seminario, local amplísimo, con cinco o seis mesas de billar y una mesa de ping-pong, donde los privilegiados jugaban su partida de billar mientras se fumaban su cigarrillo Pal- Mall, Chesterfield, Camel, Philips, o Bisonte, este último cuando no era, como solía ocurrir, muy boyante su economía
Los que solíamos estar en el dique seco, nos limitábamos, si había suerte a fumarnos nuestro pitillo o las caladas que nos arrimaban nuestros amigos, a no ser que ellos andasen tan "limpios" como nosotros.

Qué penoso resultaba tener que pedir una pipada y qué mal sabía tener que darla, pero como en alguna ocasión todos se vieron en la necesidad, raras veces se negaron, a sabiendas de que los que generalmente no tenían hoy,eran los que tenian mañana y no era conveniente salirse de esa inercia solo amarga cuando de entre nosotros no habia nadien que tuviese un solo céntimo.

Queda un espacio mudo en mi relato. a partir de la despedida de mi amigo hacia,donde si lo dijo no me acuerdo y lo que hoy he venido a escuchar, que bien podria tratarse de él por las apariencias, pero que no me atreveria a asegurar por aquello que bien sabeis, de que nunca se puede poner la mano sobre el fuego por ninguna cuestión.

Hoy, a años luz de aquella despedida, aquel niño, del que tantísimas cosas habria podido decir si me las hubieran contado, deja casi una vida en el anonimato, pero como lo que si sé es que a donde se dirigia tenia mar, o estaba muy cerca de él, no es improbable el que haya podido ver durante ese espacio de tiempo algún atardecer , que bien pudiera ser el que estamos viendo y por qué no, podrian ser él y su esposa los que sin saberlo, posasen en el mayor de los incognitos, en esta imagen que creo que a todos nos habrá seducido. Pero como no he venido a especular y si a contar un relato, sea cierto a nó, lo que dicen ahora de nuestro amigo, según me acaban de contar es que desde ya hace bastantes años venia diciemdo " ESTOY CANSADO DE SER UN VIEJO," mientras, se paseaba sin mas prenda que los calzoncillos por su casa, para evitar que el roce de los pantalones y la presióin de la correa o de los elásticos le produjera piquiña.

Desde hacia mucho, era él, el que imponia la ley y recortaba las libertades a quienes le rodeaban Pero ¡que dicha tener tanta suerte!. Como su memoria seguia siendo brillante y aún recordaba y tenia muy presentes sus antiguas lamentaciones, siempre procuró complacer a todos en todo, poniendo además muy lejos la cota de sus limitaciones.

En cuanto a las de él, están ya tan arraigadas en sí mismo, que más que impuestas parecen formar parte de su identidad. Sus dolores crónicos, lo han hecho sufrir por tanto tiempo, que si se fueran de improviso podria morirse de soledad al sentirse huérfano de su penosisima compañía y sus achaques, siempre dispuestos a molestarlo o a impedirlo, aunque ya no lo sorprenden porque los conoce y sabe cuales son sus caminos y sus vericuetos cuando van a llegar, aunque no sea de incognito su llegada acuden tan a menudo, que aunque parezca que no tratan de acabar con su vida, a sabiendas de que no podrían encontrar a otro compañero que los padeciera con tanto cariño y beneplácito como él, lo menoscaban, lo aturden y si cabe, aún lo disminuyen mas de lo que ya está disminuido, obligandole a decir muy a menudo "ESTOY CANSADO DE SER UN VIEJO"

Nuestro buen amigo, que es bueno en todos los aspectos en los que se le quiera tratar, es temeroso de Dios y además muy severo consigo mismo al considerar inmerecido un perdón, logrado por una simple confesión. Y ya desde que tuvo uso de razón según creo, estableció un acuerdo unilateral por el que ofrecia todo lo bueno que pudiera haber en su vida y todos sus dolores y sufrimientos en compensación de todos sus pecados.

¿Cómo no iba a ser así, si según él, era el único medio del que disponía para ponerse en paz con Dios?

Todo aquello que por la edad y por la enfermedad lo ha venido maltratando es el pequeño tesoro del que dispone para no llegar ante Dios con las manos vacias.
Cuanto mas fuertes y mas continuos sean sus quebrantos mas pecados borraran de su larga lista.

Y así fue pasando el tiempo sin más aliciente para el viejo que agrandar la valija de su dolor y esperar pacientemente la llamada de Dios. ¿Recordáis acaso, si fuisteis militares, lo larga que se hizo la espera de la Licencia? Entonces podréis imaginar lo largas que se hacen otras esperas, pero mientras tanto, como el avaro que cuenta sus riquezas, nuestro buen amigo preguntaba en silencio "¿Te debo aún mucho Señor?" y en sus oraciones nunca dejaba de decir:

"No me quites señor ningún dolor de mi cuerpo o de mi alma", yo todos los recibo y recibiré con ilusión como única moneda para poder pagar tu perdón. Y si en tus cálculos infalibles ves que lo que me queda por sufrir en la vida, no cubre el saldo de mi cuenta para Contigo, castígame con más intensidad pero no me dejes morir con un saldo deudor.

Hace unos días mi aquel querido amigo que estuvo cansado de ser niño y lo estaba de ser viejo tuvo que vérselas con su hacedor para ser juzgado. En los últimos minutos de su vida quiso Dios que intuyese que su saldo era negativo, dispuesto a aceptar cualquier frase de perdón para redimirlo. Pero él, que siempre quiso pagar sus deudas con hechos y no con palabras o promesas , viendo la oportunidad que Dios le daba repitió su oración, añadiendo:
"Señor, sabes que siempre te he pedído una muerte dulce, pero como no consigo culminar mi deuda, prolonga mi agonía y hazla atroz si hiciera falta, para que pueda estar Contigo en el Paraiso."
Y MIENTRAS LO DECIA, TRAS LAS HERMOSÍSIMAS LÁGRIMAS QUE EMPAÑABAN SUS OJOS, POR UN INSTANTE PUDO LEERSE EN EL BRILLO DE SUS PUPILAS: SUMA DEL DEBE= O.

*)A mi querido amigo Joaquin Serna, del que nunca he sabido, esperando que esté felizmente vivo.-

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