viernes, 6 de marzo de 2009

PECADILLOS QUE QUEREMOS IGNORAR

Esos viejos y desgastados resortes que, por herencia de nuestros ancestros, tenemos engastados en no se que rincón de nuestra mente y que mueven nuestros impulsos negativos, predisponiendonos en contra de algo o de alguien, por el solo hecho de que hemos decidido adoptar esa postura, no sé por qué maraña de juicios preconconcebidos que no tienen fundamento, son la semilla que desata la injuticia, el odio, la envidia, el rencor y todas las bajas pasiones de este mundo.
Despreciamos todo aquello que, aún estando bien, nosotros creemos que lo habriamos hecho mejor, pero que pocas veces analizamos, con conocimiento de causa, si las mejoras que presumimos que pudieramos aportar son factibles o si las consecuencias negativas que nuestra aportación, aparentemente optima, acarrearia si se llevase a cabo. Si antes de criticar hicieramos un analisis a conciencia probablemente ya no lanzariamos nuestra negativa crítica.
Nos molesta que una persona que no nos agrada por su aspecto, por su falta de elegancia, incluso por su defecto físico esté por encima de nosotros en el escalafón, cuando nos cremos por encima de él en esos y otros atributos que de forma presuntuosa nos hacen sentir que tambien somos superiores en cuanto a
preparación, conocimientos y demás virtudes vinculadas al cargo, sin tener en cuenta los años que lleva nuestro superior en la empresa y los meritos que habrá derrochado para llegar a ese puesto de relevancia arrastrando esas peculiaridades que tanto nos molestan y que seguro fueron un handicap a lo largo de su carrera. Pero lo peor es que tambien nos molesta que haya personas que no nos agradan por cualquier nimiedad, ajena a su rendimiento y su preparación aunque estén a nuestras órdenes.
No concebimos que a los que que calificamos por su ignorancia como "no sabe hacer la o con un canuto" triunfen en la vida; despreciando olimpicamente otras virtudes que influyen en el éxito como son la constancia, el esfuerzo, el ahorro, el sacrificio...
Recuerdo un amigo que tenia un negocio puerta con puerta con el mio, con el que solia coincidir al abrir, a las siete de la mañana y al cerrar, pasadas las doce de la noche. En una ocasión, al despedirnos me dijo: "Cabrera, si algún día triunfamos, la gente dirá ¡Que suerte han tenido esos!. Por desgracia ninguno de los dos triunfamos en esos negocios. Realmente no tuvimos suerte y ya se sabe que la fatalidad a veces resquebraja cualquier esfuerzo, pero la constancia nos hizo triunfar en otros.
La vida, si no se ceja, siempre pone a cada cual en en lugar que se merece. El tiempo que íntimamente dedicamos a lamentarnos es tiempo pérdido; si nos lamentamos a coro con otros presuntos perdedores, es otra pérdida de tiempo, pero si utilizamos como paño de lágrimas a los presuntos triunfadores, solo conseguiremos denigrarnos ante ellos, que se se sentiran reafirmados en su intuida superioridad y nos veran débiles y fracasados.
Desear lo que vemos a nuestro alrrededor no es sinonomo de envidia, considero que ese calificativo solo debe emplearse cuando odiamos que otros puedan disfrutar lo que nosotros no tenemos. Menospreciar ante los demás a los que están por encima de nosotros, aunque a otros pueda parecerles sobérbia, yo creo que es, encubiertamente, la mejor forma de manifestar la envidia.
A los triunfadores les molesta que se dé entrada a la palabra "suerte" como parte de su éxito, ¡pura vanidad!, la carencia total de suerte aniquila la posibilidad del éxito y muchos exitos, lamentablemente, dependen de la suerte. Benditos aquellos que su desgracia solo se debe a la falta de suerte, pero ojo, no hay que confundir ausencia total de suerte con inoperancia.Para que la suerte llegue a nuestro camino hay que estar en el camino y muy atentos para no dejarla pasar, por ello, aunque el exito pueda deberse unicamente a la suerte tampoco hay que menospreciarlo, porque para lograrlo hubo que estar antes muy atento al paso fugaz de aquella suerte. Pero ¡ hay de aquel !, que solo confia en la suerte.
El juzgar a los demás por una apreciación superficial y predisponernos en su contra por ese solo motivo, evidencia carencia de justicia en nuestros actos y la injusticia no es níngún galardon que pueda enorgullecernos. Cuantisimas personas sufren necesidad estando completmente preparadas para desarrollar un trabajo con eficiencia y no pueden acceder a el por el solo hecho de ser gordos, tuertos, o simplemente feos o porque su indumentaria que podria mejorar disfrutando de un salario, no puede mejorarse por la falta del mismo.
Recuerdo en cierta ocasión que fui a solicitar un documento al ya desaperecido Consulado de España en Barranquilla, me estaba atendiendo el Consul personalmente, muy atento por cierto, y en el coloquio informal que manteniamos me lamenté que hubiese habido un cambio de Gobierno en España en un momento en el que estabamos mejorando economicamente de forma ostensible. Curiosamente estas fueron sus palabras textuales: A partir de este momento usted está frente a mi. Ruego que recoja sus documentos y se dirija a mi secretaria. No se si vendrá o nó al caso esta anecdota, pero dice tambien mucho en cuanto a lo que nos puede predisponer en contra de una persona, aunque sea una verdad como un templo lo que se manifiesta sin ninguna animosidad, cuando deja en entredicho la eficiencia de los que representan nuestra ideologia politica, a pesar de que en nuestro fuero interno sepamos que tiene mas razón que un santo en lo que dice. Y así ocurre con todo lo demás: las creencias religiosas, el equipo del que es forofo, puede significar que una petición de trabajo sucumba en el olvido. Y no digamos en el caso de las féminas; el que sea madre soltera por poner un ejemplo, o soltera o casada o divorciada o gorda o baja o alta o cualquier cosa que nos moleste, puede ser causa de lo mismo. Todo lo demás no importa; sus inquietudes, su predisposición a dar lo mejor de si, su preparación para el trabajo a desarrollar, su cultura..., todo ello, queda empobrecido por la expontanea sinceridad de manifestar algo que aunque no sea irregular, a quien la juzga se lo parece, o porque el modelo físico no se ajusta a nuestros gustos o su estado nos mueve a lucubrar quien sabe que antecedentes; cualquier cosa puede no complacernos aunque no tenga nada que ver con el trabajo que pretende desarrollar. Tenemos el porvenir de una persona o de una familia en nuestras manos, unos manos que por cualquier juicio preconcebido y sin fundamento puede arrojar ese porvenir al cesto de los papeles.
Si alguien triunfa con honores reconocidos y recibe los galardones mas estimados y las mejores críticas, pero nosotros ya teniamos nuestro propio criterio, este es el que prevalece y además nos molesta que los demás no coincidan con nosotros sin querer aceptar que quizás nos hayamos precipitado en nuestro juicio. Ahí es donde la soberbia se transforma en envidia, porque no es que queramos gozar de un triunfo similar, que no corresponde siquiera a nuestra actividad, sino porque odiamos que esa persona, a la que ya habiamos descalificado, haya podido alcanzarlo. Creemos saber todo lo que son los demás con una simple entrevista; por la simple impresión que nos causó al sernos presentado o por la forma en que nos dá los buenos días y aún viendo por la opinión de los demás que podemos estar equivocados no queremos cambiar de criterio, "esto si es sobérbia".
Nuestros sentimientos se ajustan a un baremo no se por quien establecido, en el que todos coincidimos y es curioso que en un mismo caso, siendo siempre identica la esencia del problema, se magnifique o se denigre a nuestro antojo según las circunstancias. Leí hace poco un post en el que una jovencita se veia obligada a vender su cuerpo y cuando regresaba a su casucha se sentia sucia y desdichada. Nuestro sentimiento de ira y de impotencia surgia a flor de piel ante tanta injusticia, imaginando su cuerpo ultrajado por sabe Dios que manos, mientras ella ahogaba sus sollozos. Si en la descripción de la misma señorita se hubiese hablado de que un cliente enamorado le habia puesto un piso en lo mejor de Madrid y sus ingresos mensuales superaban lo que en un año percibe un obrero estoy seguro que a nadie le habria importado quien le pusiera las manos encima, aunque en esencia lo que nos inducia a rebelarnos era igual en ambos casos. Y lo cierto es que existen unos casos y otros, quizás mas los segundos que los primeros, porque la prostitución dá para mucho, pero es mas hermoso y edificante entristecernos ante ella, considerando victimas a quienes en ella incurren a pesar de que se estén enriqueciendo y dudo que ahoguen ningún sollozo bajo las sábanas. ¿Que mueve entonces nuestra lástima? ¿El que vendan su cuerpo? o el que lo hagan y no salgan de la miseria. A mi me entristece en contados casos esa primera vez si la causa justifica el hecho. La reincidencia me resulta menos penosa y la dedicación seca mis lágrimas. Como es natural, me refiero a quienes practican este deporte por su propia voluntad ya que hay algunos casos, menos de los que creemos, pero con solo uno, mas que los que debieran, que son harina de otro costal y sobre ellos si que debia caer el firme brazo de la ley.
¿Que quiero decir con todo esto? Muy sencillo, tan solo que a veces desperdiciamos muchas lágrimas que deberiamos verter por los que luchan por sobrevivir dignamente y encuentran nuestro rechazo generalizado por todas esas cosas que he venido diciendo a lo largo de este post y que aunque podemos decir que no las aceptamos cuando vienen de los demás, nosotros tambien las realizamos, quizás sin darnos cuenta.
Lloremos por esa inmensa legión de seres que tras conseguir una cita para un supuesto trabajo para el que están completamente preparados y pueden rendir como el primero, les dá miedo acudir sabiendo de antemano que van a ser rechazados con cualquier excusa, sabiendo que en realidad es por ser cojos, o tuertos, o tartamudos o gordos o simplemente feos. y si somos nosotros lo que tenemos que decidir pongamos freno a esos impulsos negativos que tanto daño hacen; todos debemos tener una oportunidad en la vida, no se la neguemos a nadie.
Si estas consideraciones, cuya verdad creo podemos comprobar contestando a un test confeccionado por nosotros mismos, sirve para que al menos intentemos en lo posible no caer en la trampa de nuestra vanidad o de nuestro incomprensible rechazo podremos salvar el destino de muchos desgraciados que ya dudan de si mismos ante el desprecio y la incomprensión de los que permanecemos ajenos a sus miserias pero si las tenemos muy en cuanta cuando les negamos un trabajo.

3 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Te imagino a la sombra del gran árbol que nos comentabas que tienes en el patio de tu casa meditando como los grandes filósofos de antaño.
Son reflexiones muy ciertas que escarban en todos los resquicios del alma humana y dejan al descubierto lo sublime y lo ruin de la misma.
Me ha encantado.

Anónimo dijo...

El otro dìa en un comentario que le dejè a Juan,le decìa que me tenìa muy poco analizada..pero hay una cosa que sì que tengo muy clara con respecto a mì misma y de la que me siento,por què no decirlo,muy orgullosa.Me alegro sinceramente del èxito de los demàs.No me importa en absoluto lo que se cuece en casa ajena y jamàs opino sobre las decisiones de los demàs aunque me resulten incomprensibles,sencillamente porque pertenecen a los demàs,no a mì,y solo los demàs saben què les ha llevado a tomarlas,acierten con ellas o no.Ahora,eso sì,probablemente en màs de una ocasiòn podrìais señalarme muchas o algunas de las faltas que comentas en tu entrada...que tienes màs razòn que un santo,y como siempre lo cuentas que da gloria.

Io dijo...

Magnífica entrada!

Así somos, es la verdad, aunque unos más que otros. No hay mayor ataque de amnesia que el que provoca sentarse al otro lado de la mesa de un despacho. He visto a muchos proclamar las mismas verdades que tú cuando optaban por un puesto de trabajo y luego, al encontrarse con el poder de aceptar o rechazar, actuar injustamente alegando defender los "intereses de la Empresa".

Igualmente he sufrido en mis carnes esos aires de suficiencia y esa mirada despectiva cuando he relatado algún fracaso, sin saber que estaba ofreciendo carroña a una hiena.

Afortunadamente, no siempre es así. A veces damos con personas que se ven en nosotros, que se identifican con nuestra situación y reconocen haber pasado por ella. Este es uno de los mayores apoyos que se puede encontrar, pues al ver que alguien que vivió en el mismo abismo que habitamos ahora, finalmente, ha triunfado, lejos de sentir envidia nos abre una puerta a la esperanza.

Ya sé que me repito, pero es que eres un sabio... entre otras cosas :D

Un abrazo.