lunes, 16 de marzo de 2009

EN RESPUESTA A UNA CARTA SIN DESTINO

Ayer recibí tu carta y esperé varias horas para abrirla, queriendo ver hasta que punto me inspirabas alguna curiorsidad. Ya decidido, quise imaginar cuales serian tus palabras ya que tus sentimientos de sobra los conozco. Cien veces me prometiste y cien veces me engañaste, a pesar de que era obvio que por tí habia puesto en juego mi futuro. Ahora me dices que sentiste miedo, que sopesaste tu responsabilidad ante tus hijos, que tu madre jamás hubiera podido comprender tu decisión, que intuiste una posible represalia por parte de tu marido, todo, todo lo analizaste menos el daño que podias causarme volviendo a mentirme de nuevo sabiendo que, esta, era la única oportunidad que nos quedaba.

Ahora me escribes diciendo que has roto con tu esposo, que estás en trámite de divorcio y que tu libertad te dá derecho a hacer lo que antes no fuiste capaz. Sin duda ahora empiezas a notar lo que se siente cuando se está solo, ahora ya no pesa sobre tí la responsabilidad ante tus hijos, "porque para todos, es tu esposo el que te ha abanonado" y tambien ahora tu madre comprenderá que quieras iniciar una nueva vida despues del fracaso de tu matrimonio, por culpa de un hombre que no te ha sabido valorar. Y ¿Que represalia puedes esperar de tu esposo, si no la ha tomado ya, despues de haber conseguido que su vida fuera un infierno durante tantos años?.

Dices que no te he esperado, que no he recordado la promesa que me hiciste de que cuando te fuera posible me buscarias, tambien me dices que he sido el unico hombre en tu vida por fuera del esposo que a juicio de los demás te abandona y al que tu ya habias anteriormente abandonado irremisiblemente; que quieres reiniciar tu vida considerandola solo desde el momento en que me conociste y que esa posibilidad solo es factible conmigo porque, para tí, no existe otro hombre. Que como me conoces y sabes que jamás dejaria desamparada a la mujer que me acompaña puedo darle todo lo que tengo porque de mí nada material esperas y que con gusto me recibirias aunque tuvieses que trabajar para mantenerme, ¡que locura!.

¿Hasta donde puede llegar tu cinismo? ¿Como puedes expresarte de forma tan sumisa y entregarte sin condiciones a un amor que apuñalaste hasta la saciedad? ¿No recuerdas cuantas veces te imploré? Después me enteraba que habias estado con cualquiera en cualquier parte, con claras evidencias de haber humillado a alguien mas que a tu esposo. Nunca me respetaste, limitandote a negar sin nungún escrúpulo, hasta que la evidencia tarde o temprano te desenmascaraba; si, siempre negaste, para después ante las pruebas de los hechos demostrados sonreir como una niña a la que se habia descubierto en una pequeña travesura. Pero esa sonrisa..., que aprendí por verla tantas veces repetida, me permitió deducir la verdad de lo que en el pasado me inquietó y la verdad de lo que en el presente, por ella, no pudo quedar impune. Y ahora que he encontrado la paz, ahora que a mi lado hay una mujer que verdaderamente me quiere, vienes a tratar de usurparle todo lo que habiendo siendo tuyo, no supiste valorar.

No te guardo rencor, mi actitud no es mas que la natural consecuencia de todos tus errores que se agolpan ante ti y te impiden dar un paso para que te me acerques. Ya no me queda amor ni odio y por lo tanto tampoco rencor. Tan solo siento apatia y desgana ante todo cuanto me propones.

Que curioso el que después de haberte querido tantisimo pueda rechazarte sin el menor dolor, que para mi solo seas un cuerpo de mas o menos sesenta kilos en el que hay emplazada una boca que dice absurdas incoherencias. No me importa con quien o quienes me engañaras ni por qué razones me hiciste sufrir y francamente, no se siquera por qué contesto a tu carta, quizás sea por aprovechar la oportunidad que me brindas para hacerte un poco de daño, aunque conociendote, dudo que haya en ti alguna viscera que esté sensibilizada para albergar algún tipo de sentimiento. De otra forma, tampoco es que me importe...

Por todo lo expuesto y por todo lo ya olvidado, dejo a tu memoria la conclusión de esta carta ya que al fín y al cabo eres la mejor depositaria de tus propios desmanes.
Atentamente, Juan.-

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