sábado, 11 de diciembre de 2010

¿SON ESTOS VIEJOS DE HOY AQUELLOS NIÑOS DE AYER?


Cuando yo era un niño, había unos Campamentos auspiciados por el Frente de Juventudes de la Falange, que acogian a quienes lo solicitaban, previa la correspondiente autorización de sus padres. Yo fuí a uno de esos Campamentos cuando tenía ocho o nueve años. Estaba situado en lo que con mucha imaginación podia parecer un Oasis, sobre las dunas de la costa del término de Guardamar, pueblo agrícola y pescador, distanciado a varios kilómetros del Campamento al que hago alusión.

EN AQUELLOS AÑOS LA PALABRA TURISMO ERA PARA TODOS UNA DESCONOCIDA.

Nuestro "Oasis" carecia de muchas cosas, entre otras, las palmeras, teniendo que ser los pinos, las chumberas y los arbustos sus sucedáneos.Tampoco podia verse ningún lago a la sombra de alguna fresquísima espesura paradisiaca porque ni habia lago, ni fresquisima espesura, pero sí contaba con un pozo, protegido por una caseta de mamposteria ordinaria, enmedio de una solana desangelada, cuya agua dejaba mucho que desear por su blandura y su puntito salino que no la hacia apetecible salvo cuando la sed apremia

Los pinos, la mayoria, ralos y retorcidos, habian crecido teniendo que soportar las embestidas de los vientos costeros y no podian evitar que se apreciase en ellos ostensiblemente, la inclinación de sus troncos y de sus ramas hacia el interior como si fueran gorras con desproporcionadas viseras sobre cuerpos encorvados, que apartando la vista al mar parecian otear en busca de algún otro lugar, donde vivir mejor, olvidando en su afán lo imposible de su quimera por su fatal anclamiento.

Salvo en algunas zonas en que formaban pequeños bosquecillos, los pinos se distanciaban unos de otros, intercalándose entre ellos algunos matorrales de los que aún recuerdo algún que otro madroño y muchísimas adelfas, algunas de ellas gigantescas, asi como gran número de Piteras y Chumberas que bordeaban el entorno de casi todo el Campamento.

Pero donde a mi me gustaba jugar era bajo la sombra de los pinos aunque estuviera empobrecida por el raquitismo de sus ramas, víctimas de la voracidad manifiesta de la Procesionaria que las menoscababa, comiéndose sus hojas, las agujas que otrora entonaron con el viento a coro, los dulces y armoniosos sonidos que desde el mar, los navegantes, siempre quisieron creer que eran los Cánticos de las Sirenas.

De todos los insectos que por allí se arrastraban, volaban o se escondian bajo tierra, me solia entretener jugando con los escarabajos, muy variados en sus formas y tamaños; mi preferido, sin duda, era el Escarabajo Pelotero, que con sus patas traseras modelaba una bola con el excremento de cualquier animal, QUE DE ALGUNA FORMA YO TRATABA DE FACILITARLE, y después la empujaba con sus patas como si de una pelota se tratara, driblando cualquier dificultad, hasta llegar al lugar idóneo donde la camuflaba, no sin antes depositar en su interior los huevecillos que garantizarían su descendencia.

Era también un encanto contemplar a los Zapateros, tan seriecitos y afanosos, con sus dos puntitos negros en la parte inferior de sus libreas rojas de las que emergian unas cabecitas mínimas en las que no me explico como podian asentarse ese par de antenas, que sin duda los desequilibraba, viéndolos a cada momento de espaldas al suelo, mostrando sus pancitas brillantes de un negro intenso, pataleando por un segundo para después, con suma facilidad, volver a su postura normal como si nada hubiera pasado.

Los saltamontes también eran muy apreciados por mí; los habia de varios tamaños y colores.
Me gustaba acariciarlos, evitando que se lastimasen las patas traseras que los impulsaban y cuando ya los habia observado atentísimamente, los lanzaba al aire, no pudiendo evitar la extraversión de mi júbilo a través de mis risas y mis arrebatados saltos, cuando al verlos volar exhibían el tornasol de sus alas al trasluz de los rayos del sol.
A las arañas y los alacranes me limitaba a matarlos, aunque a veces en compañía de otros niños hicimos algún que otro rito satánico con estos últimos, metiéndolos en un circulo de fuego del que tras tratar de salir y fracasar en todos sus intentos, acababan con su vida clavando sobre si mismos la uña venenosa de su cola como si de un ritual se tratara, en una variante de harakiri.

Pero de todos los insectos, fue siempre a las chicharras a las que le tuve un mayor respeto. Me gustaba localizarlas guiado por el sonido de sus cantos, y después observarlas atentamente.

Las veia pulcras y con un sello de distinción que invitaba a conferirles una alta jerarquia. Siempre les he profesado un sentimiento que no se cómo calificar y su canto, lejos de molestarme siempre me ha hecho compañia y me ha dado una sensación de paz. A veces pensaba que lo que para la inmensa mayoría no era mas que una estridente machaconería y para otros, una muestra de júbilo del animal, realmente era una penitencia por alguna maldita deuda que tenia con la naturaleza, estando sentenciada a pagarla con ese interminable maratón de canto, por los siglos de los siglos.

Conforme se iba acercando la noche no podia evitar pensar en mi familia; mis padres, mis hermanos, mis abuelos..., a los que tantísimo añoraba. Lo que tambien añoraba, aunque guardando naturalmente las distancias, era el botijo de agua fresquísima que solía haber en la ventana del salón de mi casa, junto al patio, teniendo en cuenta que a esas horas mi cantimplora estaba casi vacía y su inapetecible agua hecha un verdadero caldo.
Los recuerdos que desfilaban por mi memoria iban formando poco a poco un nudito en mi garganta, pero, aunque parezca mentira, cuando con mi pantaloncito corto, mi camisa azul y mi boina roja, en posición de firme veia arriarse la bandera al son del cornetin, me transformaba en un hombre capaz de tragar con su saliva su tristeza, y en ese momento ya no tenia ocho años.

Ahora no estoy en el campamento pero si estoy ausente de mi familia. No tengo ocho años, sino sesenta y ocho. Añoro mas que nunca a mis padres y a mis abuelos, aunque sé perfectamente que están en el Cielo, como espero que estén tambien todos mis tíos y la mayor parte de mis primos ya muertos, pero... he aquí el milagro. No están ellos, PERO ESTÁN MIS HIJOS Y MIS NIETOS , que entonces no estaban y que tuvieron que esperar muchos años para poder existir.

LA VIDA ES UNA CADENA A LA QUE SE VAN ACOPLANDO NUEVOS ESLAVONES Y EN ELLA NO EXISTE EL "YO", PASAMOS A OCUPAR EL LUGAR QUE ANTES OCUPARON OTROS, A SER PARTE DE UNA GENERACIÓN DE LA QUE NO SE SABRÁ MAS QUE LO QUE QUEDE EN EL RECUERDO DE LOS QUE NOS SOBREVIVAN. POR ESO NUESTRA IDENTIDAD ES TAN EFÍMERA, AUNQUE NUESTRA PRESENCIA TÁCITA Y LATENTE SIEMPRE PERMANEZCA..

El hombre que empezó a forjarse a los ocho años, es ahora tan frágil como aquel niño que empezaba a vivir y como entonces, conforme se acercan mis noches no puedo evitar pensar en mi familia y sentir mis añoranzas; y al verme tan lejos, de aquel lugar, PARA MI INACCESIBLE y ante la incognita de un tan precario futuro, sin más bagaje que un ramillete de arcanas ilusiones irrealizables y de inestinguibles recuerdos irrepetibles..., despues de tantos años..., como ya me ocurrió y me ha ocurrido en tantas ocasiones..., cuando me aprieta la añoranza y siento el nudo en mi garganta, me trago con la saliva mi tristeza, echando mano de aquella entereza antigua, totalmente infantil, que surgia en mi corazón cada vez que al son del cornetín se arriaba mi bandera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué lindo!que tengas tus recuerdos grabados en tú memoria y en tu corazón, ya con tus 68 años muy bien llevados,Eres un enamorado de la naturaleza,de los sonidos de los animalitos,de las olas del mar.
Ya no estan tus tios,ni tus primos.pero tienes unos hijos que te adoran y te debes de sentir orgullosos de ellos.
TE QUIERO MUCHO TU ESPOSA MILENA.

anahija dijo...

Papá,como siempre...¡qué bien sabes contar las cosas!
No me imagino cómo deben ser tus ataques de añoranza..estas tan lejos...¿por qué no vas planificando ya un viajecito para España y hacemos un encuentro familiar en mi casa? Ya se´que es un viaje de espanto,pero nosotros también tenemos muchas ganas de verte.
Un fuerte abrazo,te queremos mucho.
Un beso para Milena y Valery.

JuanRa Diablo dijo...

Termino de leer estos recuerdos, relatados con tan hondo cariño y añoranza, y quisiera expresar las muchas sensaciones que me producen con vehemencia pero al final quedo siempre sin palabras. Nada puedo añadir más que mi admiración por tu forma de ser, de sentir, de amar y de ver la vida.
Te echamos muchísimo de menos