lunes, 2 de febrero de 2009

RELATOS QUE PUDIERON SER CIERTOS nº 4 - "EL PARAISO PERDIDO"

En los tiempos de Maria Castaña, un humilde labriego que habia servido toda su vida, con lealtad fuera de lo común a su amo, recibió de este, como premio, unos predios baldíos linderos a una de sus inmensas fincas. No era muy grande su extensión, pero mas que suficiente para el y su familia si con la bendición de Dios podian ponerlos en cultivo. El dinero que habia podido ahorrar en tantisimos años, trabajando prácticamente por la comida, procedia de las monedas de plata que cada año, en el día de su cumpleaños, el amo repartia entra sus colonos y que el habia ido guardando, una a una, año a año, hasta disponer de una bonita cantidad. Como a pesar de todavia no ser viejo, no podia competir con los jovenes y su labor, según el amo, ya no era lo suficientemente provechosa, éste, le dió libertad para poder marcharse y como esta libertad, por tradición, no era mas que un amable despido, recogió sus cosas y con su familia se trasladó a las tierras recibidas, triste pero esperanzado ante la nueva vida que tenia que afontar, en la que no tenia que cumplir más órdenes que las que le dictase su conciencia. No se habia casado hasta muy pasados los treinta y su esposa le iba a la zaga en la edad pero estaba menos envejecida; sus dos hijos, una hembra y un macho, ambos mozos, ya estaban en el segundo quinquenio para los veinte. Quiso quedarse el amo con las crias pero ni ellos ni los padres accedieron porque, como habian acordado, ya habia sacado buen producto de toda la familia y si en algo tenian que esforzarse en lo sucesivo debia ser en su propio provecho. El amo, dejó partir al mozo con indiferencia y con algo de desasosiego a la joven que en alguna ocasión habia pasado por su seso en las noches de insomnio con alguna que otra apetencia concupiscente, pero como ýa era casi anciano y esos ardores, mas que reales, eran puras lucubraciones transigió ante la contundente negativa de la moza y del resto de la familia.
Lo primero que hicieron, fué conseguir abastecimiento de víveres y herramientas, así como un arado y una acémila que de haber sido caballo bien podria compararse con Rocinante. Ya en sus tierras elegieron el lugar idoneo para levantar una barraca de troncos y barro, materiales que estaban a su mano gracias a los árboles que habia por allí desparramados y a una ciénaga situada al final de sus lindes, en la que por fortuna abundaban gran cantidad de peces que servirian para, junto a las provisiones que habian comprado, matar el hambre por una larga temporada. Como el tiempo iba en su contra y tenian que asegurarse el sustento, los hombres se limitaron a abrir las zanjas y levantar los pilares de la cabaña, teniendo que terminar el resto del trabajo las mujeres, para ellos poder limpiar y cabar un pequeño huerto donde en principio sembrarian las hortalizas que fueran mas rápidas en su desarrollo, imprescindibles para su subsistencia, y despues desmarañar una gran zona en la que sembrarian los cereales ya que la estación era propicia. Con báldes, desde la cienaga, podian acarrear el agua para el riego del huerto, tarea muy penosa pero asequible. Otra cosa seria poder regar los cereales si las lluvias no llegaban a tiempo, cosa que les inquietaba y como para su consumo el agua de la charca tampoco era muy recomendable, terminada la siembra dieron prioridad a cabar un pozo; tarea que podia serles infructuosa si la mano de Dios no les guiaba al lugar idoneo donde debian excavar. Como la vida a veces sonrie tambien a los humildes, no a mucha profundidad, empezaron a sentirse las primeras muestras de que habian acertado en el punto elegido y pocos metros mas abajo surgió el agua que subió hasta llegar a los cuatro metros de los nueve que habian profundizado, siendo buena la calidad del agua y su frescura un regalo adicional.
Ese día abandonaron las labores y se dedicaron a mojarse mutuamente con los báldes que tenian a mano; sus risas, desacostumbradas, parecian mas bien sollozos y solo se distinguian de ellos por la luz que irradiaban sus ojos esplendorosos de tanta felicidad. Ya cansados y jadeantes se sentaron en el suelo. Casi en corro, comentaron las cosas que esa agua les iba a permitir tras construir una noria y casi al unísono, dandose cuenta de su suerte, dieron las gracias a Dios por haberlos bendecido.
Con los años esas tierras báldias se transformaron en un vergel. Las aves que antes solo cruzaban de paso empezaron a anidar en las ramas de los arboles que se multiplicaron; la cienaga, limpia de la maraña de juncos y de hierbas se adornó de margaritas, lirios, jacintos, rosas, calendulas y otras especies que se plantaron, transformandose en un precioso estanque al que llegaban a beber toda clase de animales silvestres, que ante tanto verdor y belleza acudian por doquier y aunque lo hacian con recelo, sin acercarse nunca a la casa ni a los prados, si`podian contemplarse alrrededor de los lindes, dando una nota de mayor belleza en el entorno. La vida sonreia a la familia que vivia en armonia con la naturaleza como si todo fuera un sueño. Cuando la siega, acercaban hasta el estanque la paja de los cereales una vez obtenido su grano y observaban a cierta distancia como comian los hervivoros, llenos de curiosidad y admiración. Poco a poco se fueron reduciendo las distancias, llegando a casi poder acariciarlos. ¿Que mas podia pedirse a la vida?.
Una noche, como si todos se hubieran puesto de acuerdo, los ciervos, las gacelas, los jabalies, los conejos y todos los hervivoros del contorno, no sintiendo ya ninguna inquietud, ante la bondad de aquellos humanos, acudieron a los campos y con una avidez sin límite asolaron la huerta, diezmaron y pisotearon los sembrados y convirtieron el jardín en un erial.
Al amanecer, cuando la familia se levantó, todo su esfuerzo se habia desvanecido; los animales que antes temerosos solo se acercaban hasta las lindes y que ellos contemplaban con tanto amor y complacencia se habian transformado en sus enemigos. A marchas forzadas trataron de volver a sembrar, como último recurso de supervivencia, pero las aves que antes solo se posaban en las orillas del estanque para beber o se repartian por los árboles para anidar y a las que tanto habian admirado y protegido poniendo grano en las inmediaciones de sus nidos, ahora se comian las semillas casi al mismo tiempo que ellos las sembraban y sus intentos para apartarlas se hacian inutiles ante la querencia de aquellas aves que se habian viciado a ese alimento facil, creyendo quizás lo extendian en la tierra para que ellas fueran comiendolo.
Las incursiones nocturnas siguieron perpetrandose a pasar de la vigilancia. Los animales evitaban la presencia humana y entraban por los lugares que no estaban al alcance de la vista de los vigilantes que a veces se sorprendian cuando tras mirar a un lado y otro infinidad de veces hasta donde su vista les alcanzaba en la oscuridad de la noche, terminaban percatandose de que habian sido burlados y los animales deambulaban por el centro de la finca como si caminasen por sus fueros. El agotamiento, tras tantas noches sin dormir, no pudiendo descansar tampoco por el día porque entonces eran la aves las que les perjudicaban, llegó al colapso, no quedando mas remedio que poner trampas, envenenar las aguas del estanque y emplear sus últimos recursos en comprar armas de fuego para poder defenderse de todos los que habian endulzado su vida, tiempo antes, con su sola presencia.
QUE CADA CUAL ELIJA LA MORALEJA.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacìa tiempo que no pasaba por aquì,y veo que voy retrasadìsima.No sè de donde sacas tanta inspiraciòn...yo quiero ..aunque solo sea una chispita de la tuya.Me ha encantado la historia,y sobre la moraleja...me encantarìa oir la tuya,solo tù sabes decir lo que quieres contar.

Io dijo...

Pues se me ocurre que podría ser "La caridad bien entendida empieza por uno mismo".

Es fascinante lo mucho que transmites cuando hablas de la naturaleza, del campo, del agua, de las flores, de los animales, de las ilusiones de las personas que confían su vida y su futuro a la madre tierra.

Aunque me ha dado pena el final, que estaba yo flotando en una nube entre nidos, ciervos y caléndulas y he aterrizado de mala manera al ver la huerta arrasada :D.

Pero, a veces, así son las cosas. Hasta el aire que respiramos puede matarnos si sopla demasiado fuerte.

Enhorabuena!

Un fuerte abrazo!

Candelilla Wax dijo...

Que no me he olvidado de ti hombre!!!
Gracias por escribirme siempre, yo, como de costumbre, embelesada con tus relatos, que me rememoran a cuando era pequeñita y mi abuela me contaba historias ;)
Que tiempos!
Besos!

JuanRa Diablo dijo...

La hermosa Naturaleza, que es capaz de embelesarnos pero también de matar.
Me imagino que esa familia hizo demasiadas concesiones a lo salvaje y hasta los animales más pequeños se acostumbran pronto a lo bueno. Cualquiera les hace volver luego a la situación anterior...

pichiri dijo...

A los animales, como a las personas, no se les puede dar mucha confianza, ya debiamos saber cuales son sus instintos y sus, a veces, mal sanos razonamientos. Esperar algo distinto de lo que vá implicito en su condición, es una utopia que solo puede anidar en mentes puras, benditas sean. Siempre hay que estar atentos a pesar de una aparente bondad. Para laconvivencia pacifica,generalizada, lamentablemente, hay que levantar mallas y muros que nos protejan, porque, en este mundo, a los buenos, se les mete en el mismo saco que a los tontos, ese es el analisis y nadie quiere a los tontos imitar y no dudes,ante tu generosidad surgirá siempre el abuso, ante tu confianza la traición y ante tus covicciones, casi siempre, la incomprensión. Ten en cuenta que cualquier exceso de sinceridad siempre será un arma, que en su momento esgrimirá en tu contra la persona en la que pusiste tu confianza. Si esto ocurre hasta la saciedad entre amigos y familiares imaginate el riesgo que se corre con todos los demás. Las buenas huertas, nuestros mejores tesoros, aquello de lo que podemos sentirnos orgullosos lo debemos tener guardados, no puede ser expuesto, ante cualquier mirada, porque en cualquier momento puedes ver tus campos desolados; si por los animales, guiados por su instinto incruento, si por los hombres, por su envidia, su codicia o su maldad.
Este es mi credo, aunque no lo práctique. Mis campos ya están desolados y cualquier arma que contra mi se esgrima es absurda, ya no tengo nada que perder. Pero a quien me esté leyendo y tenga todavía ilusiones y esperanzas, ojo avizor que los pájaros y las bestias están al acecho.