lunes, 16 de febrero de 2009

RELATOS QUE PUDIERON SER CIERTOS nº 7 - "EL REAL" *(1)

El machacón y monotono zumbido de la prensa, que embotaba sus sentidos, era el pan que alimentaba a su familia. Cada golpe engrosaba su salario, que el patrono con el habia pactado por unidades totales acabadas y a real le pagaba cada tacon prensado. Era extraño advertir como ese hombre sometido a un trabajo tan penoso y monotono podia lucir todavía, en alguna ocasión, una sonrisa, pero lo que mas intrigaba a todos era el movimiento acompasado de sus labios mientras trabajaba y que como si estuviera hablando con una persona, hablaba con aquella máquina infame, cada vez que aquel terrible y estruendoso martillazo golpeaba la peana de acero que le servia de yunque.


Los que miraban a través del cristal de la ventanuca que habia en la pared, que amortiguaba aquel estruendo, especulaban lo que diria en aquella letania inaudita, concluyendo que estaria maldiciendo esa tarea o se estaria acordando de la madre del patrón a pesar de que la pobre era una santa.


Su trabajo además de ser penoso por el infernal ruido, era muy peligroso debido a que el tacón debia situarse, justo en el centro de la base de acero, en perpendicular con el martillo que empujaba el émbolo, ya que de lo contrario el tacón por la presión podia salir disparado con la fuerza de un proyectil con el destino mas inesperado, y como para ello disponia de un tiempo mínino cualquier distracción podia provocar que fueran sus manos las que quedasen prensadas.


Nadie se atrevia a preguntarle que disquisiciones tenia con la maquina a lo largo de su tarea. En verdad era muy introvertido y enemigo declarado de familiaridades; ya lo habia demostrado las pocas veces que habia compartido mesa con los demás a la hora del almuerzo y su caracter mas bien huraño no le hacia blanco de bromas o de preguntas indiscretas. El jefe estaba encantado de la productividad de aquel hombre cuya única extravagancia era el monologo constante desde que iniciaba hasta que terminaba su trabajo y por su parte, aunque tambien intrigado, procuraba que los demás obreros no lo molestasen en lo mas mínimo, creandose a su alrrededor un invisible cerco de protección que todos respetaban aunque no por eso dejara de ser un motivo de charla cuando no podia oirlos.


Pasado el tiempo se forjó una aureola de admiración hacia él, cambiando el criterio general sobre sus monologos y lo que en principio les pareció que debian ser quejas y rencores pasaron a ser hermosisimos textos o poesias preciosas que sabia de memoria y que recitaba al compás de su trabajo para hacer menos monotona y mas gratificante su faena. Algunos incluso dijeron que lo que hacia era rezar porque mas de una vez lo habian visto santiguarse antes de poner en marcha la prensa.


Un tristisimo día, un cambio de intensidad de la corriente aceleró la marcha de la prensa no dandole tiempo a nuestro ya casi idealizado amigo a retirar las manos de la prensa, quedando incrustadas en el tacón la primera falange de los dos dedos indice que eran los que sujetaban y orientaban la parte alta del tacón hasta el centro del martillo; el grito no se pudo apreciar apagado por el estruendo de la maquina, pero se le vió derrumbarse con las manos ensangrentadas y de inmediato se acudió en su socorro.


Se le dieron los primeros auxilios echando mano del botiquin de la propia empresa y sin perdida de tiempo el jefe y uno de los obreros lo trasladaron con premura al hospital. Aquel pobre infeliz en su delirio trataba de desasir sus brazos de las manos del compañero que lo sujetaba y para que no forcejease las dejó libres y lo sujetó por los hombros para que no se diese un mal golpe si se desvanecia pero con gran sorpresa para el y para el jefe que conducia vieron como el accidentado, pobre ignorante que no sabia ni contar, como pudieron comprobar, empezó a extender sus brazos en dirección a la prensa imaginada y tras un onomatopeyico CATACLOW DECIA: UN REAL, CATACLOW OTRO REAL, OTRO REAL, OTRO REAL, siguiendo en su ritmo una cadencia matematicamente cronometrada. A nadie contaron nunca lo ocurrido y cuando se reintegró al trabajo, mermado pero tadavia útil, al reiniciarse los comentarios sobre sus monologos a los que cada vez se les daba mayor relevancia, los dos únicos conocedores de la verdad, Jefe y empleado, muy serios y como si estuvieran completamente convencidos de la veracidad de aquellas especulaciones, MOVIENDO SUS CABEZAS ASENTIAN.

*(1)  Un Real, era una moneda ya desaparecida, que tenia el valor de veinticinco centimos de las ya tambien desaparecidas pesetas. Que yo recuerde eran de niquel, del tamaño de una moneda de dos euros, con un orifio en el centro. Su valor actual equivaldria a algo mas de la sexta parte de un centimo de Euro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre he pensado que se puede suponer más inteligencia del que no habla que del que habla demasiado porque el primero si es ignorante nunca lo delata y el segundo aunque sea inteligente puede resultar antipático con sus comentarios. Eso lleva evidentemente a errores como el de esta historia. Conozco a muchos a los que se les toma de forma generalizada por muy inteligentes y en algunas conversaciones personales me han demostrado una ignorancia "brutal". FRAN.

JuanRa Diablo dijo...

Como siempre, muy bueno y muy bien relatado. ¿Tiene algo de verídico? Me suena familiar, como haber oído contar algo así a alguien de la familia.

pichiri dijo...

Efectivamente. Algo similiar le pasó al Tio Miguelico, hermano de la madre de Vidal, mi amigo el Monje. Solo que lo de un real, otro real, otro real, lo repetia mientras dormia la siesta en el sopor del calor del verano. Y a cada golpe del troquel, aún durmiendo iba repitiendo esa letania invariablemente. Nosotros lo escuchabamos alegremente mientras jugabamos en el patio a donde daba una ventana de su cuarto.

Io dijo...

"Haz lo que amas, y ama lo que haces", dice el proverbio.

Un real detrás de otro puede ser un motivo más que suficiente para amar el trabajo. Un taco y otro y otro es el recibo del colegio de los niños, la cena de esta noche, los zapatos de la hija mayor...

Cuendo el dinero deja de verse como tal, como metal o papel que se puede atesorar, y se convierte en felicidad para uno y para otros, es una bendición.

Un mensaje a tener en cuenta, y muy bien contado, como siempre.

Un fuerte abrazo!