martes, 10 de febrero de 2009

CUIDADO CON LOS CUENTOS

Si hacemos un atento repaso a los cuentos que han pasado por nuestras manos a lo largo de nuestra vida, refiriendome especialmente a los clásicos, podremos darnos cuenta de que sus personajes principales, cuando se trata de mujeres, son siempre bellisimas. Suelen estar, además, adornadas de todas las virtudes mas esquisitas, incluso a veces, son ayudadas por algún hechicero, generalmente un enano o engendro deformado, que las sacará de algún apuro a cambio de cualquier promesa que, ella, a la larga, tendrá que afrontar ineludiblemente, y que por su ingenio o con la ayuda de terceros incumplira con el beneplacito de todos los lectores.
Suelen presentarse estos personajes en una condición circunstancialmente humilde, aunque a lo largo del relato nos enteramos de que realmente su origen, es elevadisimo, generalmente princesas encantadas o huerfanas, hijas de condes o marqueses, venidas a menos por la maldad de sus madrastras y por la envidia de sus hermanastras, pero aún así su hermosura, que cautiva, siempre al final las pone en el sitio que les corresponde, incluso mejorando su puesto en el escalafón.
Este tipo de historias, aunque menos, tambien puede presentarse a la inversa, pero estas voy a dejarlas a un lado y voy a centrarme en las féminas de cuyo ejemplo, se podrán sacar las mismas conclusiones para los varones.
Lo cierto es que nuestras damas en cuestión, por el azar, que siempre interviene de forma favorable, aparece ante los ojos de su galán, un principe generalmente, que queda prendado de su belleza y de su grácia sin que ya exista para él otra mujer mas que ella, digna de su amor.
Otras veces es la codicia, además de la belleza lo que lo enamora, al tener o creer que hay en ella, ciertos dones por los cuales cada vez que habla brotan de sus labios piedras preciosas o sabe hilar la paja para convertirla en oro, por poner dos ejemplos conocidos. Dones estos que generalmente llegan a oidos del principe por boca del padre de la chica en su afán de engrandecer las virtudes de la misma, poniendo en riesgo sus cabezas con el loco afán de emparentar con la casa real.
Lo que fundamenta generalmente el meollo de estas historias es la bellaza de la dama y en su caso los dones, que de forma cierta o falsa, la adornan. Las otras virtudes que sin duda se tocan de pasada, no intervienen realmente en la decisión del principe enamorado, que generalmente las desconoce ya que nunca se nos habla en dichos cuentos que el principe haya comprobado personalmente los axhustivos trabajos de La Cenicienta, que ella soportaba con la mayor resignación y sin rencor, ni los cuidados maternales y entrañable afecto que Blancanieves dispensaba a los animales y a sus enatitos, por poner otros dos ejemplos.
Hay tambien algún cuento, poquisimos creo, en los que nuestra heroina no es de sangre azul, pero siempre, siempre será bellisima y adornada de los mayores encantos.
Después, para hacer mas bonito el final, si los dones de la dama son ciertos, el principe los olvidará dandonos a enterder el autor que el amor prevalece por encima de la avaricia que lo suscitó. Si los dones no son ciertos, siempre aparecerá el hechicero que de forma incognita resolverá el problema a costa de una promesa que se le incumplirá gracias al rebuscado ingenio de la ya princesa, que ya no será requerida por su principe para repetir tales menesteres porque el amor desvanecerá su codicia - tiempo al tiempo y ya veriamos lo que ocurria - y si no existe ningún dón se descubrirá que la ingenua, dulce y humilde pero siempre bellisima doncella es realmente una princesa, encantada o no, que guarda su anonimato impuesto o voluntario por las causas que la lucubración de su autor ponga al descubierto.
Lo cierto es que en ningún cuento sea de princesas de incognito o de doncellas de alta alcurnia venidas a menos por cualquier razón, incluso en los pocos en que la dama no tiene sangre aristocrata, muy pocos por cierto, siempre la belleza es algo imprescindible e irrenunciable.
Seria bonito haber leido de vez en cuando entre los cuentos clásicos alguno en el que la dama pudiese ser gordita y poco esbelta, pero simpatica y agradable; que fuese querida y admirada a pesar de no ser muy agraciada; que su atractivo estuviera en sus nobles sentimientos, en la dulce limpieza de su corazón, en su adecuado conformismo, en sus justas y asequibles ambiciones, en desdeñar el origen de la sangre, o la riqueza del hombre du sus sueños, estando solo atenta a sus cualidades personales y morales.
No concibo como ningún autor ha podido ser consagrado cuando en su mensaje pretende hacer suspirar a las jovencitas siendo evidente que el amor del principe surje porque la heroina de la historia sabe hilar la paja y convertirla en oro, o ser su boca fuente de piedras preciosas, incluso tampoco es aleccionador ningún amor que, como suele ocurrir en estos cuentos, se apoya exclusivamente en la belleza o en la ambición y me refiero tambien al sentimiento de la dama. ¿Que podrian esperar, incluso que pueden esperar ahora las niñas o niños que leen esos cuentos, si sus almas están ocupando un cuerpo poco agraciado, si sus rostros son del montón o si se sienten acomplejados por algún defecto físico? ¿No hay cabida para ellos en la fantasia? ¿ Es justo que solo les dejara el autor un hueco de comparsa desde el que aplaudir el triunfo de la belleza?. Hay que hacer un repaso y saber las lecturas que ponemos en manos de los niños y no descuidar algunos cuentos por muy clásicos que puedan ser sus autores, cuando estos, han olvidado muchas cosas que debemos valorar por encima de la belleza y la riqueza; tantas cosas olvidaron que ni siquiera aportaron una moraleja que realzace con todo merecimiento los "verdaderos valores" del "amor verdadero" y los pilares en los que hay que sustentarlo para hacerlo imperecedero.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es tan cierto que los cuentos clásicos son un mal ejemplo social como que las nanas a veces son aterradoras. No olvidemos la nana de "duermete niño, duermete YA que si no viene el COCO y TE COMERÁ.Por suerte estas cosas tan usuales en el pasado han dejado de serlo desde hace tiempo. FRAN.

Io dijo...

Es muy cierto lo que dices. Tal vez por eso, uno de mis cuentos favoritos fue La Bella y la Bestia. Molestarse en valorar a la persona sin atender a su físico o, incluso, con un físico que asusta. La belleza no tiene mérito, nunca lo tuvo. El mérito es de dios, de la vida o de un cirujano. El tiempo se encarga de ajar esa belleza. Sin embargo, la belleza interior es imperecedera (salvo cambios en la personalidad) y es fuente de felicidad, propia y para los que rodean a la persona.

Y si por entonces ya podían resultar degradantes este tipo de cuentos, ahora, con la obsesión que hay en torno a la belleza, pueden llegar a ser realmente perniciosos.

Además se da una idea que tampoco creo que sea muy educativa para un niño; el concepto de salvación, la desvalida o desvalido que consigue resolver su vida gracias a otra persona, que pone su vida en manos de esa otra persona renunciando a su propia autosuficiencia.

Estoy segura de que hoy día Cenicienta mandaría al principe a paseo y se matricularía en la Facultad de Ciencias Económicas.

Magnífica reflexión!

Un fuerte abrazo!

Anónimo dijo...

Al igual que Io,enseguida me ha venido a la cabeza el cuento de la bella y la bestia,pero a ciencia cierta todos sabemos que no habrìa tenido ningùn exito si la bestia fuera ella.
Besos papi

JuanRa Diablo dijo...

Pues es verdad, por más que he intentado repasar mentalmente para hallar alguna excepción no la he encontrado. Hasta El patito feo era rechazado por su propia madre adoptiva por su aspecto y sólo dejaba atrás sus calamidades cuando se convertía en bello cisne. Es exagerada la importancia que se ha dado en los cuentos a la belleza.