viernes, 6 de febrero de 2009

ESTE RELATO ES TOTALMENTE CIERTO

Acababa de conseguir el sueño de mi vida. No habia podido comprar toda la finca, demasiado extensa y fuera de mis posibilidades economicas, pero si el caserón y casi cuatro hectareas, que rodeandolo, formaban un cuadrado casi perfecto. Siempre habia ambicionado tener una casa muy grande que pudiese albergar a toda mi familia, incluso a las esposas y esposo de mis tres hijos y de mi hija, si algún día llegaban a casarse, y de los nietos, que pudieran llegar, que endulzarian mi vejez. Mis hijos, en aquel momento eran demasiado jovenes y ni siquera el mayor tenia novia, pero mis sueños volaban tan lejos del presente que ya me veia rodeado de todo un enjambre de nietos alborotando por doquier. Aún me quedaban muchos años para poder disfrutarla como lo imaginaba, pero ese era mi fín último. De no ser así, nunca la habria comprado, pero esa mala costumbre mia de obligar a Clotos y a Láquesis a hacer horas extraordinarias en su rueca para yo poder tirar sin dificultad del hilo de mi vida, con tal de alcanzar antes mis metas, me empujaba siempre a ir por delante de los acontecimientos, con el natural reproche de mi esposa, incluso de mis hijos, que cuando les mostré el caserón dijeron al unisono: "¿Aqui quieres que vengamos a pasar los veranos''?...Yo no me dejé impresionar por sus rostros de desgana, ni tampoco por los reproches de mi esposa que no se veia bajo el techo de aquella inmensa mole con paredes de piedra de casi un metro de espesor, en la que, en tono de broma y quizás para evitar la tensión, tendria que comprar un megáfono para llamarme; no sabiendo donde encontrame aunque le contestara si no lo hacia a través del mismo medio. Las risas que suscitaron esos comentarios desvanecieron la tensión dando pié para que, mi esposa, de nuevo, me sugiriese con palabras y mis hijos con sus ojos, que vendiese aquel mostruo que parecia un terrible dinosaurio enmedio de aquel inmenso latifundio, que además, por estar dedicado hasta entonces al cultivo de cereales, realmente, incluso para mí, resultaba demasiado desmantelado de vegetación. Ni le dije que sí ni que no, pero por lo perplejo que habia quedado al no ver en ellos el mas mínimo signo de emoción ante lo que a mi me fascinaba, quizás pensó que me habia convencido y ni ella ni yo hablamos mas del asunto.


Aquella noche no pude dormir, por una parte, yo habia comprado aquel caseron para transformarlo en la mansión de mis sueños y disfrutarla con mi familia, pero, a ella, no parecia complacerle en absoluto; nuestros criterios eran completamente antagonicos y mis esperanzas de mantener el lazo familiar en el futuro, teniendo espacio suficiente para estar todos los matrimonios juntos, ellos con sus hijos y yo con ellos y mis nietos poco a poco se difuminaba, viendo como se alejaba una formidable ocasión como esta. De pronto pensé que el motivo de su desagrado se debia a que ellos no habian visto en ese caserón la mansión que yo pretendía. No habian visto en aquellas dependencias oscuras la luz que yo ya veia a través de los grandes ventanales que iba a abrir; no habian imaginado la inmensa sala de juegos que podria albergar aquel pajar destartalado, ni tampoco habian pensado en la belleza de esos techos de vigas de madera centenaria que barnizados y bien pintados serian la envidia de cualquiera que los viese; habian pasado por la amplisima entrada sin darse cuenta de que, bajo su polvo y suciedad, de no se cuantos años, el suelo era una verdadera filigrana, enlosado de piedra encajada al milímetro, ni tampoco se habian percatado de que el suelo de la preciosisima escalera que subia a la primera planta era de ladrillos cocidos formando una verdadera filigrana de figuras y colores que con un poco de limpieza quedarian resplandecientes. No habian observado que los marpinlanes de madera de cada escalón, como el pasamanos de la escalera,de maderas nobles, estaban en perfectas condiciones, solo algo desgastados por el uso a lo largo de los años, pero dispuestos a mantenerse firmes trescientos años más, ni apreciaron el forjado de la barandilla, con sus hierros entrelazados como caminos tortuosos que en tramos se unian para de inmediato separarse, formaban encrucijadas en cuyo centro surgia un roseton, cuyo bajo relieve mostraba una estampa diferente, en cada uno de ellos, representando en tamaño suficiente para poder apreciarlas a simple vista, escenas de caza dignas del mejor orfebre. Después de haber visto las caras de desencanto de mi esposa e hijos, no podia pensar que hubiesen apreciado tampoco, las amplisimas dimensiones del salón, que aunque oscuro, tenia un potencial de luz capaz de herir la vista si se abrian los cinco ventanales ubicados al medio dia, que yo, ya algo decepcionado, ni intenté abrir ante su desden, limitandose a observar tanto el salón como la cocina sin siquiera atravesar el quicio de su puerta.


Todas estas consideraciones me esperanzaron, quedando convencido de que cuando los volviese a llevar, la casa seria una belleza y los alrrededores un vergel. Habria una hermosa piscina rodeada de cesped y una inmensa marquesina de cinco metros de ancho a lo largo de sus dieciseis metros de fachada, cuyo techo, seria una formidable terraza que comunicaria con el salón de la primera planta, identico al de la planta baja, con sus cinco esplendidos ventanales, uno de ellos transformado en puerta de acceso . Estarian sustituidas sus desvencijadas puertas por otras, de madera maciza con cuarterones labrados en consonancia al conjunto y los suelos de ambos salones y de sus siete amplios dormitorios se vestirian con las mejores losetas de cerámica. El jardín situado en el angulo derecho de la casa, cuyas aristas eran los diez metros de fondo de la misma con los siete metros del almacen adosado al muro de su patio interior, mantendria la altisima palmera que lo adornaba así como los tres pinos de su frente junto a la marquesina y el resto quedaria plantado de rosales. Parece que mi pensamiento iba en consonancia con mi acción porque cuando quise darme cuenta, aquel caseron estaba hecho un primor. Además de las mejoras descritas, habia arreglado la fachada y las paredes exteriores y las habia pintado de un verde primavera con cenefas en blanco en las ventanas y en los vertices, que le daban un aspecto alegre y juvenil. En los baños y en la cocina solo faltaba instalar la griferia y los accesorios; en las puertas, las cerraduras y en los techos las lámparas. Los muebles que ya habia comprado estaban ordenados y apilados ocupando casi todo el salón y mi impaciencia por tenerlo todo acabado y poder mostralo a mi familia estaba a flor de piel. Al día siguiente quedaria todo acabado y ordenado y la sorpresa que les iba a dar seria total, ya que nadie mas que yo sabia lo que se habia hecho en esa casa. Madrugué mas que nunca; cuando llegué no habia acudido todavía ningún obrero. Me dirijí a la puerta y la encontré abierta de par en par y al entrar... desolación. Las puertas de cuarterones estaban destrozadas, las herramientas contundentes de los obreros habian sido el instrumento de aquel vandalismo. Todos los cristales, todos, en ambos pisos estaban rotos, los ventanales reventados, la tina golpeada con un pico, llena de agujeros, el frigorifico igual, las lamparas hechas una ruina y los muebles destrozados por las reiteradas descargas de una escopeta de gran calibre con los cañones recortados, lo que se apreciaba por el gran agujero producido a la entrada de los proyectiles y el inmenso boquete a su salida. No quedó un mueble sano. La escayola que habia puesto en los cuartos de baño estaba golpeada y rota por los propios puntales que habiamos utilizado para instalarla y los azulejos rotos o desportillados. Hecho el inmenso balance de daños lloré amargamente como un niño, no por las pérdidas que pudiese haber tenido, sino por la desilusión, por mi impotencia, por no comprender el por qué de de tanto odio. Me senté en un escalón y con los ojos cerrados para no ver ante mis ojos tanta infamia no encontré otro alivio a mi desgracia que buscar la venganza. Despedí a los obreros, conforme iban llegando, dandome muestras de solidaridad y consternación ante aquel horror, pero ninguno pudo hallar una luz que nos condujera a descubrir al culpable o culpables de lo ocurrido.


Aquella noche, esperando que pudieran volver, mejor preparados, guiados por su maldad o por su codicia ya que todavía quedaban algunas cosas que tenian valor, me dirijí a la casa con una escopeta de caza de repetición; dejé el coche camuflado a varios kilometros y a pié en plena noche entré en la casa con sigilo y me instalé junto a un ventanal desvencijado del salón desde donde dominaba la puerta de entrada; me senté en un lisiado sillón, que nunca ya podria estrenar y con la escopeta sobre mis piernas esperé. Mi intención era acabar con aquel o aquellos canallas cuyo placer habia sido tan solo hacerme daño y los odié como a nadie he odiado jamás. Cerré los ojos y me adormecí. De pronto me dió la sensación de que un vehiculo a motor se acercaba, primero como un rumor lejano, despues mucho mas inmediato. Me incorporé y una descarga de adrenalina me recorrió todo el cuerpo. El ruido procedia de un tren que pasaba a varios kilometros pero que en el silencio de la noche se escuchaba con gran nitidez aunque en la distancia parecia mas bien un coche o una furgoneta. Volví a cerrar los ojos hasta que otro tren volvió a despabilar mi aturdimiento y fué entonces cuando me pregunté a mi mismo si llegado el momento seria capaz de disparar para matar a un hombre. Mi odio hacia que me aferrase a la idea , pero algo interior, mucho más fuerte, quizás mi conciencia o mi cobardía me empujaban a salir de aquella casa, haciendome ver que no seria capaz de hacerlo y que incluso, ante mi indecisión, podia ser víctima de ellos con mi propia arma y sin mas preambulos me dirijí de nuevo a mi coche y llegué a mi casa al amanecer.

No me fué muy dificil desprenderme de la finca. La cambié, tras abonar en metálico seiscientas mil pesetas, por un precioso piso a estrenar, grande y céntrico que fué del agrado de toda la familia; que nunca supo, ni de lo que hice ni de lo que perdí en aquella casona de mis sueños, que aún recreo en mi recuerdo con toda la expléndidez de aquel último día de ilusión.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Papà!!!!no sè cuantos años tendrìa yo entonces...pero no me quedan recuerdos de aquella casona.Supongo que hoy por hoy la verìa de otro modo.Al menos me maravillarìa de su grandeza.He sentido enormemente este suceso,pero màs aùn tu silencio y el no poder compartir tu desaliento con nosotros.Debiste sentirte muy solo y lo siento.
Desde luego este blog ya es una reliquia,me encanta que no te canses de escribir,yo llevo mucho retraso contigo,pero sè que tus escritos estàn ahì esperàndome y eso me complace.
Un beso muy fuerte papà.

Io dijo...

¡Qué desolación!

Me has emocionado tanto con cada detalle de la que iba a ser tu casa, con cada pincelada que le dabas a ese magnífico sueño, he visto con tanta nitidez ese porche, las puertas, la escalera y su barandilla, el formidable salón de cinco ventanales, las vigas del techo barnizadas, las paredes enlucidas, me estaba pareciendo una casa tan maravillosa que cuando has relatado lo que hicieron con ella esos miserables he estado a punto de echarme a llorar.

Nunca sabremos por qué suceden estas cosas, si realmente fue un guiño de la vida porque no hubiéseis sido felices ahí, si son solo las consecuencias de la infame condición humana cuando campa a sus anchas, pero desde luego tuvo que ser un trago muy muy amargo. Y ese odio es totalmente comprensible. A mí me lo ponen delante y lo mato.

Pero me alegro de que reflexionaras, porque igual te podrían haber hecho daño a tí y hoy no estarías aquí, escribiendo estos recuerdos tan vívidos y entrañables, ni yo emocionándome con ellos.

En cualquier caso, estoy convencida de que en aquel piso levantaste el mismo hogar. Un hombre capaz de soñar y realizar una casa como aquella, la puede edificar incluso en una cueva.

Qué maravillosa recreación, Pichiri.

Enhorabuena!

Un fuerte abrazo!!!

JuanRa Diablo dijo...

Ay, papá, como siempre, el eterno soñador que siempre has sido queda patente una vez más en este relato.
Si no me equivoco te estás refiriendo a una gran casa que había (y sigue habiendo) entre Sax y Villena próxima a la vía del tren. Yo sí la recuerdo, pero, claro, acostumbrado a tus compras y ventas de casas y terrenos no imaginé que aquella era tan importante para tí.
Siento mucho la primera desilusión y más aún que se te frustrara aquel sueño de una forma tan canalla, pero también creo que la felicidad no estaba en una casa enorme donde albergarnos a todos porque, ya ves, paradojas del destino, esos nietos con los que soñabas están corriendo ahora en la casa de campo en la que siempre hemos vivido y que a tí no te atraía, no te satisfacía.
Tú queriendo siempre hacer algo portentoso, lograr algo grande cuando lo grande eras tú y tú podías hacer grande lo que te rodeaba.
Pero te comprendo porque esa alma soñadora la llevas innata en tu personalidad y no te imagino de otra forma. Y me gustas tal y como eres.

pichiri dijo...

Nuestra casa de siempre, a la que siempre he amado y sigo amando, la fuí apartando poco a poco de mi corazón para estar preparado para el día, que tarde o temprano tenia que llegar, en que fuese absorvida por esa terrible avenida que estaba en proyecto y que incluso comenzaron unos cientos de metros mas alante. No se si habrá sido detenido el proyecto, pero por entonces se anunciaba como inminente. Es por ello por lo que consideraba inutil cualquier mejora que hiciese, que además haria mas triste mi despedida.
Las actitudes de los demás a veces no llegan a comprenderse, pero cuando veas que una persona actua fuera de tu logica, siempre, si buscas, encontrarás un motivo que lo justifica. Seria tedioso explicar a los demás cada uno de nuestros pasos, maxime cuando estos no se deben a una decisión meditada y calculada sino a un sentimiento nacido a consecuencia de una fustración, igual que me ocurrió con aquel caseron. Por mas avenidas que puedan pasar; aunque no quedase de ella ningún vestigio en el futuro, nunca podre olvidar el hogar donde os ví crecer y donde sin duda he pasado los momentos mas felices de mi vida.

Anónimo dijo...

Yo también he reconocido a la casona como la casona de Villena. Era muy pequeño pero en realidad me acuerdo bién y no recuerdo que por parte nuestra ( de tus hijos, me refiero) hubiera muestras de desilusión. Yo tendría unos cinco años, por lo que Juan rondaría los doce y Tomás los diez, edades muy tempranas como para valorar ciertas cosas desde el punto de vistas que planteas. Por mi parte recuerdo todo como una aventura. En las cuadras se había refugiado una oveja descarriada de algún rebaño. Si no me equivoco estaba incluso preñada. A mí me hizo mucha ilusión y te lo manifesté... la quería para nosotros, pero cuando intentaste acercarte a ella te intentó topar y salió como un rayo por los inmensos trigales. Recuerdo también que entre los campos de espigas, que sobrepasaban mi altura, proliferaban las amapolas y que nos acercamos todos juntos a una chopera que había a lo lejos por detrás de la casa a la que había que acceder a través de badenes empedrados. Por motivos del destino tu pasado se juntó con mi futuro, como en otras ocasiones, y en esa misma casona, transformada en finca de equitación, monté a caballo varios años para los desfiles como embajador. Apenas reconocí la antigua casona pero supe que era ella inmediatamente por la vía del tren a lo lejos, por la escalera que subía al piso superior que tenía un entrante en la pared para la colocación de algún gran jarrón y sobre todo porque mi memoria no me falla. FRAN