viernes, 12 de julio de 2013

LA CAIDA DE UN COLOSO.

Se levantaba con las primeras luces del sol como ya era su costumbre. A esa hora, sin excepción, la necesidad de orinar lo empujaba de la cama con tal premura que parecia que su necesidad estuviera aliada con la aurora para no permitirle que dejara de recibirla en todo su explendor.

Como si estuviera sincronizado, tras la última sacudida de su disminuido falo, rompia el silencio que le rodeaba con una rastra de pedos tan sonoros, que le hacian dibujar una sonrisa de exultante complicidad, esperando unos segundos para ver si de las habitaciones adyadcentes surgia alguna sometida queja y cuando oia algún resoplido de desespero, explosiónaba en carcajadas, que en mas de una ocasión daban lugar al inicio de otro tipo de evacuación mas consistente.

De una forma u otra, al situarse ante el lavabo se provocaba el mismo, con el cepillo de dientes, una tos de perro con la que trataba, desde lo mas hondo, arrancar las flemas acumuladas, con unos logros sustanciosos y reiterados, que llegaban a ponerlo rojo en los últimos intentos, cuando los pequeños residuos se resistian a desprenderse de los ennegrecidos bronquios de los sufridos pulmones de tan abatido cuerpo.

"Este fumete me vá a matar", decia mientras encaminaba sus pasos hacia la cajetilla para encender el primer cigarrillo de la mañana.

Habia estado muchisimos años sin fumar y quizás fuese eso lo que le salvó en la operación a corazón abierto que habia sufrido doce años antes, pero como tras ella, las circunstancias lo sometieron a una gran tensión y desesperanza, volvió al vicio, hasta que por los azares de la vida, descubrio que aún valia la pena vivirla y volvio a dejar de fumar durante casi siete años en que yendo a cumplir los setenta y uno, dandose cuenta de que mas que vivir estaba vegetando, volvió al cigarrillo mas que por vicio, por el solaz entretenimiento que este le proporcionaba en las largas horas de somera inactividad.

El primer pitillo matutino lo fumaba completamente desnudo frente al computador, viendo si había recibido algún correo, con el desengaño reiterado que suponia comprobar que las únicas entradas jamás correspondíasn a los correos deseados, siendo la campanilla del despertador de su esposa la que lo obligaba a vestirse con algún decoro, antes de que la niña se levantase para ir al colégio, siendo su atuendo cotidiano una pantaloneta, única prenda que había venido utilizando para estar en casa, desde que descubrio su ya evidente vejez.

Algunas veces colaboraba con su esposa poniendo de comer a los multiples animales que adornaban su pequeña hacienda, siendo esta la única labor que esporádicamente lo sacaba de su rutina. La fatiga que últimamente le producia cualquier esfuerzo y la lamentable experiencia sufrida en el último viaje que en solitario habia hecho a la capital,  en la que vió reflejadas en si mismo situaciones que con anterioridad contempló en otros con tristeza, lo decidieron a no salir mas del reducto de su predio, a no ser acompañado y siempre por motivos de fuerza mayor.

Los atractivos de la vida que para él siempre fueron un incentivo irrenunciable y que como un imán constantemente le atrajeron, pasaron a formar parte de sus recuerdos; las ilusiones que acarició a lo largo de su vida, aún pendientes, se fueron frustrando, postergandose y diluyendose hasta tener que renunciar a ellas por ser ya inaccesibles; el penúltimo gran viaje que haría, cuando por el éxito de su más ferviente ilusión tuviese algo que ofrecer, tambien tenia todos los visos de estar destinado al fracaso. La esperanza y la paciencia eran ya sus únicos soportes y las pocas veces que intentó sobreponerse a su disminuida consistencia, saliendo de paseo para hecer algo de ejercicio, su voluntarioso esfuerzo, solo le propició un regreso de fatiga y malestar que hicieron que el remedio fuera peor que la enfermedad.

-Sr. Juan, ¿no sabe que el tabaco le perjudica? ¡Usted no debe de fumar!-

Le decia una jovencita que tiempo atrás le despertaba y complacia sus instintos y a la que ahora miraba con toda candidez.

Si, si, voy a dejarlo, te lo prometo, contestaba... , imaginando ilusionado que con suerte, ese podria ser el último día de su vida.

  

No hay comentarios: