viernes, 16 de enero de 2009

LOS DOS CAMARADAS

Pertenecian los dos al mismo destacamento. En una emboscada habian sido de los muy pocos que habian quedado con vida, pero que atrocidad. Ocupaban la misma habitación en la planta de quemados del hospital militar, ambos con quemaduras de tercer grado como consecuencia del napalm y a uno de ellos habian tenido que amputarle las dos piernas casi hasta la altura de las ingles; el otro habia podido conservar todos sus miembros pero estaban anquilosados y su aspecto era completamente el de una momia de la que solo se veia su cara tambien magullada. Era un milagro que hubiesen conservado la vida, aún en peligro si no se les atendia con sumo cuidado. Durante el día su habitación era un continuo ir y venir de enfermeras que les atendian con todo mimo aplicando con exactitud cronometrica los remedios que los facultativos anotaban en la tablilla, en sus dos visitas diarias, no pudiendo, practicamente, intercambiar entre ellos ninguna conversación, pero al atardecer, revisados los vendajes, aplicados los remedios y administrados todos los medicamentos, las enfermeras les daban la cena y los dejaban listos hasta el día siguiente. Este era el mejor momento de ambos, ya que precisamente a esas horas se encendian las luces del parquecito que habia muy cerca del hospital, precisamente frente a la ventana del que parecia una momia, el cual como tenia el cuerpo reclinado junto mismo a la ventana podia divisar un amplio espacio de su entorno y dada la inmobilidad de ambos contaba a su compañero todo lo que iba viendo, siendo esta la única forma de evadirse de aquel infierno. Tan minuciosas eran las descripciones del entorno, que el que estaba alejado de la ventana conocia al centimetro cada uno de los detalles y lo emocionante para ambos era esperar el acontecer que cada día se producia en tan limitado espacio. El parquecito no era muy grande pero si muy acogedor y como no tenia demasiado arbolado y estaba bien iluminado permitia ver sus cortas avenidas como si de un exagono regular se tratase, de cuyos vertices partian para confluir en una placita en cuyo centro habia una pequeña fuente iluminada por una gran farola de cuatro brazos. A ambos lados de las avenidas, de forma simetrica habia unos bancos de madera cuyo espaldar inclinado hacia atrás con forma redondeada hacia intuir que eran muy cómodos y algunos de ellos, quizás por que así habia sido diseñado el parque estaban situados bajo la frondosidad de las falsas pimientas que daban cierta intimidad al ambiente. A la izquierda del parquecito y formando calle con el, habia un edificio de apartamentos y en sus bajos varios establecimientos comerciales, entre ellos una farmacia, una tienda de ultramarinos y otra de articulos fotográficos, estas al menos eran las que estaban al alcance de su vista. La calle de la derecha del parque mirando por la ventana, no quedaba ya al al alcance de la vista desde la posición que ocupaba el enfermo. El parque siempre ofrecia algún que otro tema de entretenimiento, aunque a veces a través de las ventanas de los apartamentos tambien podian observarse a rafagas alguna que otra situación que vulneraba la intimidad de los vecinos pero que hacia esbozar en los dos enfermos la mueca de una sonrisa. Habia una pareja que era adicta a uno de los bancos, que aunque estaba protegido de las miradas desde la calle era un blanco perfecto para la mirada del enfermo. No solian fallar ninguna noche y lo que en principio eran dialogos casi platonicos con las manos entrelazadas poco a poco se fué desbordando en besos apasionados y caricias perifericas, llegando el momento en que la observación hubiera llegado a sonrojar las mejillas del enfermo si no las hubiese tenido chamuscadas. El enfermo que estaba alejado pedia mas y mas, queria que le diese los mas mínimos detalles ¿La está besando ahora? preguntaba, ¿le distingues los senos? ¿Que ropa lleva? y así día tras día, esperaban ansiosos esas horas de intimidad quedando su mente pendiente de la película que por jornadas la noche les propiciaba. El enfermo que estaba alejado de la ventana habia pedido a su amigo con insistencia que permitiese cambiar su cama junto a la ventana aunque solo fuera por unos días. Queria ver las caras de los enamorados, sentir en directo esas sensaciones que llegaban hasta el tan solo a través de la voz de su compañero, pero este nunca accedió. Esto fué creando en el un odio latente. Una noche el que observaba por la ventana sufrió unas terribles convulsiones; de inmediato su compañero que tenia una mano sana cogió el timbre para avisar a la enfermera, pero le pasó por la cabeza el que si su compañero moria el podria ocupar esa cama privilegiada. Una lucha interior mas encarnizada que la que ya habia sufrido en aquella terrible emboscada inundó su corazón y prevaleció su insana envidia. Al día siguiente las enfermeras encontraron el cuerpo sin vida de aquel pobre soldado que tanto habia padecido. Sin demora, su asesino, pidio que trasladaran su cama junto a la ventana, ya nadie tendria que contarle lo que el iba a ver en directo, ese aliciente le daria fuerzas para sobrevivir. Cuando fué trasladado pidió que descorriesen las cortinas y al asomarse quedó estupefacto al ver que la ventana daba a un callejón interior del hospital en el que tan solo se veian apilados algunos materiales de construcción.

J.R.CABRERA AMAT.
Basado en una historía que me contó
mi cuñado Rodolfo Guarinos Amat q.e.p.d.
hace ya sesenta años.

6 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Tremenda esta historia. Queda en la imaginación de cada cual el gran impacto que causaría en el superviviente darse cuenta de lo que había perdido y el suplicio que sería ahora su vida por culpa de su codicia.
Es durísima.

Anónimo dijo...

Me ha sorprendido muchísimo el final...eso ha hecho que me guste mucho más si cabe. Me ha dado mucha pena ver que el enfermo de la ventana tuviera tanta vida interior como para amenizar la de su amigo.Por cierto "Io", ya que no puedo dejar comenterios en tu blog utilizo el presente para decirte que me gustaría mucho volver a ver tus comentarios por aquí. FRAN

pichiri dijo...

En cualquier historia es bueno dejar al lector que use su imaginación, es como hacerle participe del relato. El único riesgo surje cuando a pesar de ser evidente, no vé ni busca esa evidencia. Es como cuando cuentas un chiste y no le ven la gracia, pero es un riesgo que a veces se debe de correr.

pichiri dijo...

Querido Fran, ahí esta precisamente el meollo del cuento.

Io dijo...

Qué extraordinario relato!

No conocía esta faceta tuya. Pensaba que estabas contando una historia real.

El mensaje que transmite es tan trágico como verdadero. Cualquier manifestación de vida es imprescindible cuando uno se encuentra tan alejado de ella. La actitud de su compañero, inventando vida para él, es de una conmovedora generosidad. El final es sorprendente y terriblemente trágico. Acabó con cualquier resquicio de vida. La de su camarada y la que su camarada creaba para alimentar su ilusión.

Enhorabuena, Pichiri! Es magnífico!

Fran, muchas gracias. Estoy escasa de tiempo y ando retrasada con los blogs.

Un fuerte abrazo a los tres!

Anónimo dijo...

¡Qué alegría volver a verte "IO"!Intentaré participar también en tu blog haciendo lo que me dijiste aunque como soy nuevo en esto de internet y soy un poco negado para los ordenadores, no sé si me resultará fácil o no. Sinceramente creo que tienes un gran corazón. Un beso FRAN.