miércoles, 18 de septiembre de 2013

OTRO PASITO MÁS EN MI VIDA


 Estamos en Septiembre y son las 06:39 a.m. del miércoles día 18. 
Anoche hubo tormenta y el ambiente está fresco y húmedo. Del sombraje que puse sobre la lagunita donde se alojan las ánades, se descolgó  un extremo abatido por el viento, y ahora, movido por la brisa, se balancea peinando la superficie del agua el deshilachado polisombra que brilla intensamente por el reflejo de los rayos del sol de la mañana.

Los días de vino y rosas ya pasaron para los animales que aún pululan por los potreros, después de haber sido diezmados a partir del momento en que decidimos regresar a Barranquilla.

Ya no soy yo el que los atiende y a pesar de mi enfado, los comederos que antes siempre estaban a rebosar, ahora lucen vacíos salvo el corto espacio de tiempo que transcurre desde el momento en que se les echa la única comida del día y el que se la engullen casi desesperadamente.

Aquellos animales, a los que conocía y de los que sabía sus defectos y sus virtudes, ya pasaron a la historia. Los que ahora perviven son casi unos extraños que ni forman parte de mi presente, ni serán tampoco parte de mi porvenir. Solo son la última descendencia de aquellos con los que conviví de forma tan cercana, de aquellos a los que puse un nombre mientras, al mirarlos, imaginaba un futuro en el que ahora sería imposible su presencia.

En poquísimo tiempo, todas las mejoras que pensando en ellos había realizado, pasaron a ser un gasto inútil. Los nuevos corrales nunca llegaron a estrenarse y tras la venta masiva de los mejores ejemplares, solo quedaron algunas pollitas y pollitos que por su corta edad nadie quiso, ocurriendo lo mismo también con los patos y los pavos, que pronto serán serios candidatos para formar parte de las viandas de las mejores mesas.

Para diciembre queremos tener culminado nuestro traslado, y ningún ser vivo puede quedar aquí solo y desatendido. Incluso de los perros nos hemos tenido que ir desprendiendo, quedando tan solo dos de los cinco que llegamos a tener, no sabiendo ya a quien ofrecer los que aún nos quedan.

Es curioso, y a la vez triste, el comprobar que aquello que antes llenó tantas horas de felicidad en mi existencia, ahora es una impedimenta que me lastra y me molesta, no sabiendo ya de qué forma quitármela de encima, pero lo más triste, es el que haya aceptando esta renuncia a sabiendas de que voy a echar muy de menos las ilusiones que aquí llegué a tener y que allí jamás podré realizar. Espero que mi sacrificio quede compensado con la dicha que me depara complacer otros deseos que, aunque no se me expresan con insistencia, me consta que ocupan un lugar preeminente en las más cercanas aspiraciones de quienes me rodean..

Adiós pues, por segunda vez a Cascajal, en donde dejo muchísimas anécdotas y otras tantas historias que será mejor que nunca se lleguen a conocer, aunque quienes las conocen, por fuerza, me tendrán que recordar, si no con admiración, sí al menos con simpatía y quizás incluso con cariño. 

Difícil será que pueda reiniciar en ti, una tercera vez lo que aquí dejo, ya que ni mi edad, ni mi salud creo que me lo permitan, pero de lo que sí estoy seguro es de que en más de una vigilia he de evocarte en mi recuerdo.

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