viernes, 10 de mayo de 2013

INCOHERENCIAS VARIAS

Salvo en una corta etapa de la vida que coincide con nuestra niñez y parte de nuestra adolescencia, en la que todo es nuevo y  nuestro afán es conocer, aprender y experimentar..., en nuestra existencia..., ya superado ese inicio, empezamos a creernos maestros de lo que todavía ignoramos, considerando a los mas experimentados, unos ingenuos.

No hace falta vivir mucho para que caigamos en la cuenta de que nuestra arrogancia, es la mejor aliada de nuestra ignorancia supina, llegando a estas conclusiones, que no nos van a servir para el futuro, cuando ya no nos queda ninguna excusa que pueda paliar la verdadera causa de nuestros fracasos.
 
Lo terrible es que, aún en las vidas longevas, plagadas de experiencias y desengaños, solo a partir de la vejez empezamos a tener verdadera consciencia de nuestros actos, pudiendo intuir con pocas posibilidades de error cuales van a ser sus resultados, pero eso no impide que sigamos los mismos cauces, que por naturaleza siempre seguimos, arrostrando las consecuencias que no ignoramos.

La única diferencia entre la juventud y la vejez es que los primeros actúan de forma inconsciente, desconocedores de todos los pros y los contras que pueden devenir de sus acciones y omisiones, que quizás, si los hubiesen conocido de antemano, podrían haber influido en la acción u omisión de los mismos. Cosa que no ocurre en los mayores que actuamos conscientes de lo que nos puede sobrevenir al reincidir con empecinamiento Esta incongruencia que no se ajusta a los mas elementales principios de la lógica, por experiencia, veo que aparece en la mayor parte de los mortales que, inconscientes o conscientes actúan dejándose llevar por unos impulsos cuyo patrón va implícito en nuestra condición humana. LA PRUEBA IRREFUTABLE RADICA EN LA REITERACIÓN.

LA CONSCIENCIA RARAMENTE EVITA LA ACCIÓN U OMISIÓN DE UN ACTO. SOLO A VECES PUEDE INFLUIR EN LA FORMA EN QUE LO REALICEMOS O LO PODAMOS OMITIR.

El mundo interior de las personas es inescrutable, incluso cuando estamos ante las que calificamos como extravertidas. Todos guardamos bajo siete llaves aspectos que nos pueden avergonzar. Encontrar a una persona que deja al margen los convencionalismos y se manifiesta tal como le inspira su conciencia en todos los aspectos, sin ocultar siquiera aquello que pudiera ir en su detrimento, es rara avis de la que tendríamos mucho que aprender.

Con la hipocresía que lamentablemente nos caracteriza, a estas personas las calificamos como tontos de solemnidad, calificándolos de tal manera porque sabemos que incluso los tontos propiamente dichos, silencian ciertos aspectos de su vida.

 La observancia a ultranza de la ley puede a veces ir en contra de la virtud y viceversa, lo difícil es saber cuando es loable la inobservancia de la ley en favor de la virtud y cuando debemos dejar al margen nuestra virtud en favor de la ley, ya que ateniéndonos a su definición, una y otra son irreprochables. Si tratásemos de esclarecer que es lo que debería de primar, tendríamos que contemplar tantos aspectos que seria imposible, tras una conclusión, sentirnos seguros de estar en posesión de la verdad. No obstante, mi criterio se inclina siempre en favor de la Virtud en consideración a su procedencia teológica. De ahí surgen los inconformismos
fundamentados ante algunas leyes que no tiene nada que ver con los inconformismos que no se fundamentan ni en la virtud, ni en los mas elementales principios de la ética.

Lo ilegal, como lo inmoral puede ser justificable en ciertas circunstancias. Esto no exime la culpabilidad, ni la responsabilidad legal y moral, pero si debiera ser un atenuante. Incluso en ciertos casos, los propios jurados, tras dar su veredicto de culpabilidad y leer la sentencia, deberían estar dotados de facultades, para señalar la recompensa que a su juicio correspondiese al reo por la comisión de dicho delito.

Sirva como ejemplo este supuesto: "Por un defecto de forma, se deja en libertad al asesino y violador de una joven y el padre de la misma a la salida del juzgado le propina cuatro tiros en la cabeza."

Los legisladores han tenido la insolencia de legislar, basándose en principios idealistas, sin tener en cuenta que no estamos en el Paraíso, donde aún en ese entorno de dicha infinita, se cometió el primero y mas trascendental de todos los delitos. 

 




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