jueves, 27 de noviembre de 2008

UNA ANECDOTA GRACIOSA


Como ya he comentado en alguna entrada anterior, siempre me ha atraido la naturaleza. En mis exploraciones, generalmente en solitario, cuanto mas lejano, abrupto y escondido era el lugar mas interés me despertaba, habiendo pensado en mas de una ocasión y creo que con razón que aquellos rincones no debian de haber sido pisados por ningún humano en mas de cien años. Me he metido en cuevas, recovecos, hendiduras, incluso en grietas en las que solo podia entrar tumbado en cubico supino, empapando mi espalda en los pequeños charcos que se formaban en su interior por las filtraciones, que habian formado en el techo de la grieta, a no mas de veinte centimetros de mi cara, minúsculas estalagtitas que le daban una singular belleza. Arrastrado como un reptil, teniendo que sujetar a veces la linterna con la boca y rompiendo con la cabeza las telas de araña impregnadas de polvo, que estarian allí desde no se cuando, no abandonaba mi empeño hasta llegar al final de aquellos tunelés que en muchas ocasiones aún se prolongaban por agujeros de diametro no mayor que el de una madriguera de conejos y que logicamente eran impenetrables. En una ocasión salí en exploración con dos amigos: Manuel Gutierrez que actualmente está en Madrid con un cargo importantisimo en la Compañia de Seguros "El Ocaso" y Jorge Bellot Mellado, entrañable amigo desde la infancia que hace dos años perdí victima de un cancer de pulmón q.e.p.d. Mi amigo Jorge quiso ir a la cabeza, le seguia yo y como vagon de cola "El Guti". El punto a explorar era La Cueva del Encanto en la Sierra del Caballo, situada en una de las estribaciones de la Cordillera Iberica y el comentario general es que nadie habia llegado hasta el final. Efectivamente era penosisimo pasar por algunas de sus estrecheces, tras las cuales habia que averiguar cual seria el conducto acertado. En determinado momento pensamos que ya habia concluido nuestra aventura al llegar a un receptaculo en el que pudimos incorporarnos, ya que llevabamos mas de quince minutos avanzando arrastrados o en cuclillas, y vimos que no habia ningún otro conducto para seguir. Decidimos descansar ya que estabamos completamente agotados, respirando un aire viciado, incluso escaso, pero cuando ibamos a emprender el regreso al mover la linterna "El Guti" vió que el tunel se prolongaba por el techo del receptaculo con una ligera pendiente hacia arriba. A pesar de nuestro agotamiento no quisimos abandonar la empresa pensando que iba a ser un galardón poder afirmar que eramos los unicos que habiamos llegado al final y sacando fuerzas de flaqueza proseguimos tras muchas dificultades para poder acceder a aquel tunel. No cabia mas posibilidad de avance que el arrastrar nuestros cuerpos por aquella pendiente en la que cabiamos casi justo y nuestro agotamiento se iba acentuando sin duda por la falta de oxigeno. Jorgito iba delante de mi y mi cabeza casi rozaba sus talones, la linterna a veces fallaba dejandonos en la mas absoluta oscuridad, El Guti" que empezó a sentir temor pensando que algo se arrastraba detrás de el, se sentia mas seguro agarrandose en mis piernas, lo que me producia un gran desasosiego y nuestra respiración a falta de aire se hizo cada vez mas acelerada y ruidosa. En esta situación, no sé si por la emoción o porque a Jorgito le sentaron mal los dos huevos duros que se habia comido en el desayuno, se le descompuso el cuerpo y se soltó una yesca de esas que hacen epoca, yo creo que en vez de salir se rompió en mis narices en el momento en que aspiraba con mas ansiedad el poquisimo oxigeno del que disponia, mientras que el Guti que era mucho mas menudo que nosostros soltó mis piernas y como una exalación inició el retroceso, como corcel que sale de la jaula en un handicap trascendental a pesar de ir arrastrandose y de culo y sin importarle en absoluto lo que el creia que se iba arastrando detrás de el, mientras gritaba desesperado "Ay madre, que me axfisio." Yo pensé que si me alteraba y trataba de imitar al Guti no iba a soportar el soponcio y decidí quedarme quieto y tragarme estoicamente el regalo de mi amigo haciendo volar mi imaginación pensando en la forma en que despues lo mataria y Jorgito al que posiblemente le llegaba muy poco de sus efluvios porque tenia encajonado su trasero en aquel embudo se desternillaba de risa pidiendo perdón entre ja jas Per-ja ja dón jajaja, empujando en sus espasmos alguna que otra bufa más. Aunque no lo creais y a pesar de todo llegamos al final de la cueva, solamente que al regreso dejamos a Jorgito en el último lugar. Ojalá pudiese llegar hasta el este recuerdo PARA QUE SE VOLVIERA A REIR aunque fuera a mi costa.

5 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Estaba seguro de que tarde o temprano hablarías de esto porque la anécdota es muy divertida.
Mientras leía pensaba que probablemente nadie haya vuelto a pasar por aquellos pasadizos después de vosotros. También me ha dado por pensar en lo terrible que debe ser un ataque de claustrofobia repentino en sitios así.
También me pregunto si todo el que te lea sabrá a qué te refieres al decir "yesca". Supongo que sí por el contexto y porque la palabreja ya huele sólo con pronunciarla.
¿Te acuerdas de lo que era una "Morgan"?
Me he reído mucho.

Silencio dijo...

Pues yo no me he reido ni pienso hacerlo, ala!... jajajaja.. qué bueno!(vamos, que no cuela, verdad?)

Estáis seguros de que todas las historias de este blog son verdaderas? Es que hay cada una ... :-D!

Por cierto JuanRa, por si las moscas...Oyes pichiri.. que siento mucho que me haya dolido la garganta. Prometo intentar no volver a hacerlo, pero no me regañes ni me castigues contra la pared con la enciclopedia en las manos y los brazos en cruz, vale?:-P!...

Besitos p'ámbos!

Anónimo dijo...

Tomás: Qué bueno papá, lo que me he reído, con esta historia, recuerdo cuando nos la contaste por primera vez, me resulta mucho más graciosa leída con tu peculiar forma de contar las cosas...

Anónimo dijo...

Tomás: Qué bueno papá, lo que me he reído, con esta historia, recuerdo cuando nos la contaste por primera vez, me resulta mucho más graciosa leída con tu peculiar forma de contar las cosas...

Anónimo dijo...

Una historia muy graciosa, pero sin dejar de ser claustrofóbica...Qué agobio he llegado a sentir!! Muchos años después el destino hizo que tus hijos conocieran a las hijas de Jorge y tras un largo silencio mi destino volvió a juntarse con el suyo ya que él era embajador Moro de Elda y yo lo sigo siendo Cristiano de Petrel. Hicimos una buena y breve amistad ya que poco después lo mató el cáncer. FRAN