martes, 9 de diciembre de 2008

LOS EXTRAÑOS CAMINOS DEL RECUERDO


A veces, hay sutilezas irrelevantes que me producen un gran impacto. Sin duda están ligadas a recuerdos desvanecidos, que luchan por sobrevivir, buscando volver a mi consciencia a través de estas señales que pueden ser la llave de hermosisimos recuerdos. Son muchas las cosas que a lo largo de mi vida me han dejado inmerso en un extraño extasis de gozo y evocación, mas allá de lo que en sí su simpleza pudiera aparentar, ya que para mi tienen otro ignoto significado. Es como si hubiera algo que a ellas me vincula, como si yo formase parte de lo que en su fondo encierran. En algunas, muy pocas, he intuido el por qué de ese sentimiento con la ayuda de los que me rodeaban, de otras, aún espero comprender algún día el por qué de mi emoción, las más, será ya imposible descifrar su mensaje porque perdí a quienes podrian haberme dado una luz y las demás, que viví casi de incognito en mi niñez, mientras jugaba con los otros niños de la aldea de mis veranos, entrando y saliendo de sus casas, ajeno por completo a sus vicisitudes, aunque ahora, extrañamente, las recuerde como si las estuviera volviendo a ver con toda su intensidad, ya nunca podré volverlas a vivir , porque además serian irrepetibles. El olor de la leche recien hervida, del pan tostado, del chocolate recien hecho; la frescura del amanecer, los atardeceres en el campo; el ruido del agua en cualquiera de sus recorridos, por esas acequias casi engullidas por la frondosidad de la segaisa que las envuelve y las hace salvajes, antojandosenos que a su través las aguas son mas frescas y puras; el canto lejano de algún labrador que abre la besana de su esperanza en esa carta abierta de su canción al universo entero, mientras atento arrea a la mula y vigila la rectitud del surco. Las mujeres a coro, mientras recogen la aceituna para ayudar a sus hombres en la ingente labor, alguna de ellas haciendo un alto para amamantar a su casi recien nacido, que la acompaña en su tarea abrigado y protegido a la sombra del mas acogedor de los olivos ; el semblante taciturno de los que regresan de su trabajo quedandoles todavia fuerza para esbozar una sonrisa al devolverte el saludo, con un hermosisimo ¡Que Dios le bendiga!, para despues seguir su camino con igual semblante, quizás mas severo, al haber perdido el hilo de sus pensamientos en el punto en que tuvo que salir de ellos por nuestra intromisión. El regreso de los ganados a la Aldea, ya casi anocheciendo y su estampida sobre los abrevaderos, sedientos, trás todo un dia bajo el sol inclemente, llenando sus panzas con la frescura del agua venida directamente de los manantiales para después regresar a sus casas, como niños aplicados, yendo cada una de las reses a sus respectivas cuadras por su propio instinto, entrando en sus corrales abiertos o esperando a la puerta para que les abran,mientras balan lastimosamente en su impaciente querencia, cuando es larga la espera. Esas luces débiles y espaciadas por las callejuelas, que en el anochecido invitan a recogerse en las casas, donde habrá que seguir con los quehaceres; encender el fuego, alimentar la acémila, preparar y engullir la parca cena y tras ello trasnochar lo que dura fumar un cigarrillo a la luz de un candil mientras se comenta con la parienta que hay que enzufrar las patatas antes de que les entre el gusano. Los cantos de los jilgueros encaretados en rojo con sus vistosas plumas amarillas y negras salpicado su plumaje gris, dando un tono de color a la blancura de los almendros florecidos; los trinos de los ruiseñores, invisibles en las frondas oscuras de los olmos y de los chopos, alrrededor de los nacimientos de aguas cristalinas, mientras una serpiente desorientada cizzaguea a través de los viñedos; la suavisima ascensión en el vuelo de los cugujadas que anidan en el suelo, al pie del tronco de las cepas de la vid; la frenetica salida de las perdices sorprendidas, que trazan un largo vuelo para después posarse suavemente, olvidando completamente el susto; la majestuosidad de las aguilas, dueñas del cielo, que sobrevuelan inmensos espacios, con la excelencia y elegancia que les infunde su jerarquia; el sigilo de los zorros que te miran insolentes cuando se saben seguros en la distancia; el olor de la tierra recien labrada, de las espigas recien segadas, de la manzanilla, de la menta, del tomillo, del romero, del hinojo...; el rigor del sol sobre tu frente o la frescura del chiri miri cuando las nubes no se deciden a desprenderse de su carga. El acercarse a la casa y empezar a escuchar las voces de los que te quieren y que quieres y adivinar sus gestos y sus risas, consciente de su felicidad, sabiendo que bajo tu techo has de encontrar frecura en los calores del verano y abrigo en las inclemencias del invierno y que siempre, siempre, te estarán esperando los besos que te arropen en tu llegada, tan dulces y cariñosos como los que recibiste en tu salida. Todas estas cosas son las que cuando las vivo, las veo, las oigo o las leo me provocan un extraño extasis de gozo y evocación.

4 comentarios:

Txema Rico dijo...

Sí, es como decía yo en un post en mi blog. Son esos "pequeños placeres" que no tienen precio y que nos hacen sentir muy bien, vivos. Son los que realmente nos van a acompañar en ese "tunel hacia la luz blanca", donde dicen que nos pasa la vida en un santiamén. De nada valdrá lo material: joyas, coches, casas, etc. Ahí, en ese "tunel", sólo van a aflorar las sensaciones vividas. REcuerdos desde la "aldea" de Almafrá Alta.

JuanRa Diablo dijo...

El gozo es mío al leer esta prosa tan poética.

Anónimo dijo...

tOMAS:ME HA ENCANTADO ESTE TEXTO, ES TAN GENIAL COMO LA SENCILLEZ DE LAS COSAS QUE DESCRIBES........

Io dijo...

Qué increíble tesoro de recuerdos... Y que suerte haberlos vivido con tanta intensidad como para que aún puedas evocar colores, aromas, sonidos del pasado.

La lectura de este relato me ha resultado fascinante. He llegado a estar ahí, a escuchar a los jilgueros, a respirar el olor del trigo, a adivinar la mirada de un zorro, incluso me he fumado ese cigarrillo trasnochador.

Supongo, en mi ignorancia de clase media, que sería una vida durísima. Pero se me han puesto los dientes largos.

Una vida inherente a la naturaleza, a las estaciones, a la climatología, a los demás seres vivos, donde el tiempo es algo tangible, donde el sueño sí es reparador, donde se trabaja para comer, y se come para vivir.

Pichiri, me ha encantado esta entrada, me ha seducido absolutamente. Y, con tu permiso, me gustaría copiármela a un documento para poder regresar a tus recuerdos cuando necesite hacer una escapada.

Enhorabuena por este baúl repleto de joyas.

Un abrazo grande.