Me resulta odioso a mi mismo, ponerme a escribir sobre un concepto metafísico sin más argumentos que mi propia experiencia, pero puedo asegurar a todos, que lo que digo es fruto de largas horas de insomnio y de meditación, siendo uno mas de esos cientos de millones de seres que deambulan insomnes como zombis, sumidos en un mismo pensamiento, que se apodera de nuestra voluntad y que nos aturde o nos eleva o nos empuja hasta el fondo de la más angustiosa de las tinieblas, haciéndonos salir de allí como una exalación por la esperanza del recuerdo de un instante que se entrecuza con una mirada, con una sonrisa, con una palabra que nos vuelve a dar alas para volar aunque sea inutilmente.
Pero tampoco podemos mirar al Amor con tanto recato y con tanta angustia, siendo como es, según yo creo, el motor que mueve nuestras vidas..., el motivo de nuestra existencia.
Hay menos que más agraciados con el amor, que han llegado a él o él les ha llegado, como un destello, como un aroma, como un susurro, y allí han quedado prendidos por tratarse de corazones con la justa medida de pasión, deslindados de la vorágine del mundo.
Pero tampoco podemos mirar al Amor con tanto recato y con tanta angustia, siendo como es, según yo creo, el motor que mueve nuestras vidas..., el motivo de nuestra existencia.
Hay menos que más agraciados con el amor, que han llegado a él o él les ha llegado, como un destello, como un aroma, como un susurro, y allí han quedado prendidos por tratarse de corazones con la justa medida de pasión, deslindados de la vorágine del mundo.
Las medias naranjas que se ajustan y se complementan, no se reprochan, ni se exigen, ni se enfrentan, porque saben lo que es el amor y saben despreciar la parte de su naturaleza que lo pervierte y lo denigra según el concepto mortal que los humanos tenemos de él.
Ruego pues, tengan conmiseración conmigo en esta empresa que a nadie creo que agrade, a pesar de que voy a tratar de ser ecuánime y siempre me voy a ajustar a la realidad del Amor como concepto, aunque pueda discurrir a veces en paralelo con el concepto generalizado que como veréis, para bien o para mal, es falso y nos pervierte.
El Amor es el sentimiento inmaterial por antonomasia. A veces se ha tratado con jovial irreverencia, calificándolo de torpe y distraido, pero la realidad es que esa sensación de aturdida incompetencia que a veces pueda mostrar, no es más que por su falta de malicia y por su incontrolado deseo de complacer, pero en realidad es el más perfecto, eficaz y trascendental de los sentimientos inmateriales.
El Amor, como otros sentimientos, es un gran desconocido, del que por error, se piensa que no existe porque no encuentran en él, lo que de él esperaban.
No me complace, pero me veo obligado a insistir sobre lo que ya he comentado sobre la Libertad y otros entes sobrenaturales. No es que el Amor no exista, sino que quienes así piensan ignoran su esencia, que no le permite conformarse con lo que confundidamente nosotros creemos que es el ideal del amor, que no tiene nada que ver con él. No estoy diciendo esto de forma peyorativa en cuanto al amor, sino todo lo contrario.
Ruego pues, tengan conmiseración conmigo en esta empresa que a nadie creo que agrade, a pesar de que voy a tratar de ser ecuánime y siempre me voy a ajustar a la realidad del Amor como concepto, aunque pueda discurrir a veces en paralelo con el concepto generalizado que como veréis, para bien o para mal, es falso y nos pervierte.
El Amor es el sentimiento inmaterial por antonomasia. A veces se ha tratado con jovial irreverencia, calificándolo de torpe y distraido, pero la realidad es que esa sensación de aturdida incompetencia que a veces pueda mostrar, no es más que por su falta de malicia y por su incontrolado deseo de complacer, pero en realidad es el más perfecto, eficaz y trascendental de los sentimientos inmateriales.
El Amor, como otros sentimientos, es un gran desconocido, del que por error, se piensa que no existe porque no encuentran en él, lo que de él esperaban.
No me complace, pero me veo obligado a insistir sobre lo que ya he comentado sobre la Libertad y otros entes sobrenaturales. No es que el Amor no exista, sino que quienes así piensan ignoran su esencia, que no le permite conformarse con lo que confundidamente nosotros creemos que es el ideal del amor, que no tiene nada que ver con él. No estoy diciendo esto de forma peyorativa en cuanto al amor, sino todo lo contrario.
El amor, como sentimiento infinito se ahoga en un mundo finito, salvo que siga el camino de la Ascetica y de la Mística, raras avis, y en su desorientada insatisfacción, que solo podrá hartarse ante la presencia de Dios, busca sin posibilidad de éxito, saciarse en el amor concebido por los hombres en su mundo finito, de ahí su inestable carácter y sus inexplicables cambios.
Otro error que tenemos, radica en la confusión de nuestro concepto de Amor en cuanto a lo que es su realidad. Los Hombres pensamos que el amor se circunscribe a la pareja. Eso no es posible, seria insuficiente de acuerdo con su fundamento.
El hombre no falla al amor como sentimiento infinito, falla en cuanto al concepto de amor que nos hemos forjado, falla en cuanto a promesas incumplidas por el hombre, no por él; falla en cuanto a lealtad, en cuanto a entrega, en cuanto a lo que vds. quieran, pero no en cuanto a lo que es en sí el como sentimiento intrínseco, porque en todo en lo que falla está la muestra de que por encima de todo prevalece su esencia, que de faltar, sería realmente cuando no existiría como tal.
Me hace mucha gracia ver a las mujeres en la compra; observando, de lo bueno, lo mejor; acercándose a los artículos con una atención envidiable, especialmente en el puesto del pescado donde observan el brillo de los ojos, las agallas ensangrentadas, la tersura de las escamas... Incluso intentan ver si trémula el cuerpo, para comprobar que la pieza elegida reune todas las condiciones que exige el buen conocimiento de un pescado fresco.
Con ese mismo entusiamo me imagino que, si no ahora, sí en otros tiempos, procederían las mujeres en la seleción del que para sus adentros, consideraban su media naranja, hasta que el bien de sus sueños o cualquier otro, por las cosas de la vida las llevase al altar, al juzgado o Dios sabe a qué mutuo acuerdo.
No le iría el hombre a la zaga en cuanto al procedimiento de selección, aunque en su caso, en vez de seguir los pasos de la mujer para conocer un buen pescado, optase por seguir los que se precisan para conocer un buen puro; prieto, bien formado, elegante, de buen origen, de perfecta tersura, agradable su olor y en caso de que hubiese sido atrevido, extraordinario su sabor.
¿Qué jovencita al hacer su elección personal hubiera deseado, un hombre...digamos... Sin temperamento?
El joven hubiera reaccionado de igual forma, si no hubiese notado que, en ella, hervía la pasión. Por lo que podemos llegar a la conclusión de que ciertos atributos y ciertas escondidas pasiones son imprescindibles para que pueda surgir la llama del amor tal como lo tenemos concebido; siendo después esos aspectos que los unían, los que quizás, puedan separarlos.
Otro error que tenemos, radica en la confusión de nuestro concepto de Amor en cuanto a lo que es su realidad. Los Hombres pensamos que el amor se circunscribe a la pareja. Eso no es posible, seria insuficiente de acuerdo con su fundamento.
El hombre no falla al amor como sentimiento infinito, falla en cuanto al concepto de amor que nos hemos forjado, falla en cuanto a promesas incumplidas por el hombre, no por él; falla en cuanto a lealtad, en cuanto a entrega, en cuanto a lo que vds. quieran, pero no en cuanto a lo que es en sí el como sentimiento intrínseco, porque en todo en lo que falla está la muestra de que por encima de todo prevalece su esencia, que de faltar, sería realmente cuando no existiría como tal.
Me hace mucha gracia ver a las mujeres en la compra; observando, de lo bueno, lo mejor; acercándose a los artículos con una atención envidiable, especialmente en el puesto del pescado donde observan el brillo de los ojos, las agallas ensangrentadas, la tersura de las escamas... Incluso intentan ver si trémula el cuerpo, para comprobar que la pieza elegida reune todas las condiciones que exige el buen conocimiento de un pescado fresco.
Con ese mismo entusiamo me imagino que, si no ahora, sí en otros tiempos, procederían las mujeres en la seleción del que para sus adentros, consideraban su media naranja, hasta que el bien de sus sueños o cualquier otro, por las cosas de la vida las llevase al altar, al juzgado o Dios sabe a qué mutuo acuerdo.
No le iría el hombre a la zaga en cuanto al procedimiento de selección, aunque en su caso, en vez de seguir los pasos de la mujer para conocer un buen pescado, optase por seguir los que se precisan para conocer un buen puro; prieto, bien formado, elegante, de buen origen, de perfecta tersura, agradable su olor y en caso de que hubiese sido atrevido, extraordinario su sabor.
¿Qué jovencita al hacer su elección personal hubiera deseado, un hombre...digamos... Sin temperamento?
El joven hubiera reaccionado de igual forma, si no hubiese notado que, en ella, hervía la pasión. Por lo que podemos llegar a la conclusión de que ciertos atributos y ciertas escondidas pasiones son imprescindibles para que pueda surgir la llama del amor tal como lo tenemos concebido; siendo después esos aspectos que los unían, los que quizás, puedan separarlos.
HE AHÍ LA CLAVE DEL ERROR, que no es otro que el haber considerado todo lo considerable, antes de enamorarnos, menos lo que a la larga siempre nos iba a decepcionar y hemos fiado en el amor pensando que él sería nuestro paladín y el desfacedor de entuertos, cuando nosotros no somos para él más que una fuente donde saciar su insaciable insuficiencia.
Dejando al margen al Deseo que es el Hayde del Amor, hay un aspecto que merece tenerse en cuenta y es que el Amor insaciable de sí mismo, se reconoce precisamente por ello, que bien podría ser la única característica que lo identifica en su bondad, pero creo que es también la que lo infama ante quienes se sienten timados; engañados por esas promesas que hizo el hombre, pero no el Amor, que en su insuficiencia de sí mismo, tiende hartar su necesidad, buscando amor y dándolo a mansalva, aunque en ello ponga en juego la semilla de la felicidad que quedó sembrada en tí, mujer y en tí hombre, desde el momento mismo de haberos elegido MUTUAMENTE COMO PAREJA, ya fuera en un altar, en un juzgado, en un ayuntamiento o en el último rincón de la tierra, si es que en ese momento destilaba de vosotros amor por cada una de vuestras vísceras y por cada uno de vuestros poros.
Hay que ser pacientes para alcanzar ese amor que todos deseamos, idéntico al que prometimos y nos prometieron, ese amor adulto y enriquecido en virtud de esa espera que nos ha servido para comprobar que germinaba la semilla que mutuamente sembramos en nuestros corazones, que no tenía nada que ver con las pasiones de la juventud, ni con el cariño, ni con el afecto, ni siquiera con la adoración, con que nos hayamos podido tratar, que no son más que sus insignificantes e intrascendentes muestras, sino con el Verdadero Amor, que cuando actúa de forma magistral y decisiva, se muestra como es, como el que siempre ha sido y como el que siempre será... Un sentimiento que partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y la unión con otro ser.
Dejando al margen al Deseo que es el Hayde del Amor, hay un aspecto que merece tenerse en cuenta y es que el Amor insaciable de sí mismo, se reconoce precisamente por ello, que bien podría ser la única característica que lo identifica en su bondad, pero creo que es también la que lo infama ante quienes se sienten timados; engañados por esas promesas que hizo el hombre, pero no el Amor, que en su insuficiencia de sí mismo, tiende hartar su necesidad, buscando amor y dándolo a mansalva, aunque en ello ponga en juego la semilla de la felicidad que quedó sembrada en tí, mujer y en tí hombre, desde el momento mismo de haberos elegido MUTUAMENTE COMO PAREJA, ya fuera en un altar, en un juzgado, en un ayuntamiento o en el último rincón de la tierra, si es que en ese momento destilaba de vosotros amor por cada una de vuestras vísceras y por cada uno de vuestros poros.
Hay que ser pacientes para alcanzar ese amor que todos deseamos, idéntico al que prometimos y nos prometieron, ese amor adulto y enriquecido en virtud de esa espera que nos ha servido para comprobar que germinaba la semilla que mutuamente sembramos en nuestros corazones, que no tenía nada que ver con las pasiones de la juventud, ni con el cariño, ni con el afecto, ni siquiera con la adoración, con que nos hayamos podido tratar, que no son más que sus insignificantes e intrascendentes muestras, sino con el Verdadero Amor, que cuando actúa de forma magistral y decisiva, se muestra como es, como el que siempre ha sido y como el que siempre será... Un sentimiento que partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y la unión con otro ser.
¿Os parece poco?
PUES ESO NI MAS NI MENOS ES EL AMOR Y LO QUE HAY EN SU ESENCIA.
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