sábado, 4 de octubre de 2008

UN VIAJE INOLVIDABLE - TERCERA Y ULTIMA PARTE


El sueco aún hizo algo más por nosotros. Nos sacó de París y nos dejó en la salida a Evry, la más adecuada para nuestro viaje de regreso. Esto se dice muy pronto pero para salir de París y llegar a la carretera tardamos mas de dos horas.

De Evry a Lyón las etapas fueron mas bien cortas. El trayecto mas largo lo hicimos a bordo de un flamante Peugeot 404 recien estrenado en el que viajaban padre e hijo y en el que por primera vez en mi vida vi marcar en el cuenta kilometros velocidades por encima de los 150 km.

Una vez pasados Valance y Orange llegamos a Nimes, allí nos informaron que para ir a Marsella debiamos habernos desviado desde Orange hacia Avignon, pero aún pudimos rectificar por Arlés aunque a costa de hacer algunos kilometros mas. Llegamos a Marsella ya de noche y nos apeamos en el mismisimo Puerto. Como teniamos que preparar la cena buscamos un rincón apartado del transito, que estuviese protegido de la brisa, para que no se nos apagase el hornillo de alcohol y encontramos un recodo en forma de L, cuyo rabo mas largo, en paralelo al mar, se perdia en una oscuridad burlada por la hermosa luna llena que rielaba su resplandor sobre las aguas y nos permitia ver con la colaboración de los destellos de nuestro hornillo no solo nuestros rostros sino tambien las cosas que precisabamos para hacer la cena.

Me dejó Antonio preparando la cena y se fué a explorar aquel malecón que mejor cuidado podia haber sido un precioso paseo junto al mar. Estaban ya casi fritas las patatas cuando llegó con cierto apuro seguido de cerca por dos elementos con no muy buena catadura. Les pregunté en francés que querian y me contestaron con gran desfachatez que solo querian

fuego. Yo por entonces me defendia bastante bien con el francés, aunque ahora lo tango casi olvidado. Les dí fuego y por la forma que arroparon mi mano entre las suyas confirmé mi sospecha de que eran maricones. Cuando vieron las bolsas de la tienda de campaña nos invitaron a pasar la noche en su casa y no pude evitar un escalofrio que me recorrió desde la nuca hasta el último hueso de la rabadilla y con mucha educación decliné la invitación alegando cantidad de estupideces.

Una vez se marcharon, estuvimos mas atentos a las entradas y salidas del malecón, llegando a la conclusión de que se trataba de un amplisimo rincón romántico frente al mar, punto de encuentro de maricas y degenerados por lo que debiamos salir de allí de inmediato si no queriamos correr riesgos irreparables. Cenamos, recogimos e iniciamos nuestro peregrinar por las calles y avenidas cercanas al Puerto que veiamos mas iluminadas, arrastrando casi nuestra impedimenta y con un cansancio tan patente que casi podiamos hablar con el. Oimos música al pasar por una Boit. Era un semisotano decorado de forma sicodelica con una clientela de aspecto superexistencialista y unas francesitas apetitosisimas . Nuestra entrada en aquel antro cargados con la maleta de Vidal, mi mochila y las dos bolsas de la Tienda de Campaña, sin contar con nuestro aspecto, que debia ser deplorable, inquietó a la concurrencia y vino a empeorarse la situación cuando el mozo comentó en la barra que solo habiamos pedido un poco de agua. Regresó el mozo acompañado por el dueño que muy amablemente nos invitó a que abandonasemos el local.

Ya era bastante tarde, los bares estaban cerrados, pero en uno de ellos no habian retirado las mesas de la terraza. ¡Que felicidad poder sentarnos comodamente sin tener que rehuir al camarero!. Aquella felicidad duró unos segundos, tras los cuales apareció un individuo que tenia a su cargo la vigilancia de aquella zona y que con cierta rudeza nos invitó a que siguiesemos nuestro camino. Al ver que eramos españoles se mostró mas complaciente y se sentó con nosotros confesandonos creo que con cierto orgullo que era exiliado por la Guerra Civil. Empezó las criticas con pequeñeces que mas valia ignorar, tal era el cansancio que arrastrabamos, pero poco a poco se fué poniendo mas incisivo, ofensivo y detestable, esgrimiendo mentiras que no pude ignorar. Traté de desmentir sus errores y le invité a que se diese una vuelta por España y comprobaria que estaba equivocado. Pero ante su fanática y reiterada insistencia en defender mentiras evidentes y ante los insultos a España que ofendian mi dignidad, enfervorizado por mi orgullo patrio le dije que era un perdedor, mentiroso y amargado. Vidal, antes de que reaccionara aquel energumeno ya habia recogido la mayor parte del equipo y me arrastraba a trompicones mientras el jodido exiliado miraba a un sitio y otro buscando cualquier objeto que nos pudiera lanzar y despotricaba blasfemias y toda clase de insultos. Comprendo que con la leche que han mamado, los descendientes de tipos como aquel sigan manteniendo ese odio enfermizo hacia la derecha

Salimos de Marsella en un camión de carga de gran tonelaje. El conductor al ver que nos dormiamos nos invitó a que pasasemos a la litera. No os podeis imaginar lo amplia y confortable que era y estaba climatizada. Nos despertó un poco antes de llegar a Narbonne ya que el se dirigia a Toulouse y se apartaba de nuestra ruta a Perpignan. Desde Narbonne hasta la campiña de Perpignan viajamos en una berlina Citroën 2 CV. cuyo conductor, un chaval jovencisimo, demostró que estaba mas loco que una cabra por la velocidad con que tomaba las curvas en las que girabamos con tan solo dos ruedas en el suelo mientras el se reia escandalosamente, pero hay que reconocerle que manejaba aquel coche con tal habilidad que siempre que he subido en uno de ellos, me he acordado de él. Nos apeamos a media tarde en un lugar muy apropiado para acampar. Era una inmensa llanura y junto a nosotros un unico pero frondosisimo Olmo que nos protegia del sol del atardecer. Aunque aún quedaban algunas horas de luz decidimos quedarnos a pernoctar allí porque nos parecia imposible encontrar otro lugar mas apropiado. Bajo el Olmo Vidal se puso a escribir y yo imaginaba la hermosisima casa que podria construirse en aquella llanura inmensa. De pronto Vidal se abofeteo en la mejilla, enseguida ota vez y después otra. A mi tambien me estaban molestando algunos mosquitos que revoloteaban por mi entorno, pero como si de una aparición se tratase, de momento, se levantó relativamente cerca de nosotros una nube negra que se nos acercaba formando unas figuras amorfas y tremulas del tamaño de un gran edificio de diez plantas, para que os hagais una idea, como si fuese un tornado pero igual de ancho por arriba que por debajo. Lo que mas intimidaba era el sonido, murmullo, zumbido, que emitia aquel monstruo para el que no puedo encontrar ninguna onomatopeya que le encaje Cuando quisimos reaccionar ya se podian contar por cientos los mosquitos que nos asediaban, no quedandonos mas remedio que sacar la tienda con la mayor rápidez, abrir la cremayera y meternos de cualquier forma como si de un saco se tratara. No pudimos, sin embargo, evitar el que con nosotros entrasen tambien gran número de mosquitos que gracias a Dios pudimos casi eliminar con mucha paciencia. Estando en estas labores quedamos en la mas absoluta oscuridad, la terrible nube nos habia engullido y el zumbido era tan agudo que dañaba nuestros timpanos mientras sentiamos nuestros cuerpos empujados y apretados por aquel gigantesco enjambre que nos envolvia. Esa noche no cenamos. la mochila y demás bartulos habian quedado fuera de la tienda que no era mas que una gran bolsa en la que estabamos envueltos como dos grandes pedazos de carne, sin atrevernos a abrir ni siquiera para que entrara un soplo de aire fresco ante el temor de que en un segundo pudieran invadirnos miles de mosquitos.

Al día siguiente Antonio estaba hecho un pan de ronchas mientras yo no tenia ni una. ¿Alguien me lo puede explicar?. A pesar de no haber cenado salimos de allí tambien sin desayunar. El susto del día anterior nos empujaba a salir lo antes posible. La suerte nos acompañó y en un par de horas llegamos a Le Boulou. Estabamos desmayados, eran ya casi 24 horas sin comer y al entrar en la Boulangerie yo llevaba la bota de vino en bandolera y noté que el dueño del establecimiento le habia echado el ojo. No habiamos hecho inventario-balance pero suponia que iriamos justisimos para llegar a España sin pasar hambre, así que me dejé querer del dueño e incluso para incentivarlo bebí un trago empinando el codo lo mas alto que pude para que el vino se viese caer desde alto. Hizo efecto la estratagema y de inmediato me pidió que le vendiera la bota. Conseguí mucho mas de lo que me habia costado, además de llevarnos gratis la compra del día y dos bocadillos muy bien surtidos que nos comimos allí mismo, regando nuestro almuerzo con los últimos tragos que dimos de aquella bota de vino que, con tanto acierto, me equipó mi madre y que tan buenos servicios nos prestó.

De Le Boulou pasamos a la Junquera por donde atravesamos la Frontera de regreso a España y ya a la altura de Tarragona nos permitimos el lujo de desviarnos para bañarnos en el Mare Nostrum, en las playas de Salou y Cambrils. Nuestra última etapa de Auto Stop nos llevó a Valencia donde Vidal me sorprendió, demostando lo buen administrador que habia sido, dandonos el lujo de comer en un restaurante y sacar los boletos de regreso a Elda en Autobús, dejando como colofón final la entraga de 150 ptas. equivalentes al 50% de las trescientas Ptas. que aún nos habian sobrado de aquel viaje en el que dimos la vuelta a Francia en 4o días con un presupuesto entre ambos de 1.900 ptas. que nos permitió comer en restaurante, viajar en autobús y repartirnos aún 300 ptas. cuando regresamos. A partir de ese viaje nuestras vidas dieron un giro de 180 grados pero siempre nos quedó abierta esa puerta por la que curiosamente ambos hemos vuelto a pasar mas de una vez en busca de nuestro destino.



FIN DE UN VIAJE INOLVIDABLE

4 comentarios:

Txema Rico dijo...

Simplemente decir que hay que ver la cultura, la vida,y sobre todo la madurez que da el viajar. Eso lo dice un viajero recalcitrante que este 2008 ha viajado más que nunca en su vida...

JuanRa Diablo dijo...

Lo he pasado muy bien con este Tour de France. Parece que yo iba todo el tiempo caminando con vosotros. Pero me he quedado con las ganas de aquella anécdota que nos contabas de unos pasos en el exterior de vuestra tienda, el ruido de la cremallera al querer abrirla y un grito tan fuerte (no se si por tu parte o por la de Vidal) que hizo huir despavorido a quien quiera que fuese aquel visitane nocturno.

Unknown dijo...

Me uno al comentario de Juan,tal vez por ser lo ùnico que recordaba yo de aquel viaje y esperaba que contaras aquì..jolìn con los mosquitos franceses...ME HE DIVETIDO MUCHO.

Anónimo dijo...

La verdad es que cada vez que vuelvo de uno de mis viajes tengo muchísimas anecdotas para contar. El viajar es poner un poco de condimento a tu propia existencia... Tu reacción ante aquel vigilante es la propia de un adolescente apasionado, pero las experiencias de una guerra pueden ser vividas de formas muy diferentes y transmitidas de forma mucho más diferente de lo que fueron bajo la presión del rencor. Ahora que eres un adulto espero que perdones a ese vigilante. Cada uno viviais en verdades diferentes. FRAN.