Qué oscuridad tan sábia
la noche nos envía,
qué quietud apacible
que al alma reconforta
y a un mundo extraño, ignoto
y sublime nos transporta,
trocando en esperanza
nuestra meláncolia.
Qué persuasivas voces
nos dictan al oído,
cuando entre las tinieblas
creyéndonos despiertos,
modulan nuestros labios
lo que jamás dijimos,
sintiéndonos autores
de lo que nunca haremos..
El cuerpo es ya tan leve
que solo es un destello.
El tiempo y la distancia
no existen para él ...
un corpúsculo etéreo,
la brisa de un suspiro,
la imagen de un espejo
cuando la luz se fué.
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