domingo, 24 de abril de 2011

LA ESQUINA DEL GUARDIA Y EL TIO ATAULFO


Ya que estoy en la racha, quizás fuese el momento oportuno de hablar un poco más sobre mis vecinos y mis amigos en las diferentes etapas de mi vida, pero también creo que debiera hablar de mi pueblo, de su forma de vida, sus costumbres, su carácter, sus tradiciones, sus leyendas....

Como todo lo que cuente será en su mayoria parte de lo que he vivido, también servirá para que me conozcais un poco mejor, sabiendo como sabéis que si en algo siempre me he excedido es en la sinceridad.

La foto de la Esquina del Guardia que estáis viendo, se haría, sin duda, más de veinte años después de los hechos que voy a relatar en esta entrada. Lo sé porque, como observaréis, aparece un automóvil Simca 1000, y este coche empezó a venderse junto con los deslumbrantes Dogge Dart algo después de haberme casado, por lo que la foto data de más de veinte años después de nuestro paso por esta esquina en los tiempos de mi relato...

...Mis padres no me habían otorgado todavía el visado para deambular por mi cuenta por las calles de mi pueblo y solían llevarme pegado a ellos a todas las partes a donde iban, especialmente al cine en los días festivos, así como al Casino Eldense los domingos por la mañana después de misa, obligación ésta que trataron de arraigarme.

También era una costumbre pasear por el campo las tardes de invierno soleadas, aprovechando el paseo para hacer un abundante acopio de linsones, con los que se preparaban unas ensaladas muy nutritivas.

Entre las salidas que hacía con mis padres, me encantaba acudir a casa de D. Luis Azorín y Doña María Juan, especialmente a su casa de verano, una finquita muy bien cuidada situada en el camino de la estación, junto a la casa de Dª Bienevenida Juan, hermana de D.ª Maria. A todos ellos, a sus hijos y a aquel lugar dedicaré un artículo por entero porque sin duda lo merecen y quizás pueda seros interesante.

No obstante a lo dicho, de forma tácita mis padres ya empezaban a permitirme alguna escaramuza sin tener que dar mas explicación que "vuelvo enseguida." Incluso en alguna ocasión si me venían a buscar y veían que estaba jugando felizmente, me permitian quedarme con los amigos recomendándome que no me alejase y que si me apetecía merendar lo hiciese en casa de mi abuela.

Mi mundo fuera del colegio y de mi vida familiar se limitaba a un entorno que no superaba mi calle y las adyacentes, salvo los itinerarios que ya había recorrido con mis padres de forma reiterada. Sabia como ir al Casino Eldense, a la Iglesia de Santa Ana, incluso a la casa de verano de D. Luis Azorín, que ya estaba a una respetable distancia de mi casa y en su itinerario habia que pasar por toda la calle de San Roque, hasta desembocar en la Avenida que conducia al puente que daba inicio al camino de la estación, a la sombra de la mole de un grandísimo Castillo del que cuando fuí ya un hombre maduro solo quedaba parte de la torre del homenaje, tal fue la desidia de los habitantes de aquellas laderas desoladas, que construyeron sus viviendas con los materiales que erosionaban del Castillo ante la inoperancia de unos alcaldes que nunca demostraron el menor interés por mantener esa reliquia, aunque creo que por fín se ha hecho algo en su favor. Más vale tarde que nunca.

A poca distancia de la base de la ladera que como cortada a pico servía de base a aquella mole, con incipientes muestras de su inmediata ruina, un puente montado sobre pilares y arcos de piedra en silleria, con barandillas de hierro forjado adornado de algunas filigranas, daba paso a la otra orilla de nuestro histórico rio Vinalopó al que por cierto, algunos sábios de la última hornada han querido arrebatar la autoria de la muerte en sus aguas por ahogamiento del famoso Amilcar Barca, aduciendo inocentemente que en un rio tan poco caudaloso no podia ahogarse un tan famoso personaje. ¡Como si los ríos no cambiasen a lo largo de los siglos! ¡Ya quisiera haber visto a estos analfabetos con su toga y birrete en medio de las aguas de este río cuando se le ocurre tener una crecida! Yo he visto más de una en que las aguas han pasado por encima de sus altisimos arcos a pesar de su anchísimo cauce, en las que el río podia haber ahogado a Amilcar y a todo su ejército, pero siempre habrá quien dé un diez a estas eminentes lumbreras por sus excepcionales dotes de observación.

Al hablar de avenidas no vayais a creer que eran como las de ahora; por aquellos tiempos no había ninguna calle asfaltada y al hablar de avenida nos referiamos a las calles más anchas, aunque en general todo eran caminos de tierra que se encharcaban y embarraban cuando llovia, para desdicha de nuestros padres y alegría nuestra, que jugábamos sin límite poniendo barreras a la corriente con piedras y barro, hasta llegar a hacer magníficas obras de ingenieria.

Nuestros padres sabían de nuestros juegos y permitían que nos dejáramos llevar por nuestra fantasía. La calle estaba practicamente exenta de peligro. Hay que tener en cuenta que en los tiempos de los que hablo, el parque móvil de Elda se limitaba a dos coches de punto, que así se llamaba a los táxis, uno de Faustino y otro de un alemán o austriaco afincado en Elda; una furgoneta propiedad de Emiliano Bellot, tío de mi amigo Paquito Bellot y dos automóviles, cuyos propietarios eran D. Antonio Porta Rausa y D. Paco Vera Santos, uno fabricante y otro viajante de calzado, y en cuanto a motos sólo había una de 0.75 cc. de marca Moto Guzzi-Hispania que le compró Maxi Aguado, el fabricante de hormas, para su hijo cuando cumplió la edad para poder conducirla y dos Lubes de 1,25 cc. que causaron furor.

Habrá que comprender que la tranquilidad de las calles era casi absoluta en lo que se refiere al tránsito motorizado, si exceptuamos el tramo de carretera general Madrid-Alicante, que discurría por la calle Jardines y la Avda. de Chapí que logicamente estaban más concurridas y por las que logicamente nos tenían prohibido transitar.

Desde muy temprano por la mañana, hasta que se encendían las luces eléctricas había, de forma permanente, un guardia dirigiendo el tráfico. La plantilla de Municipales- que así se llamaba a los Policías Locales de aquellos tiempos- no creo que llegase a diez, y eso que había un guardia fijo en el Mercado y otro en la puerta del Alcalde, lugar que ocupó "Lino" hasta que se retiró, aún así a todos nos parecia que eran demasiados, tal era la paz y la tranquilidad que se respiraba, mientras que hoy no estamos seguros con nunguna salvaguardia. ¡EL PRECIO DE LA LIBERTAD!

De todos los guardias que dirigieron el tráfico en esa esquina, destaca el inolvidable "Barrilico"; ancho de espalda, corto de cuello, bajo de estatura y cara agradablemente simpática que gesticulaba y bailaba al son de su silbato, toreando como aquel que dice las grandes moles que ya empezaban a pasar por nuesto pueblo, de las que alguna, tuvo que hacer infinidad de maniobras para poder tomar el giro de la esquina sin llevarse por delante la tienda del sastre que me hizo el primer traje de mi vida, que en la fotografia permanece cerrada y en cuyos muros aún se pueden apreciar los restregones de algún que otro camión.

Creo que fue la época del Barrilico y de Brotóns la que coincidió con el desvió de la carretera, disminuyendo muy consideráblemente su tráfico, y aunque el guardia siguió acudiendo a la esquina, ésta nunca volvió a ser lo que fue, aunque lo siga siendo en mi recuerdo.

A espaldas del guardia, que siempre daba frente a la calle Jardines, y ocupando un pequeño espacio de la tambien pequeña y destartalada placita que allí había, se instalaba un carrico con toda clase de frutos secos, pandehigos, altramuces, anisicos, caramelos, estrato y regaliz, entre otros artículos. Lo regentaba un hombre de amplio mostacho cuyos extremos ensanchados como si fueran aspas, amarilleaban por el humo del tabaco. Su semblante recordaba a lo que no sé por qué mi imaginación me sugiere como un soldado de fortuna o un filibustero, aunque su caracter era apacible y su faz predispuesta a la sonrisa amable. Es sorprendente que con la edad que yo podía tener recuerde hasta el último detalle de su aspecto, incluso de su atuendo, con aquellas camisas de felpa, chaleco con bolsillitos y pantalón de pana marrón o gris cubriendo un cuerpo enjuto de casi 1,7o de altura. Calzaba alpargatas sin calcetínes y cubría su cabeza con una gorra que cuando se la quitaba para secarse el sudor dejaba a la vista una galea aponeurótica totalmente calva y ostensiblemente blanca, por estar casi de continuo protegida del sol.

El carrico del Tio Ataulfo, que así se llamaba, quien gracias al milagro de la palabra vuelve a renacer, estaba en línea con uno de los laterales de la placita, en cuyo fondo, siempre mirando desde la espalda de nuestro guardia de turno, había una fuente. A ella es adonde normalmente acudian mis hermanas y también a veces mi madre a abastecerse de agua para beber y para guisar, ya que la que llegaba a las casas tenia un sabor perverso y nunca se utilizaba para el consumo humano. Yo acompañaba a veces a quien fuera a la fuente, pero si podia lo evitaba porque generalmente habia que hacer cola y nunca me gustó tener que esperar, aunque me gustaba oír después las historias que contaban mis hermanas sobre lo que había ocurrido en la fuente, de las que yo, a pesar de estar allí, ni me había enterado.

En la casa que hacía esquina con la placita, en cuya planta baja muchísimos años después se instalaría la Armeria Torres, justamente a la derecha del carrito del Tio Ataulfo, según la referencia que ya conocemos, ocurrió un luctuoso suceso que fue muy famoso por lo macabro.

Un miembro de esa casa, varón, sin motivos que pudieran paliar tan desdichada decisión, se ahorco dejando balancear su cuerpo sobre una inmensa hoguera que previamente habia prendido debajo de donde tenia que quedar colgado su cuerpo.

Unos y otros, de las más distintas formas, van desapareciendo sin dejar más rastro que el recuerdo que pueda quedar de ellos en los que los quisieron de su inmediata generación y quizás, si lo hay, lo que alguien como yo pueda sacar a la luz sesenta y tantos años después; los que se van, siempre dan paso a los que llegan, aunque con los que se van, algo nuestro se va también. Mis deditos aún tratan de conseguir una pipa de girasol a través de la malla metálica que protegia aquellos frutos secos. Nunca lo lograron pero aún están ahí debatiéndose sin éxito, aunque ahora sé que hubiese bastado con pedírsela.

El Tio Ataulfo, del que estoy seguro que nadie se acuerda, ha pasado conmigo y espero que también pase con vosotros un buen rato, recordando aquellos tiempos, que por lo difíciles, tanto nos enseñaron a valorar hasta la mas pequeñas de las insignificancias.

3 comentarios:

El Calzado y mucho más.... dijo...

Es impresionante como pueden cambiar las cosas según quien las cuenta.....siendo totalmente cierto todo lo que se describe en este y otros escritos similares de mi querido amigo pichiri, al leerlos me produce como una nueva sensación..., algo como si lo viviera por primera vez... y sin embargo conocí a todos los personajes que describe, los lugares y la época, que coincidió con la misma adolescencia que la de nuestro docto amigo; es la forma en que se describe donde está el "quis" de la cuestión, pichiri hace gala de lo buen narrador que es y, como he dicho multitud de veces, el mundo de las letras hispanas se ha perdido un gran literato, también poeta y nosotros con la lejanía....un gran amigo.

El Diablo dijo...

Muy bella semblanza de la ciudad y las gentes que te vieron crecer. Como siempre, me has hecho imaginarlo todo muy bien, casi verlo.
Te aporto el dato que aparecía justamente en prensa esta semana y es que las obras de restauración del castillo están muy avanzadas, que toda la muralla ya está levantada.
Un abrazo y sigo leyendo

Anónimo dijo...

Magnífico, magnífica!! Bravo!!! Esos dedivtos a los que haces referencia me hacen recordar los deditos de mi hijo (tu nieto Saúl) y hace emocionarme el hecho de captar lo que bién dices: Que el paso del tiempo descrito sobre el teclado del ordenador por unos dedos que tanto han vivido y tocado, han dado paso a nuevos deditos que siempre intentaran indagar en los inicios de una nueva vida y así será mientras el ser humano viva sobre la tierra. Por cierto,tu nieto Saúl sabe contar del uno al diez en español e inglés, reconoce todos los numeros en cuanto los ve escritos y todas las letras de habecedario y sabe leer su nombre y MAMI y DADDY y eso que no tiene aún los dos años.