jueves, 4 de marzo de 2010

COSAS DE MI NIÑEZ


Nací en la calle Nueva, en el segundo piso de la preciosa casa cuya fachada daba y da frente a la calle de Colón, por entonces propiedad de la Viuda de Norberto Rosas.

Creo que era y seguirá siendo una de las casas mas bonitas y elegantes de la ciudad de Elda, mi patria chica, de la que siempre me sentí orgulloso.

Tenía toda su fachada de piedra natural que ganó en señorio y belleza con el paso de los años, por un algo muy característico en las piedras originarias de las canteras de Las Casas del Señor, de donde estoy seguro que procederian, que las hace envejecer con tal dignidad, que por ellas solo puede apreciarse el paso de los años cual sucede con los buenos vinos, SU VEJEZ LOS MEJORA. De no proceder de allí podrían haber sido extraidas de la cantera del Llenebre, en Petrel, pero lo dudo, a pesar de que de esta cantera salieron las inmensas moles que los picapedreros transformaron en los sillares con los que se construyó en su totalidad el famoso Palacio de Comunicaciones de Madrid.

La fachada de la casa, de unos veinticinco metros lineales, se abría en su planta alta por seis balcones de hierro forjado con enramados entrelazados, mientras que las brencas de los ventanales estaban rematadas por capiteles en los que las manos del orfebre de la piedra compitieron con las del del hierrro, tallando verdaderas filigranas de flores , mientras que en el frontispicio que remataba el edificio por lo alto las guirnaldas se entrelazaban combeadas al unir sus extremos como en un abrazo a las coronas que sobre cada capitel parecieran querer coronarlos.

La planta principal se asomaba al exterior por tres balcones del tamaño de dos de los de arriba mas la mitad de sus correspondientes separaciones, es decir, eran enormes, pareciendo estar tan juntos que desde cualquier perspectiva que no fuera la frontal aparentaban estar todos unidos formando un solo balcón corrido a lo largo de toda la fachada.

Ya en la planta baja la casa parecia querer salirse de sí misma a través del espléndido portal que se abría en el centro de su fachada con un arco agrelado de más de dos metros de anchura y a cada uno de sus lados dos amplísimos ventanales con arcos de las mismas caracteristicas pero notablemente rebajados , que en total de cuatro, dos a cada lado de la puerta principal, parecian someterse en altura al arco principal, en una muestra de sumisión, realzando la belleza de todo el conjunto los cuarterones labrados en la nobleza de la madera de sus ventanales de arriba a abajo, réplicas exactas entre sí en cada una de las plantas aunque en cada una de ellas variase la envergadura de sus portones, que en la planta baja estaban, además, protegidos por un enrejado de hierro forjado de una sección en barra de casi una pulgada, entre cuyos barrotes, las pletinas trabajadas por algúna mano inspiradisima dejó enlazados y entrelazados todos los sentimientos de quienes quisieron regalar a la posteridad tanta belleza.

Como ya dije, frente a la casa donde nací daba inicio la Calle de Colón, habiendo como es narural dos casas esquineras. Una a la izquierda, en obra ordinaria y humilde, que era la casa de La Mortaja, mote que se daba al propietario de la misma, hombre corpulento, pero bajito y regordete en cuya planta baja tenia un paupérrimo comercio, que atendia su mujer, delgada y altisima,con una piel mas que blanca, pálida, que por la forma en que vestia, cubierta hasta los píes con aquellos hábitos morados siempre pensé que le faltaba la guadaña para ser la verdadera representación de la muerte y una hija que podia suplir a su madre en el desempeño de tan tétrica tarea, por su aspecto tambien blanquecino, que resaltaba bajo aquellas ropas oscuras que hacian juego con sus ojeras moradas que en la penumbra, sin tratar de dar comicidad a este párrafo, realmente intimidaba; pero despues los tratabas y tanto El Mortaja como su esposa e hija eran personas muy agradables dadas a ayudar a los demás, fiando cuando lo necesitaban, cosa que probablemente les llevó a esa situación de aparente bancarrota porque los clientes que acumulaban una mediana deuda no volvian por la tienda prefiriendo pagar religiosamente donde nunca les ayudaron.

Allí se vendían productos de consumo, frutas, verduras, huevos, tabaco, encurtidos, así como pipas, torraos, almendras, tramusos, pasas, estrato, anisicos, caramelos y cualquier clase de producto de uso común. Frente a aquella casucha y ocupando la esquina que daba entrada a la calle Colón por la derecha, había otra casa de similares características a la que yo nací, pero no era tan espectacular. Era propiedad de Pepe Barata y en sus bajos, o en los bajos lindando a ella, estaba ubicada la por entonces famosa Libreria y Papeleria Vidal de la que guardo bellisimos recuerdos y de la que espero que aúnque disminuido su esplendor, tenga todavia abiertas sus puertas, para dar testimonio de su presencia y de la de los mios, que de algún modo, de vez en cuando, aún deben pulular invisibles por sus pasillos, curioseando hasta en los más escondidos rincones de sus anaqueles.

A esta papeleria entré a lo largo de mi juventud tantísimas veces que podría describirla al centímetro sin temor a equivocarme porque a través de los años nunca varió la forma ni la distribución de sus espacios, muy bien repartidos por cierto y organizados de tal forma que los propios clientes ya sabiamos a dónde iban a acudir las dependientas cuando les solicitabamos un plumín, una libreta, un catecismo o cualquier otro artículo, porque siempre había un lugar para cada cosa, y este lugar siempre era el mismo, sin duda,porque era el mas apropiado.

Tanto el Sr. Vidal como su hija y su sobrina eran personas afables, incluso podría decirse que simpáticas, pero tenian un aspecto serio y distinguido que imponía cierto respeto. Podían estar contando un chiste, que ya es mucho suponer, y sus semblantes jamás se descompondrían, manteniendo todas las apariencias de estar en un velatorio verdaderamente afectados.

Puedo atreverme a decir y supongo que quien lo haya conocido coincidirá conmigo, que el Sr. Vidal q.e.p.d. tenia una fisonomía muy parecida al Director de Cine Alfred Hitchcock, ya también fallecido, aunque con un porte mucho mas distinguido. El era el alma de la Libreria propiamente dicha y mientras vivió nunca faltó en los estantes ningun ejemplar de los libros que por aquel entoces se publicaban, entre los que no faltaban los de Delibes, Gironella, Martín Vigil, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, y como no, todas las reposiciones de los clasicos y de los menos clasicos pero para mi muy admirados,Azorin, Gabriel Miró, José María de Pereda que me encanta, Pio Baroja, etc.


Entrar en la Libreria y Papeleria Vidal era para mí como entrar a otro mundo.

Ya antes de la puerta de la tienda propiamente dicha había una antesala amplísima, a la que se accedia directamente desde la calle, revestida por unos hermosísimos escaparates de madera noble que enmarcaban las altísimas cristaleras que daban forma a las vitrinas expositoras donde podían contemplarse toda clase de articulos de papelería, especialmente aquellos que se habian recibido últimamente y que a forma de reclamo ocupaban los mejores estantes, visualmente hablando. Ahí podían observarse las lupas, los microscopios, los compases, con sus explendidos estuches provistos de todos los elementos necesarios para su perfecto uso; los objetos de escritorio, mostrando tambien los estuches con las famosisimas plumas estilográficas Mont-blanc y Shafer; más tarde y tras su invención se exhibirían estos estuches acompañando a la pluma el correspondiente bolígrafo de la misma marca, aunque los que pegaron fuerte por su calidad y relativa economia fueron los inolvidables Bics que todavia se mantienen en la vanguardia a pesar de la inmensa cantidad de marcas que aparecieron posteriormente.

También estaban expuestas las últimas novelas y libros públicados, algunos tambien didácticos, de entre los cuales siendo casi un niño y no sabiendo de ajedrez mas que mover las fichas y el "mate pastor" compré con todos mis ahorros LAS TÉCNICAS EN EL AJEDREZ Y MIL UNA POSICIONES DE MATE, libro éste último que me fue muy útil conforme me perfeccionaba en este juego, llegando a tener una habilidad fuera de lo común para intuir una posición de mate incluso con cinco, o más jugadas por delante, aunque en ello tambien influyera lo que creo que fue una memoria increible que disfruté hasta no hace muchos años.

Sólo con abrir la puerta de la tienda ya llegaba a nuestras pituitarias esa mezla de olores indescriptibles que forman la tinta, los lapiceros, los borradores, los libros nuevos y los que ya mostraron sus lomos en los anaqueles por largas temporadas. También se respiraba una paz, que unida a la natural frescura de aquel ambiente en los veranos y del calorcito suave que se disfrutaba en el invierno, estar alli era una gozada observando aquellos libros y leyendo sus enunciados, conscientes de que aunque de momento estuvieran fuera de nuestro alcance, serian el regalo que pediríamos en nuestro cumpleaños o incluiriamos en la carta que dirigiríamos a los Reyes Magos.
La primera vez que entré en esa Libreria fue en compañía de mi padre. Me compró una libreta, un lapicero, un sacapuntas, un borrador y lo que por entonces se llamaba el A,E,I,O,U, que era un librito excelente para aprender a leer, cosa que descubro ahora. Lo metió todo en una cartera marrón, imitando la piél, que con el tiempo empezó a pelarse tanto por fuera como por dentro y a deshilacharse y romperse, debido sin duda a los carterazos que propinaria en el futuro a los compañeros a los que les podia y de allí me llevó al colegio de las Hermanas Carmelitas donde ya me quedé para dar mi primer día de clase y de donde no salí hasta cumplidos los nuece años

La monjita que se hizo cargo de mi enseñanza se llamaba Hermana Eudivigis y a pesar de ir tan bien dotado de material, fue mucho el tiempo en que mi actividad en este colegio se limitó exclusivamente a mi presencia en el aula, para aprender canciones religiosas y rezar el Santo Rosario.
La dulcísima hermana Eudivigis fue trasladada a otro convento y fue sustituida por la hermana Marta en la árdua labor de controlar a la treintena de mocosos que tenía a su cargo. No nos percatamos de la bondad de la Hermana Eudivigis hasta que apareció la Herrmana Marta, de la que en cuanto a su físico ya habiamos salido perdiendo, además de bajita, delgada y nerviosa la hermana Marta, tenia mucha menos paciencia que su predecesora, según un indicativo que ponía muy a menudo en práctica, "sus pellizcos". Estos retorcidos tormentos y la dulzura de la hermana Eudivigis, aún latente, fueron los que hicieron que su recuerdo quedase grabado en las neuronas de todos los que la tratamos, sin importar que por entonces fueramos una piara de mocosos que apenas sabíamos enlazar más de dos letras de nuestra ya desvencijada cartilla de lectura.

Y aquí me quedo de momento, por no marearos demasiado con demasiadas cosas de por entonces que además ¿a quién pueden interesar? No obstante voy a ver si sigo con esta historia para revivir a los muertos haciendo solo uso de la verdad y contándola con toda la sinceridad que me caracteriza porque de las experiencias verdaderas pueden extraerse muchos sabios consejos que van implícitos en la vida misma y que se pueden aprender con tan solo prestar un poco de atención. Yo al menos, así lo creo.

4 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Pues si ahora te quejas de no tener tan buena memoria, ¡¡cómo sería antes!!

La Calle Nueva de Elda es un lugar que mantiene el encanto de los tiempos pasados a pesar de lo mucho que ha cambiado toda la ciudad. No recuerdo si la Librería Vidal continúa. Tengo que pasar a ver.

Me complace comprobar que de todos los autores que citas tengo varios ejemplares en mi biblioteca, especialmente de Delibes y Martín Vigil, que me encantan. Del único que no tengo nada es de Pereda, del que siempre has recomendado su Peñas arriba, así que haré por conseguirlo.

Sigue con estos bellos recuerdos. A mí sí me parecen muy interesantes.

Txema Rico dijo...

Querido Juan:
Tengo que decirte, tambien a mi pesar, que la històrica LIBRERIA VIDAL cerró sus puertas. No lo he constatado personalmente, pero salió no hace mucho un artículo en el periódico anunciándolo. Lo hizo, al margen de la competencia feroz de Carrefour en la venta de libros, material y libros de texto de los colegios, porque se jubilaba. Pero sí, recuerdo que hace un par de años fuí a ese comercio y estaba igual que la última vez que lo visité otros años atras. Con ese olor a humedad, a libros,a material escolar....hummm que recuerdos. Por lo demás la Calle Nueva, como bien dice Juanra Diablo, está casi igual, aunque con más tráfico. Y esa casa donde naciste, se yergue orgullosa tras el paso del tiempo...
Casi lo mismo que nuestra querida Almafrá Alta, donde el tráfico condiciona y de que forma el devenir de nuestras vidas cotidianas.
Un saludo en fria mañana de marzo.

El Calzado y mucho más.... dijo...

Recordar aquellos tiempos lejanos...lejanos... ha hecho despertar en mí muchas vivencias que tenía dormidas...casi olvidadas; éramos niños de 5 a 8 años cuando la hermana Eduvigis y después la hermana Marta, nos inducían a comportarnos como "niños educados" con buenas dotes interpretativas, recurdese las excelentes obras teatrales que representabamos en aquellos años (mi papel no se muy bien si era de labriego a de patán, pero solo me quedó una frase ¿puede entrar también la burra?), a aquellas dos Santas monjitas yo añadiría a la hermana Elisea que después llegó a ser madre de la congregación y que era "la artista" del colegio, sus clases de solfeo y piano resonaban en todo el edificio, pero no tanto como la rueda de campanitas que adornaba un rincón del patio y que con su sonido y sentados en un banco, nos balanceábamos cantando al unísono "din din din las campanitas...".
Un abrazo
Tirapie

pichiri dijo...

Efectivamente José Maria, todos con nuestros babateles y a mas de uno colgandole ese moco verde y pastoso que no sé por qué tanto pululaba en las narices de los niños de aquella epoca. Don, don, don, se oyen tocar; su sonido es tan alegre que dan ganas de bailar,. Tralará, tralará, tralará, tralará. Y en cada tralará nos balanceabamos exageradamente hasta hacer caer a los que estaban en los exremos del banco. Te acuerdas de los hermanos Moya o de Micó. Menudas firmas. Ya apuntaban desde parvulos. Si algún día me leyeran se han de reir porque saben que es cierto lo que digo. En fin ....