miércoles, 2 de noviembre de 2011

MIS LIBROS

Mis libros..., tan útiles; siempre dispuestos a sacarme de la duda, a recordar mis olvidos, a confortarme el alma, a informarme con todo lujo de detalles, o si lo prefiero, a cumplir este cometido con puntual concisión.

Mis libros..., rebosan en los anaqueles y se apilan sobre mi mesa, abigarrados en un desorden ordenado que hace más humana su sobria e inmutable humildad.

Siempre están a la espera de mi llegada, pacientes, silenciosos; ocupando sus limitados espacios en los que, incomprensiblemente, caben tantas vidas. Cuando me ven llegar revitalizan sus latentes historias, imaginando que hoy puede ser el día en que les llegue su turno. Turno que señalará mi dedo indice cuando los seleccione de entre los demás para que aboquen en mi alma sus verdades o sus quimeras.

Si llego con algún libro nuevo, casi los oigo cuchichear. Si pudieran, se asomarían a lo largo del corredor que queda libre en sus estantes, delante mismo de ellos. Quieren estar al tanto de la novedad y si es posible comprobar si el nuevo ejemplar se debe a la pluma de quien tambien los creó a ellos.

A veces, esto ocurría, y como hermanos, luchaban por un hueco donde poder alojar junto a ellos al recién llegado, pero desde hace algún tiempo, por falta de espacio, cualquier libro nuevo es un intruso, porque los demás saben, que indefectiblemente, alguno de los que han estado en permanente convivencia con ellos, o ellos mismos, serán desterrados a uno de los montones apilados, perdiendo el puesto que siempre pensaron que sería su último reducto.

Los que están apilados en montones, saben que jamás me olvido de ellos, pero siempre es un trauma para los que están bien ubicados, temer que puedan ser condenados a un forzoso destierro; sobre todo cuando no han conseguido, por no haber sido leídos todavía, ese pequeñísimo espacio al que todos aspiran en los estantes de mi alma.

Amo a mis libros y ellos me adoran. Cuando paso mis dedos por sus lomos, me ronronean y me tientan con sus títulos sugestivos. Yo ojeo las páginas de alguno de ellos con cierto escepticismo, pero ellas acaban seduciéndome..., embriagándome..., sometiéndome..., de tal forma, que acabo por dejarlos entrar en mí, para que ocupen ese pequeñísimo lugar, al que antes aludía, en los paneles de mi alma.

Después, cuando paso ante el, nos miramos con mutua complicidad sabiendo que ya nos conocemos y que no descartamos el que podamos reincidir algún día en nuestra fascinante aventura.

A veces busco un título concreto. Suelo saber dónde se encuentra cada uno de ellos, pero no es raro que el muy avieso, con pertinaz recato se oculte ante mi vista mientras otros menos tímidos aprovechan mi afán para mostrarse, quedando a veces sorprendido al llegar a mis manos títulos que ni siquiera recordaba que tenía, siendo esos reencuentros como cuando vuelves a ver algún amigo que estuvo largo tiempo ausente.

El pertinaz deseo de búsqueda me impide entretenerme en el hallazgo y sigo el escrutinio. confundido al ver que paso el dedo por dos veces sobre el mismo ejemplar, señal inequívoca de que ya he revisado el total de mi existencia.

Luego, ya vencido, lo encuentro donde siempre pensé que estaba, habiéndome pasado inadvertido porque su lomo no era verde como yo presumía, sino de un amarillo intenso.

Y así me paso el tiempo que no tengo ocupado por mis obligaciones, leyendo, releyendo, consultando..., y a veces solamente admirando mi muy querida biblioteca que ya es parte de mi y en la que quiero, si algún día me atreviera, poder lucir en el mejor estante, un humilde ejemplar salido de mi mano y sin duda alguna, de mi corazón.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Que sería de mi sin los libros?
Lamentablemente por falta de espacio tengo que hacer "limpieza" de vez en cuando,entonces es cuando regalo....mejor dicho los presto indefinidamente a la persona que el libro decide que desea ser prestado :)
Juana Mari

pichiri dijo...

Estoy seguro que te pensaras mucho los titulos que vas a "prestar" y
los echaras mucho de menos cuando te hayas separado de ellos.

Io dijo...

Yo no lo habría expresado mejor.

Yo también amo a mis libros. Se me antojan seres vivos, amigos que me enseñan, me transportan, me ayudan a vivir otras vidas, a conocer otros lugares, reales o no. En los libros siempre son reales.

Me encanta sentir su compañía, mirar a mi alrededor y verme rodeada de ellos. Me dan calor y espantan las soledades.

Un escrito magistral, Juan. Enhorabuena!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ufff!!! este escrito es de hace mucho tiempo!!! No has escrito más desde entonces?.FRAN.

anahija dijo...

Papá...me has emocionado tanto...una de las cosas que más me gustan de que tengas un blog y escribas en él...es el hecho de saber que tarde o temprano mis hijas conocerán quien fue su abuelo a través de tus escritos...y se sentirán orgullosísimas de tí...
A veces te echo tanto de menos.....

JuanRa Diablo dijo...

Te echo de menos, papá.

Me gustaría mucho seguir leyéndote.

JuanRa Diablo dijo...

Ehh, ¿por qué has quitado la nueva entrada?

JuanRa Diablo dijo...
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