jueves, 1 de mayo de 2014

LA TRISTE REALIDAD DE COLOMBIA

Si algún día apareciese el hombre carismático que una vez en el poder desease de corazón  gobernar con equidad y justicia, NO SERÁ SUFICIENTE SU DESEO FERVIENTE. Precisará contar con unas herramientas que permitan llevar a efecto sus ideales. Estas herramientas no deberán fundamentarse en controles, exigencias, ni sanciones ante los posibles desmanes, sino en conseguir que, de forma ineludible, esos desmanes no puedan producirse.

Sobre una determinada superficie pueden estar expuestas todas y cada una de las piezas que ordenadamente acopladas podrían dar lugar a un hermoso automóvil, sin que eso impida que en ese estado de disgregación, ninguna de ellas pueda servir para algo que no sea cumplir una misión para la que no estaba concebida. Cualquier buen mecánico podrá determinar para qué sirve cada una de ellas y sabrá el lugar que debe ocupar  en el conjunto, así como el orden que se debe seguir para su ensamblaje, pudiendo, si se lo permitimos, poner ante nuestros ojos un automóvil que estará en condiciones de brindarnos aquellas prestaciones que de él esperábamos en el momento en que lo concebimos.

Si esa maquinaria tomase la forma humana con todos los atributos y miserias que hasta la fecha nos han mostrado, no cabe la menor duda que seria imposible un perfecto y coordinado funcionamiento y más bien temprano que tarde la máquina se disgregaría para pasar a ser un conjunto de piezas inservibles en virtud de sus más o menos diferenciados criterios.

Lo curioso del caso es que todos sabemos lo que necesitamos para sentirnos realizados, todos tenemos una idea de lo que se precisa para el buen funcionamiento de un país y me atrevo a manifestar que sea cual sea la ideología coincidimos en cuanto a lo que son nuestras más íntimas aspiraciones. En lo que no coincidimos es en la formula mediante la cual podemos conseguirlas, dejándonos en muchos casos en manos del mejor postor, que por desgracia suele ser el mayor impostor.

Es por ello por lo que tenemos que estar de acuerdo en cuanto al papel que cada uno de nosotros tiene que desempeñar ante la sociedad, no debiendo impedir que el verdadero buen mecánico al que hice alusión, anteriormente, a la hora de ensamblar las piezas del automóvil, realice su trabajo de acuerdo con lo que el manual le indica, sin que para contentar a todos, acabe ensamblando un artefacto al que haya que empujar para ponerlo en marcha  y del que tengan que ir colgando algunos de sus ocupantes para con su esfuerzo poder conseguir que se detenga el artefacto cada vez que se precise. Podrían ser otros muchos los símiles que podría haber empleado, pero no creo que sea necesario.

Lo importante es saber que EL MECÁNICO QUE ESPERAMOS SABRÁ LO QUE SE HACE y que y que si algún día llegara pronto se verían los resultados.

Lamentablemente, que yo sepa, muy pocos han estado satisfechos en ninguna época con la marcha de la clase política de este país y esto se debe a que en unas ocasiones por falta de los suficientes conocimientos técnicos del mecánico, en otras porque faltaban piezas y en las más porque entre todos han robado la gasolina, el automóvil ha marchado a trancas y barrancas, funcionando algunas cosas pero no estando coordinadas debidamente con las restantes, recayendo la mayor parte de su mal funcionamiento sobre las clases menos favorecidas, que han tenido que seguirlo a pie o empujando, mientras los favorecidos de siempre han ido, con extraordinaria comodidad, sentados bajo el parasol..

Lo que sí está claro es que para la consecución de cargos públicos, las elecciones dejan mucho que desear y los favores tienen un precio que antes y después tiene que pagarse, comenzando la corrupción desde las propias urnas que simbólicamente son el espíritu mismo de la democracia. ¿Qué podemos esperar de quienes se implican en tales desafueros? ¿Qué podemos esperar de quienes para el logro de sus fines adquieren una deuda que de una forma u otra tienen que pagar?

Esto explica muchas cosas que para cualquier mente lúcida parece demencial. La impunidad de tantos y tantos que amparados en un cargo público mas o menos representativo malversan a manos llenas los erarios públicos de sus pueblos, de sus provincias e incluso de la nación, sancionándolos, las pocas veces que esto ocurre con unos años en la cárcel que generalmente no llegan a cumplir a pesar de ascender a miles de millones sus sonadas sisas.

Esperemos pues a ese hombre carismático que cuando llegue al poder, deseé gobernar con justicia y equidad. Para cuando él llegue es para cuando deberéis aplicar mis consejos. Que sea él, el que con nuestra confianza ensamble la nave que ha de llevarnos al goce de otros horizontes, sin la contaminación y la suciedad que ahora nos rodea.

Nota.- Que no os seduzca la palabra Paz, cuando una de las partes que enarbolan su bandera son un atajo de asesinos que no se arrepienten ni se arrepentirán jamás de sus infamias.

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