FANATISMOS Y CONVENCIONALISMOS, UNA GRAVE
ENFERMEDAD.
Que labor tan ardua es la
que me impongo, a pesar de que a veces, la muerte toma el sol ante mi puerta, pero veo todo con tal
claridad y me rodea tanto desatino que no quiero que esa luz vaya a apagarse
conmigo, dejándoos en las tinieblas en las que estáis viviendo.
La sociedad se desarrolla
intelectual y moralmente a paso de tortuga porque la herencia que recibe queda
postergada. Las nuevas generaciones, arrollan con su empuje los principios en
los que se debían apoyar para dar un nuevo paso en el camino de su perfección, PREFIRIENDO BUSCAR EN SU PROPIA EXPERIENCIA LAS CLAVES DE SU FUTURO. De ahí el que a
veces, nos demos cuenta de que en vez de adelantar hemos retrocedido, por la
absurda arrogancia de desoír los consejos de quienes, al igual que nosotros,
desoyeron los de sus mayores hasta que más maduros, cayeron y caímos en la cuenta del error. Y así se repite el
ciclo y así se ralentiza el avance.
Cicerón aseguraba que “La
historia es la maestra de la vida”, pero
¿de qué nos puede servir este proverbio tan lejano en el tiempo cuando ni
siquiera nos influyen los acontecimientos de nuestro pasado inmediato a la hora
de juzgar?
Los logros, que tanto nos deslumbran y tantas veces
aparentes, son monedas cuyo reverso tarde o temprano nos mostrarán, salvo que
estén fundamentados en bases sólidas e irreversibles. De lo contrario, siempre
estará al acecho el fantasma de unas consecuencias que no se supo o no se quiso
prever, aunque con solo dar un vistazo a nuestra historia, podríamos haber quedado plenamente documentados.
La historia se repite y en
consecuencia también se repiten los mismos acontecimientos, pudiendo incluso
aparecer su réplica en los mismos escenarios en que antes aconteció, sin más variantes que las diferentes fechas, los diferentes nombres de los
responsables y la técnica empleada en cada momento, pero los motivos, las
causas y las consecuencias serán generalmente iguales.
La democracia del mundo actual,
que lucimos como si fuera nuestro mejor descubrimiento, ya era el sistema
político de los griegos ocho siglos antes de Jesucristo, con la única
diferencia de que la democracia actual adolece de defectos que van en contra de
su esencia y que diez siglos antes hubiera sido impensable que pudieran privar.
Lo justo, a veces, está
reñido con lo posible y pretender dar prioridad al primer concepto sobre el
otro, es pan para hoy y hambre para mañana. Lo justo, desde un punto de vista
global, es un derecho a alcanzar y no puede ni debe circunscribirse a un
determinado ámbito, ni es exclusivo de un determinado estrato de la sociedad;
es un derecho universal, al que es imposible señalar una fecha para poder acceder, ni una vez conseguido puede permitir una fecha de prescripción. Y si los logros no recaen sobre todos y cada uno de los
seres que habitamos este mundo, las zonas más sufridas que no sucumban al descalabro, por nuestra falta de previsión y por nuestra falta de conciencia, aunque no se lo
propongan, pasarán por encima de los más beneficiados, por la sencilla razón de
que el equilibrio se impone de forma natural y sin necesidad de
reivindicaciones que, en todo caso, lo único que pueden conseguir es la aceleración de un proceso, que siempre fracasará si esos ansiados logros aún están en periodo de gestación e
inmaduros, provocando el que, por su inoportuna aplicación, aunque temporalmente creamos que hemos conseguido los fines soñados, estén condenados indefectiblemente al fracaso. He aquí uno de los motivos de la
caída de los más grandes imperios: Los países que más logros
hayan alcanzado en un mundo de desigualdad, con más virulencia pagarán sus
diferencias de estatus respecto a los demás, por no haber sopesado con más
rigor las consecuencias futuras, que por fuerza se han dejado ver a lo largo de los siglos y que en la actualidad nos han llevado a la triste situación que desde ya hace muchos años estamos afrontando, que como siempre coincide con el inicio del bienestar de los que hasta
entonces eran los más castigados.
El punto de intersección donde coincidan los mismos privilegios en todos los países,
será el punto de partida que marcará una igualdad competitiva y a partir de
ahí, deberemos cuidar con mucha atención, el ir a la par en nuestro avance,
para no romper de nuevo el equilibrio, disfrutando así del estatus que en ese
momento realmente nos corresponda a todos y que aunque en ciertos ámbitos, sea inferior
al que habíamos disfrutado anteriormente de prestado, siempre será más firme y
seguro que el que, en desigualdad, sin lugar a dudas, nos conducirá y a muchos ya
ha conducido a la más lamentable de las ruinas.
No se trata de una cuestión de moral, ni de justicia, aunque así se pueda y se quiera
entender; se trata de una cuestión de supervivencia, solo posible, en un marco
de equilibrio competitivo en el que solo se pueda destacar por: la seriedad, el buen hacer y la indiscutible calidad de los productos.
Los países que orientaron fundamentalmente su economía hacia la exportación, no sopesaron los
riesgos que conllevaba el paulatino auto abastecimiento de sus países clientes, que
poco a poco, fueron reduciendo sus demandas, cubiertas ya por su propia producción, permitiéndose incluso, plantarnos cara ante los clientes que aún nos quedaban, así como mermando incluso nuestra ventas en los mercados nacionales, al no poder competir con los precios de los productos exportados por ellos, al no estar el precio de su producto sobrecargado por el costo de los efímeros logros sociales que la coyuntura favorable nos hizo pensar que eran imperecederos.
La exportación es una coyuntura que se apoya en la desigualdad de la que antes hablaba y por lo tanto estaba condenada al mas lamentable de los fracasos. Solo los productos que por su calidad
reconocida son inimitables tienen un futuro halagüeño en esta actividad.
Los problemas empresariales,
demasiadas veces, quedan relegados ante la presión de las Organizaciones Sindicales, que en aras a
su particular interés, o por deformación profesional, se valen de la fuerza que les confiere el gran
número de sus afiliados y los privilegios que les otorga nuestra propia Constitución,
para imponer, a veces de forma procelosa, unos logros que a cada paso, empeoran
más y más la enfermedad ya casi mortal de nuestra “gallina de los huevos de
oro”.
Las críticas constructivas y las denuncias en
puntuales afaires son necesarias, debiendo castigarse con rigor a
quienes son merecedores de nuestro desprecio. Pero cuando estas críticas son insidiosas y evidentemente parciales, criticando en
los “alisios” y callando, a pesar de la evidencia, en los
“contraalísios”, se manifiesta una partidismo hipócrita que ya no debemos seguir permitiendo, sobretodo, cuando después de estos
silencios, los desmanes que se callaron se revierten sobre los que sin haber
participado en ellos, solo tratan de resolverlos.
Esta, es una injusta confabulación que nadie
debería apoyar, especialmente, cuando estas insidias están capitaneadas por
aquellos sobre los que deberían haber recaído todas la responsabilidades,
siendo ellos ahora, los que más duramente
critican la labor de los que tratan de paliar las consecuencias de sus desaguisados.
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Las Instituciones, Asociaciones, Consejos y Jerarquías que por su nula o dañina actividad; su
ineficacia para el bien común o su obsoleta presencia suponen una carga
injustificada, deberían ser clausuradas. EL GASTO Y LAS NEGATIVAS CONSECUENCIAS
QUE SU PRESENCIA OCASIONA ES UN CÁNCER
QUE NO TENEMOS POR QUÉ SEGUIR PADECIENDO.
El camino de la recuperación
solo es transitable con los pertrechos imprescindibles para llegar al destino:
Unidad a ultranza, Conocimiento de causa y efecto, Soluciones viables de
urgencia y Erradicación de los Problemas cortándolos por lo sano.
Los resultados se harán ver
de inmediato y aunque ciertos fanatismos siempre ejerzan su oposición
sistemática, tras quedar demostrado su injustificado encono, quedaran
silenciados por falta de argumentos.
Ya no valen los parches ni
las componendas y los compases de espera deben ser muy breves;.la
competitividad mermada en un altísimo porcentaje, por la evolución de los países que llamamos del tercer mundo y precipitada por la presión Sindical
inoportuna; el alto costo de
financiación, factor este, que además ahoga nuestro posible volumen de negocio,
unidos a la relajación de la ética comercial y la inseguridad de un mercado que
raras veces fluctúa al alza, requieren medidas infalibles, trascendentes e irreversibles que nos permitan evitar la tragedìa; Los altísimos costos que supone el mantenimiento
de la Casa Real; los altos Organismos cuyos componentes son meras figuras decorativas; el mantenimiento de DIECISIETE GOBIERNOS AUTÓNOMOS, que podría sustituirse por un determinado número de representantes en el Parlamento; La Casa Real que no tiene en su haber ningún suceso que aumente nuestra gloria y todas esas lacras absurdas que nos ahogan, nos constriñen y nos arruinan, debieran ser eliminadas de un plumazo.
Es mejor enfrentarse con la
opinión pública de determinados grupos en los que solo priva su propio interés, que morir con la arrogancia de no querer dar un paso atrás para enmendar los errores en los que nunca deberíamos haber vuelto a caer si hubiéramos dado un breve repaso a nuestra historia.