En el patio de mi casa, entre los frondosos tallos que cuelgan de una maceta alojada en un papagayo de goma multicolor, pendiente de uno de los palos del alero del tejado, una pareja enamorada de tejedores fue hilvanando, de forma inverosímil, lo que después fue un precioso nido. Fueron esquivos en un principio ante nuestra presencia, pero con el tiempo, se acostumbraron a ella, entrando y saliendo de lo que ya era su casa, a la que prohibí terminantemente que nadie se acercara, con un desparpajo y gracia que hacia las delicias de todos los que tuvimos la satisfacción de ver el progreso de su obra, digna de encomio.
Lo que en principio fué un conjunto de diminutas lianas enredadas, parte, entre los tallos y las hojas y el resto colgando hacia el suelo, como por arte de magia, en pocos días, se transformó en una delicada bolsa a la que se accedía por un corredor lateral, de abajo hacia arriba, para después volver a bajar al nido propiamente dicho.
El dedito de nuestra asistenta, a pesar de mi prohibición, fue escrutando periódicamente el interior del nido, informándonos cuando pusieron los huevos, el número de ellos (dos), cuando eclosionaron, así como cualquier otra información que le pareciera digna de comentar, a pesar de mis reproches. También fue ella la que una mañana nos informó que un gato de la vecindad, había aniquilado el nido.
Me sentí en cierto modo culpable, porque siempre ví que estaba construido a muy poca altura, pero también es cierto que nunca había visto a ningún gato en mi patio y además el nido estaba muy bien camuflado. De todas formas ¿de que servia ya lamentarse?.
A los pocos días vimos entrar de nuevo a la pareja, era obvio que los padres se habían salvado de la masacre, y aunque cabía la posibilidad de que se tratara de otra pareja diferente yo prefería creer que eran los mismos. Por si decidían de nuevo anidar allí, recorté las guías que caían, dejando su cascada a considerable altura y colgué al papagayo de su asa anulando el mas de medio metro de soga de la que colgaba, ganando casi metro y medio de altura y siendo ya muy poco probable que gato alguno pudiese alcanzar al nido si allí se construyera.
Los tejedores son pajaritos muy pequeños, bastante mas pequeños que los que en mi tierra se conocen por gafarron o verdecillo, pero el pájaro mas diminuto es el colibrí, mas parecido a un insecto que a un pájaro, aún así y contrariamente a lo que se pudiera esperar, cuando los tejedores habían terminado su nido, apareció por mi patio un colibrí y al revolotear por su entorno, el macho tejedor no permitió su presencia y trató de intimidarlo. Es algo que vimos todos. El colibrí se marchó, pero después, aprovechando cualquier descuido, llegaba al patio y directamente hacia una incursión sobre la estructura del nido, desenredando poco a poco los puntos de anclaje de los que se sostenía. Esta estrategia también la vimos todos, teniendo que, para conseguir que se marchase, amenazarlo con la escoba, ya que ni las voces, ni los gritos, ni las palmas conseguían intimidarlo para que desistiera en su empeño, obcecado en su venganza. Tal es así, que en poco tiempo desenredó las ligaduras y por su propio peso, el nido, cayó al suelo.
En ciertas cosas no es bueno que los humanos intervengamos en los asuntos de los animales, pero no pude evitar el recoger el nido y situarlo tal como estaba, haciendo un enmallado con papel de celo que lo sujetaba de forma consistente. Los pajaros despues de lo ocurrido desaparecieron temporalmente, pero de nuevo han acudido al nido y parece que han aceptado los cambios observados, lo que me cogratula infinitamente. No obstante, dentro de mi alegria, no puedo evitar pensar ¿que nuevo enemigo les puede surgir?, ¿qué influjos marcan el destino de los seres y de las cosas? Pero lo que mas malestar me ha dejado ha sido el "dichoso colibrí" en el que he visto el odio, el rencor y la maldad que creia vicios privativos de los humanos y al apreciar tantisima carga de perversión en un ser tan diminuto, me doy cuenta que estamos practicamente desamparados si es que alguien se propone hacernos daño porque realmente no existe "enemigo pequeño".
5 comentarios:
Por un momento he visto el apasionamiento del tío Guillermo cuando habla de pájaros.
Así que el colibrí es pequeñito pero matón, no? La verdad es que nunca hubiera pensado que los pájaros pudieran ser vengativos, creía que eso ocurría sólo en la imaginación de Hitchcock.
PD. Tendrás que añadir una foto en tu colección de nietos. Falta Saúl.
Lo he intentado, pero cuando trato de enviar la fotografia a mis documentos, me sale un cartelito que me bloquea y me dice: El destino no admite la entrada de este tipo de documentos.
Cuando vengais por aquí ya me enseñareis como hacerlo y algunas otras cosas de las que prescindo por no saberlas utilizar.
Qué preciosura de pajaros,que no se dan por vencido con todo lo que les ha ocurrido,Y todavia siguen alli.Nosotros fuimos testigo,de como construian su nidito.trayendo en su pico su material.Pero sorprendida por la actitud del colibri al querer destruir algo que habian hecho con tanto esfuerzo,pero que se puede hacer si hasta en las personas hay esto y mucho mas ,porque nadien quiere ver bien a otro. de verdad hay mucha Envidia y maldad. con amor MILENA
La naturaleza es más sabia que el hombre. No lo dudes, aunque seguro que lo tienes claro. Los que vivimos en el campo sabemos lo que es despestarse con el trino de los pájaros, alguna brisa mañanera que se cuela por la ventana entreabierta, el despertar a la primavera, etc. etc. Aunque de todo esto en nuestra querida Almafrá cada vez queda menos.
Txema Rico
Que no cunda el pánico, que esto no es más que la excepción que confirma la regla.
Además, hablando de mi perro tú mismo me hiciste observar que los más canijos son los más matones :D y este colibrí parecía estar diciendo "A mí no me intimida ni el Águila Roja".
O puede que también fuese un sicario a sueldo del gato.
En cualquier caso, un relato precioso, que lleva la impronta de la ternura y la sabia observación que dedicas a todo lo que tiene que ver con la Naturaleza.
Un abrazo.
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