Me incorporé como voluntario para hacer el Servicio Militar en el Cuartel de Benalua de Alicante hace la friolera de cuarenta y ocho años. Me trasladó desde Elda hasta la puerta del mismo Cuartel mi cuñado Antonio Olaya Gallego (q.e.p.d.), todavía nóvio de mi hermana Paquita y con el salero que le caracterizaba me dijo: "Animo Juan, que ya estás prácticamente Licenciado" y así era, visto desde mi perspectiva actual, en la que me doy cuenta de que mi vida ha pasado como un soplo, pero aquellos veinte meses, por entonces, me parecieron una eternidad. Seria interminable contar todas mis anecdotas llenas de hazañas y picardias, por lo que pasaré por alto muchas de ellas y me limitaré solo a las que con mas agrado recuerdo, a pesar que en algún caso podian haberme traido muy malas consecuencias. Si me leyera algún coetaneo pensaria que miento al afirmar que tan solo hice unos días de instrucción en dicho periodo y que además tampoco asistí a gimnasia, cosa que creo que no tiene antecedentes y no fúé porque escamotease esas obligacines sino porque fuí rebajado por mis superiores para esos menesteres. Tanto el Teniente como el Capitán de mi compañia eran unos enamorados de su oficio y la táctica militar era, digamos, una asignatura a la que prestaban mucha atención dedicandole las dos horas anteriores a la comida. Nos sentabamos en semicirculo los ciento quince soldados que formaban la compañia frente a nuestro Teniente que con gran meticulosidad explicaba en la pizarra, con gráficos y dibujos las diversas técnicas de combate. Siempre le faltaba tiempo y si queriamos hacer anotaciones para poder contestar las preguntas que al día siguiente irremisiblemente nos iban a hacer no podiamos atender sus explicaciones y en caso contrario era muy dificil que pudieramos retener el sin fin de cosas que, en su afán, trataba de hacernos comprender. No habia mayor decepción para él que cuando, antes de iniciar la clase del día, el Capitan nos hacia alguna pregunta del tema del día anterior, no supieramos contestarla a pesar de su patente esfuerzo.
Un día me dirigí a él y con el mayor respeto le dije: " Mi Teniente, estoy viendo todos los esfuerzos que está haciendo por darnos una buena formación militar y observo que no dispone de tiempo suficiente, y por nuestra parte, si copiamos sus gráficos no podemos prestarle toda la atención y si no lo hacemos, es dificil que podamos retener todas sus explicaciones. Si usted quisiera yo podria pasar a multicopista los temas, los gráficos, incluso podia incluir algún que otro dibujo explicativo que usted considerase oportuno y de esta forma cada soldado iniciaria la clase teniendo en sus manos, por escrito, lo fundamental del tema; podria seguir sus explicaciones sin tener que distraerse con anotaciones y en las horas de descanso podria repasar tanto el tema del día como los anteriores. El Teniente me escuchaba con mucha atención y cuando terminé exclamó: MAGNIFICO CABRERA ¿Cuando puedes empezar?. En principio tendria que ir a casa a recoger la multicopista. Si Vd. me diese un par de días podria hacer acopio de tinta, clises y folios de papel. Como comprenderá tendrá que comunicar a los soldados su obligación de colaborar en los gastos, que si a Vd. le parece bien podriamos calcular en una peseta por tema y desde luego tendria que prestarle una dedicación que me impediria acudir a Instrucción y a Gimnasia. Esta última condición no le gustó en absoluto y estuvo a punto de abortar mi plan, pero la idea le habia gustado de tal manera que removió cielo y tierra hasta que consiguió que le autorizasen para concederme tal rebaje. El Clisé me costaba 16 ptas., la tinta no mas de 5 Ptas. los folios a 10 ctmos. 11,50 Ptas. es decir un total de 32,50 Ptas. Lo que me suponia unos ingresos diarios de 81,50 Ptas. una verdadera fortuna en aquellos tiempos y además rebajado de servicios.
La víspera de la Jura de Bandera habia una gran algaravia en nuestro Barracón. Yo me encontraba a los pies de mi litera ordenando mi macuto y de espaldas a mi un Cabo Primero que habia demostrado su mala leche a lo largo de todo el periodo de instrucción, pero como estabamos en vísperas de la Jura y se respiraba mucha cordialidad y alegria, alguien le empujó al Primero la gorra que cayó al suelo y este, sin aceptar la broma, pero sin tampoco tratar de averiguar quien se la habia hecho, giró sobre si como una peonza con el brazo extendido, yendo a dar con la punta de sus dedos como si de ul látigo se tratase, en todo mi ojo izquierdo. ¡Que dolor tan irresistible. Creí que me habia reventado el ojo y como al protegerlo con mi mano notaba que un fluido brotaba de el a mansalva aún me convencí mas de mi desgracia. Corrí hacia los lavabos con la esperanza de aliviar mi dolor refrescandome con agua y dirigí mi rostro al espejo separando mi mano del ojo con la lentitud del jugador que está pintando la última carta para ver si ha conseguido un pocker, solo que en este caso mi lentitud no era mas que el temor de descubrir mi ojo reventado. Gracias a Dios solamente lo tenia rojo y traumatizado y el liquido que del brotaba no eran mas que lagrimas a raudales pero veia. Aliviado del dolor salí a la nave en cuyo fondo estaba el Primero haciendo aspamientos con sus brazos mientras mis compañeros le increpaban por lo que me habia hecho sin culpa alguna. Al verlo con tanta chuleria y menosprecio no pude retener mi ira y corriendo hacia el como el que quiere batir un record, extendí mi puño con toda mi fuerza sobre su rostro dejandole completamente K.O. boca arriba sobre el suelo mientras que de su boca y nariz completamente rotas manaba la sangre como si de un cerdo degollado se tratara. Mis piernas empezaron a temblar y sobre mi pesó la sombra del mayor castigo. "Pegarle a un superior, en el Ejercito". Me dirigí al puesto de guardia y me sometí a la decisón del Oficial de Servicio quien con mucha cordura me retuvo hasta que al día siguiente llegaran los Oficiales de mi compañia, que curiosamente tras escuchar mi versión, confirmada por el resto de los soldados, no me impusieron ninguna sanción y por el contrario, al que en principio fué mi verdugo y despues mi reo, le prohibieron que saliese del barracón, a donde incluso le llevaban la comida, para evitar que lo viesen y comentasen el por qué de tan fatal aspecto. Nunca se dirigió a mi en ningún término y si nos cruzabamos, agachaba la cabeza y pasaba como si no me hubiese visto. Los compañeros en cambio, me hicieron muy popular tanto en mi compañia como en el resto del Campamento bautizandome como Folledo, nombre de un campeon mundial de boxeo español de aquellos tiempos y era habitual que al entrar en la cantina o al pasar junto algún grupo de otras compañias alguien le dijese a los demás, ahí vá Folledo.
Terminado el periodo de instrucción se me acabó el chollo de la multicopista y
habia que ver la forma de conseguir un buen destino. Solicité entrar en oficinas y tras la prueba, no sé en que estaria pensando el que me la hizo, porque salí seleccionado siendo este un destino de minorias de élite y de enchufados.
Mientras tuve los ingresos de la multicopista no tuve problemas de abastecimiento y no sufri ninguna privación en lo que alimentación se refiere, cuestión que hubiese sido un grave problema para mi al serme fisicamente imposible alimentarme con el rancho. Era tal mi rechazo que nunca conseguí tragar una cucharada por mas vueltas que le diese en la boca. Por eso cuando mi liquidez se agotó entré en un proceso de inanicción que me dejó en los huesos, tal es así que empezaron a llamarme el Fakir y cuando tenia algún servicio nocturno tenia que acudir al Botiquin donde un amigo de Petrel llamado Mañez me ponia unas terribles inyecciones de Becepal, un combinado de vitaminas y aceite de higado de bacalao que me hacian resucitar. La ayuda economica de mi padre cubria a duras penas díez dias de mi manutención pero el resto era un verdadero infierno, teniendo que agradecer a otro amigo de Petrel llamado Payá, que estaba encargado de la cantina los bocatas que me empujaba por bajo manga y que tantas veces me quitaron el habre, pero aún así no era suficiente y tuve que ingeniar otros recursos. Como ya dije habia sido destinado a oficinas, concretamente a las de la Jefatura de Instrucción, que era un departamento que con otros tantos ocupaba toda la planta primera del ala norte del Cuartel de Benalua. Allí podia haber un contingente de mas de sesenta soldados en total, de los cuales, como ya dije que eran enchufados, la mayor parte residian en Alicante y tenian pase pernocta, lo que les permitia dormir en sus domicilios y como es natural, sus madres les preparaban para el almuerzo unos bocatas que no los saltaba un galgo. Empecé mis pesquisas alimentarias con mis compañeros de despacho y cada dia le faltaba a uno de ellos el bocata, que desaparecia misteriosamente. Cuando el asunto empezó a tomar visos de desconfianza entre unos y otros amplié mi zona de actuación en las otras dependencias, alternando victimas y secciones de forma que no llegase a crearse una sicosis colectiva, pero como mi actuación era diaria, MI ESTOMAGO ASÍ ME LO EXIGIA, llegó un momento en que lo primero que cada cual hacia, cuando llegaba, era buscar el sitio mas insospechado para esconder su bocata. A veces era penosisimo para mi descubrir los escondites pero el hambre me inspiraba una intuición que sacaba de quicio a las victimas de turno porque era inimaginable que nadie pudiera localizar su escondite. Entre otros recuerdo haberlos descubierto bajo la mesa sujetos con celo, incluso dentro un rollo de mapas. Habia uno que no lo escondia. Su mesa estaba frente a una ventanilla que se apoyaba sobre un mostrador en el que habia una cristalera con cuatro o cinco ventanillas a lo largo de su longitud. El atendia una de esas ventanillas y colocaba su almuerzo en el mostrador, delante de sus narices por lo que siempre me habia sido imposible elegirlo como victima, pero un día que habia fracasado en mi busqueda y habiendo una sicosis tal que cualquier acción sospechosa podia descubirme, viendo que la hora del almuerzo se acercaba y si no actuaba con rapidez me iba a quedar en ayunas tuve que recurrir a aquel bocata que estaba a la vista pero al que no me podia acercar por lo que uniendo con papel de celo todas las reglas que encontré en el departamento de cartografia, abrí sigilosamente la puerta y como si de un pala de panadero se tratara deslicé las reglas apoyandolas sobre el mostrador y al llegar al bocata empujé con cierta energia consiguiendo que la regla se situase bajo el mismo, procediendo de inmediato a deslizar suavemente mi improvisada pala a bordo de la cual iba el alivio de mis penas.
Fué muy sonada esa desaparición porque la victima aseguraba a sus compañeros que era imposible que ninguna persona pudiese haberla cogido, manifestando que estaba frente a el y allí nadie se habia acercado.
Habian sido tan misteriosas tantas y tantas desapariciones que empezó a circular la posibilidad de que se tratase de un fenomeno paranormal, teoria que yo fomenté en lo que pude y quizás fuese la comidilla durante mucho tiempo, cosa que no puedo asegurar porque gracias a una esquirla de metal que accidentalmente se me incrustó en el lateral de mi dedo pulgar izquierdo pasé al hospital donde estuve mas de un mes, con una comida mucho mas apetecible y abundante de lo que pudiera imaginar, que me permitió reponerme totalmente de mis privaciones anteriores, a las que sobreviví gracias a aquellos benditos bocatas.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
Un día me dirigí a él y con el mayor respeto le dije: " Mi Teniente, estoy viendo todos los esfuerzos que está haciendo por darnos una buena formación militar y observo que no dispone de tiempo suficiente, y por nuestra parte, si copiamos sus gráficos no podemos prestarle toda la atención y si no lo hacemos, es dificil que podamos retener todas sus explicaciones. Si usted quisiera yo podria pasar a multicopista los temas, los gráficos, incluso podia incluir algún que otro dibujo explicativo que usted considerase oportuno y de esta forma cada soldado iniciaria la clase teniendo en sus manos, por escrito, lo fundamental del tema; podria seguir sus explicaciones sin tener que distraerse con anotaciones y en las horas de descanso podria repasar tanto el tema del día como los anteriores. El Teniente me escuchaba con mucha atención y cuando terminé exclamó: MAGNIFICO CABRERA ¿Cuando puedes empezar?. En principio tendria que ir a casa a recoger la multicopista. Si Vd. me diese un par de días podria hacer acopio de tinta, clises y folios de papel. Como comprenderá tendrá que comunicar a los soldados su obligación de colaborar en los gastos, que si a Vd. le parece bien podriamos calcular en una peseta por tema y desde luego tendria que prestarle una dedicación que me impediria acudir a Instrucción y a Gimnasia. Esta última condición no le gustó en absoluto y estuvo a punto de abortar mi plan, pero la idea le habia gustado de tal manera que removió cielo y tierra hasta que consiguió que le autorizasen para concederme tal rebaje. El Clisé me costaba 16 ptas., la tinta no mas de 5 Ptas. los folios a 10 ctmos. 11,50 Ptas. es decir un total de 32,50 Ptas. Lo que me suponia unos ingresos diarios de 81,50 Ptas. una verdadera fortuna en aquellos tiempos y además rebajado de servicios.
La víspera de la Jura de Bandera habia una gran algaravia en nuestro Barracón. Yo me encontraba a los pies de mi litera ordenando mi macuto y de espaldas a mi un Cabo Primero que habia demostrado su mala leche a lo largo de todo el periodo de instrucción, pero como estabamos en vísperas de la Jura y se respiraba mucha cordialidad y alegria, alguien le empujó al Primero la gorra que cayó al suelo y este, sin aceptar la broma, pero sin tampoco tratar de averiguar quien se la habia hecho, giró sobre si como una peonza con el brazo extendido, yendo a dar con la punta de sus dedos como si de ul látigo se tratase, en todo mi ojo izquierdo. ¡Que dolor tan irresistible. Creí que me habia reventado el ojo y como al protegerlo con mi mano notaba que un fluido brotaba de el a mansalva aún me convencí mas de mi desgracia. Corrí hacia los lavabos con la esperanza de aliviar mi dolor refrescandome con agua y dirigí mi rostro al espejo separando mi mano del ojo con la lentitud del jugador que está pintando la última carta para ver si ha conseguido un pocker, solo que en este caso mi lentitud no era mas que el temor de descubrir mi ojo reventado. Gracias a Dios solamente lo tenia rojo y traumatizado y el liquido que del brotaba no eran mas que lagrimas a raudales pero veia. Aliviado del dolor salí a la nave en cuyo fondo estaba el Primero haciendo aspamientos con sus brazos mientras mis compañeros le increpaban por lo que me habia hecho sin culpa alguna. Al verlo con tanta chuleria y menosprecio no pude retener mi ira y corriendo hacia el como el que quiere batir un record, extendí mi puño con toda mi fuerza sobre su rostro dejandole completamente K.O. boca arriba sobre el suelo mientras que de su boca y nariz completamente rotas manaba la sangre como si de un cerdo degollado se tratara. Mis piernas empezaron a temblar y sobre mi pesó la sombra del mayor castigo. "Pegarle a un superior, en el Ejercito". Me dirigí al puesto de guardia y me sometí a la decisón del Oficial de Servicio quien con mucha cordura me retuvo hasta que al día siguiente llegaran los Oficiales de mi compañia, que curiosamente tras escuchar mi versión, confirmada por el resto de los soldados, no me impusieron ninguna sanción y por el contrario, al que en principio fué mi verdugo y despues mi reo, le prohibieron que saliese del barracón, a donde incluso le llevaban la comida, para evitar que lo viesen y comentasen el por qué de tan fatal aspecto. Nunca se dirigió a mi en ningún término y si nos cruzabamos, agachaba la cabeza y pasaba como si no me hubiese visto. Los compañeros en cambio, me hicieron muy popular tanto en mi compañia como en el resto del Campamento bautizandome como Folledo, nombre de un campeon mundial de boxeo español de aquellos tiempos y era habitual que al entrar en la cantina o al pasar junto algún grupo de otras compañias alguien le dijese a los demás, ahí vá Folledo.
Terminado el periodo de instrucción se me acabó el chollo de la multicopista y
habia que ver la forma de conseguir un buen destino. Solicité entrar en oficinas y tras la prueba, no sé en que estaria pensando el que me la hizo, porque salí seleccionado siendo este un destino de minorias de élite y de enchufados.
Mientras tuve los ingresos de la multicopista no tuve problemas de abastecimiento y no sufri ninguna privación en lo que alimentación se refiere, cuestión que hubiese sido un grave problema para mi al serme fisicamente imposible alimentarme con el rancho. Era tal mi rechazo que nunca conseguí tragar una cucharada por mas vueltas que le diese en la boca. Por eso cuando mi liquidez se agotó entré en un proceso de inanicción que me dejó en los huesos, tal es así que empezaron a llamarme el Fakir y cuando tenia algún servicio nocturno tenia que acudir al Botiquin donde un amigo de Petrel llamado Mañez me ponia unas terribles inyecciones de Becepal, un combinado de vitaminas y aceite de higado de bacalao que me hacian resucitar. La ayuda economica de mi padre cubria a duras penas díez dias de mi manutención pero el resto era un verdadero infierno, teniendo que agradecer a otro amigo de Petrel llamado Payá, que estaba encargado de la cantina los bocatas que me empujaba por bajo manga y que tantas veces me quitaron el habre, pero aún así no era suficiente y tuve que ingeniar otros recursos. Como ya dije habia sido destinado a oficinas, concretamente a las de la Jefatura de Instrucción, que era un departamento que con otros tantos ocupaba toda la planta primera del ala norte del Cuartel de Benalua. Allí podia haber un contingente de mas de sesenta soldados en total, de los cuales, como ya dije que eran enchufados, la mayor parte residian en Alicante y tenian pase pernocta, lo que les permitia dormir en sus domicilios y como es natural, sus madres les preparaban para el almuerzo unos bocatas que no los saltaba un galgo. Empecé mis pesquisas alimentarias con mis compañeros de despacho y cada dia le faltaba a uno de ellos el bocata, que desaparecia misteriosamente. Cuando el asunto empezó a tomar visos de desconfianza entre unos y otros amplié mi zona de actuación en las otras dependencias, alternando victimas y secciones de forma que no llegase a crearse una sicosis colectiva, pero como mi actuación era diaria, MI ESTOMAGO ASÍ ME LO EXIGIA, llegó un momento en que lo primero que cada cual hacia, cuando llegaba, era buscar el sitio mas insospechado para esconder su bocata. A veces era penosisimo para mi descubrir los escondites pero el hambre me inspiraba una intuición que sacaba de quicio a las victimas de turno porque era inimaginable que nadie pudiera localizar su escondite. Entre otros recuerdo haberlos descubierto bajo la mesa sujetos con celo, incluso dentro un rollo de mapas. Habia uno que no lo escondia. Su mesa estaba frente a una ventanilla que se apoyaba sobre un mostrador en el que habia una cristalera con cuatro o cinco ventanillas a lo largo de su longitud. El atendia una de esas ventanillas y colocaba su almuerzo en el mostrador, delante de sus narices por lo que siempre me habia sido imposible elegirlo como victima, pero un día que habia fracasado en mi busqueda y habiendo una sicosis tal que cualquier acción sospechosa podia descubirme, viendo que la hora del almuerzo se acercaba y si no actuaba con rapidez me iba a quedar en ayunas tuve que recurrir a aquel bocata que estaba a la vista pero al que no me podia acercar por lo que uniendo con papel de celo todas las reglas que encontré en el departamento de cartografia, abrí sigilosamente la puerta y como si de un pala de panadero se tratara deslicé las reglas apoyandolas sobre el mostrador y al llegar al bocata empujé con cierta energia consiguiendo que la regla se situase bajo el mismo, procediendo de inmediato a deslizar suavemente mi improvisada pala a bordo de la cual iba el alivio de mis penas.
Fué muy sonada esa desaparición porque la victima aseguraba a sus compañeros que era imposible que ninguna persona pudiese haberla cogido, manifestando que estaba frente a el y allí nadie se habia acercado.
Habian sido tan misteriosas tantas y tantas desapariciones que empezó a circular la posibilidad de que se tratase de un fenomeno paranormal, teoria que yo fomenté en lo que pude y quizás fuese la comidilla durante mucho tiempo, cosa que no puedo asegurar porque gracias a una esquirla de metal que accidentalmente se me incrustó en el lateral de mi dedo pulgar izquierdo pasé al hospital donde estuve mas de un mes, con una comida mucho mas apetecible y abundante de lo que pudiera imaginar, que me permitió reponerme totalmente de mis privaciones anteriores, a las que sobreviví gracias a aquellos benditos bocatas.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
3 comentarios:
Que bueno Pichiri, que bueno el relato. Ya ves, mi último post en mi blog trata de opulencia en la mesa y este de artimañas militares para subsistir...ja ja ja.. c'est la vie!!!!
Un abrazo desde tu conocido y entrañable barrio de La Almafrá Alta.
Me lo he pasado pipa leyendo este relato. No conocía ninguna de las anécdotas (o las había olvidado) Creo que cada mili personal daría para una novela distinta, pero no todos sabrían contarla con tu soltura. Ya espero con ganas la segunda parte.
Yo sí recuerdo que comentabas el hambre que pasaste en la mili y me sonaba la historia de cómo conseguiste difícilmente un bocata mediante artimañas. Ha sido una historia muy divertida.FRAN.
Publicar un comentario