Me llevaré el calor de sus pisadas
gravadas en los atomos del polvo
y con afán, tamizaré del aire
los espacios antiguos,
donde volaron por doquier sus lazos.
Sumido en este juego,
que es como un embeleso,
aspiraré el aroma que esparcido
dejó en el aire su perfume asido.
Y sin buscar descanso,
en este desacato
a la logica y al tiempo,
recogeré las piedras
que intuya que a su paso
rozó su pie divino.
Sentado allí en la acequia,
al rumor de las aguas cantarinas,
en horas desoladas
arrancaré unos versos a las rimas
que en acróstico idilico
convertiré en estrofa enamorada
que brindaré a quien existe,
aunque no me conoce,
pero sabe que me ama.
Congelemos el tiempo.
¡Que mis versos no lleguen!
Que mi mente nocturna
la conciba entre sueños
por el calor de sus pasos,
por su fragancia vertida,
por su aliento venerado
como una santa reliquia,
por sus lindos lazos blancos
por sus trencitas de niña.
y que ella engendre a mis hijos
tres varones y una niña,
por un milagro del Cielo
ya que Dios así lo dicta,
sin que mi cuerpo le roce,
sin gozar de sus caricias
y ella alegre y primorosa
en las aguas cantarinas
de la misma acequia, aquella,
donde leyó un día mis rimas,
con sus tenues manecitas
vuelva a lavar sus pañuelos
vuelva a jugar con sus primas
a quien contará sus sueños,
retazos de nuestras vidas,
sin que nunca llegue a verme,
sin que llegue a conocerla.
1 comentario:
Qué bonito, Juan!
Hacía mucho que no escribías poesía. Esto parece salido de lo más hondo de tus adentros. Pero yo sí me alegro de que la conocieses, porque si no esos hijos no serían tan especiales. Yo, personalmente, lo habría lamentado mucho.
Un abrazo.
Publicar un comentario