Estas manos, que aunque no estan lastimadas tienen alguna que otra huella, que el tiempo quiso ir marcando, como recordatorio a tantisimos acontecimientos, fueron ayer las diminutas e impolutas manos que mi padre tomaba entre las suyas los domingos para llevarme a la iglesia a oir la Santa Misa. Lo recuerdo con traje oscuro, camisa blanca con cuello duro y corbata; chaleco; zapatos y calcetines negros; sombrero de ala mas bien ancha y el abrigo sobre los hombros. Puede decirse que mi padre era un hombre elegante y así se le consideraba, pero por encima de ello era un hombre respetado, querido y bueno. Esta estampa indeleble en mi recuerdo, quedó plasmada de forma permanente en una fotografia que tras no se cuantas visicitudes llegó hasta los tiempos de mi madurez y en ella aparecia tambien mi hermana Cecilia. Estabamos los dos, cogidos ambos de cada una de las manos de mi padre, mientras nosotros sosteniamos con la que teniamos libre una palma, señal inequívoca de que era Domingo de Ramos. Mi hermana nueve años menor que yo podria tener no mas de dos años en ese evento. Llevaba unas trencitas pequeñitas, de muñeca y un abriguito ceñido por unos bonitos botones cuyos ojales estaban situados sobre unos relieves de terciopelo negro que hacian juego con un cuellecito redondo de este mismo paño que tambien adornaba sus bolsillos. Veo su mano diminuta pérdida dentro de la de mi padre, mientras la mia descansaba en su suave y mullido lecho siempre tierno y acariciador.
Pero no quiero hablar de esa fotografia en la que aparezco con mi traje de pantalones bombachos, heredado de mi hermano, ni de ese Domingo de Ramos que aún podria ubicar en el tiempo, ni de mi padre que mereceria mas entradas de las que ya llevo escritas, ni de Cecilia que tanto haria por mí a lo largo de su vida, ni de mi mismo ya que lo que pueda decir servirá de bien poco ya que para los demás nuestras vidas serán lo que cada cual quiera imaginar, influyendo casi unicamente para la posteridad lo que esa fotografia a la que aludo y otras muchas mas, muestren de nosotros, dejando al descubierto lo que fuimos en el mismo instante en que quedamos plasmados en el negativo de esas camaras, improvisados testigos presenciales en esos instantes de nuestra vida, que manejadas por una mano incognita consiguieron inconscientemente el hechizo de transformar algo intrascendente de una vida, en la vida misma trascendida a través de un simple papel, que en muchos casos, incluso, nos sobrevirá.
Lo que me ha empujado realmente a improvisar este escrito ha sido el recuerdo de las manos de mi padre, entre las que aún siento calientes las mias, esas manos que a veces me reprimian con amor, pero que nunca fueron una amenaza, esas manos tendidas que me estrechaban y golpeaban mi espalda infundiendome animo, esas manos que siempre se reconciliaban con las mias y me perdonaban y me acariciaban aún sin merecerlo. Esas manos que aún me reconfortan, me alientan, me curan y me alejan del peligro. En definitiva, las manos que me infunden paz y que ahora siento tan apretadas a las mias como lo estuvieron al darme su último adiós.
7 comentarios:
Aquí estoy de nuevo, despues de haber tenido una pelea con mis coronarias de la que como siempre he salido invicto, aunque un poco achuchado. No vá a seros muy facil libraros de mí y espero que no tomeis muy en cuenta mi apasionamiento en algunos temas, aunque creo que no hacia falta esta advertencia porque tengo prohibido exaltarme por prescripción facultativa y posiblemente no vuelva a tocar esos temas tabú.
Un saludo cordial a todos y me siento muy feliz de encontrarme entre vosotros de nuevo.
Bienvenido!
Es una alegría inmensa verte otra vez por aquí!
Y con una entrada tan hermosa! Yo conservo una pulsera de mi madre. La llevaba siempre puesta cuando venía a recogerme al colegio, y por el camino, yendo de su mano, me dedicaba a jugar con ella. De vez en cuando tomo esa pulsera entre mis manos y cierro los ojos, y vuelvo a sentir que su mano abraza la mía, esa sensación de amparo y cariño incondicional cuya garantía sólo nos otorgan los padres.
Estas cosas se heredan. Tus hijos te adoran y te admiran y mi hija también a mí.
Nuestras manos nos proporcionan el sustento y la autosuficiencia, pero nunca valen tanto como cuando se convierten en los más poderosos transmisores del amor.
Un beso.
Papá, he sabido enseguida qué foto estabas describiendo y he ido al álbum familiar para escanearla y enviártela por si quieres que adorne esta entrada tan sentida.
Verte de nuevo escribiendo en tu blog me alegra enórmemente. Tus escritos me emocionan y son joyas que me gusta coleccionar.
Un beso grande.
`¡Què bonito papà!Yo tambièn recuerdo esa foto.A veces,no sabemos hasta què punto,pequeños detalles que hacemos sin pensar,calan en el corazòn de otros,para toda la vida.Cuando arropo a mis hijas por las noches, y tienen frìo al meterse entre las frìas sàbanas,las froto como tù me frotabas a mì,y lo hago pensando en lo agradable que era para mì cuando tù lo hacìas...ya ves,tambièn les canto la canciòn del àngel,como tù me la cantabas a mì,bueno,como tù no,tù sì que sabìas hacerlo,a pleno pulmòn por las mañanas,y la del reloj..esa la canto de pena...pero esas pequeñas cosas...son las que pase el tiempo que pase quedan latentes como si ayer mismo me hubieras frotado con ese vigor con el que lo hacìas para que entrara en calor...siempre que escucho la canciòn del reloj no puedo evitar pensar en tì,y sè que serà asì pase el tiempo que pase.
TE QUIERO PAPA,CUIDATE.
Yo también recuerdo esa foto. Muchas veces pasamos una rápida ojeada por encima de tantas fotos antiguas y no nos detenemos en ellas pues no sabemos los sentimientos que pudieron encerrar por sus protagonistas. A partir de ahora miraré esa foto de otra forma y me evocará lo que sentiste en las manos de mi abuelo Juan, tu padre. Yo, como Ana y como todo el mundo, tengo también gratos recuerdos de mi infancia. Cuando por ejemplo la mamá nos ponía el pijama antes de cenar y tú nos llevabas después a caballito a la cama o cuando me escondí unos cangrejos que la mamá tenía para la comida con la intención de poder jugar con esos magníficos bichos cuando quisiera y la mamá no conseguía arrancarme ni "mu" de lo que había pasado...Tú con mucho tiento hiciste el juego de "vamos a encontrar los cangrejos" hasta que al final queriendo ganar dije "a lo mejor los he puesto en ese cajón..." No creo que recuerdes esta hstoria pero yo sí. Me alegro de verte de nuevo aquí.FRAN.
Bueno Juan, como veo que esta entrada de tu blog está marcada por un "cálido" caracater familiar, simplemente decirte que bienvenido de nuevo y me alegro que una vez más tus maltrechas coronarias te permitan seguir deleitándonos con historia como ésta. Un abrazo desde nuestra querida Almafrá Alta.
Tomás:
Todos tenemos gravados momentos familiares que con el recuerdo se vuelven mas intensos, yo también recuerdo tu mano envolviendo a la mía mientras paseaba por una feria en Benidorm, ibas buscando el caballo más bonito que hubiera, y lo recuerdo con total claridad a pesar de tener cuatro años. Recuerdo como ibas descartando a todos hasta que diste con el mejor, uno negro con el pelo y la cola blanco, que estaba colgado en lo alto del puesto de la feria y que a mi me parecía enorme. Todavía anda guardado ese caballo,aunque ha perdido el pelo, lo tengo en la nave, y recuerdo con claridad la emoción de aquella noche. Un beso papa.
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