jueves, 26 de junio de 2014

ERAMOS POCOS Y PARIÓ LA BURRA


Siempre he apoyado la verdad, no dejando nunca de denunciar cualquier hecho lamentable, procediese de donde procediese. No obstante he de reconocer que mi opinión suele ser favorable a "La Derecha", porque en España siempre ha sido la mas castigada, por ser la mas sometida y en consecuencia la mas humillada.

Y digo que la Derecha es la mas castigada porque en esencia está integrada por gente humilde que calladamente contribuye al bien común, inclinando sus preferencias políticas hacia quienes creen que van a orientar sus programas, manteniendo y defendiendo los principios, que por tradición y por convicción, les fueron inculcados por sus ancestros y que sistemáticamente han sido vulnerados., a pesar de su perseverancia en conseguir los logros que sin excepción todos soñamos. De ahí, el que los integrantes de la Derecha cambien su opción política cuando los que han recibido su voto no responden a las expectativas que de ellos se esperaba, cosa que no suele ocurrir en la Izquierda, que con un fanatismo inconcebible que raya en masoquismo, a pesar del fracaso reiterado de sus siglas reinciden en su postura.

El que la Derecha, a veces, dé la espalda a sus representantes podría parecer una incongruencia, pero es la mejor muestra de su espíritu critico, de su indefinición y de su disociación.  Guarda para si mismo sus criterios y solamente se agrupa cuando ve en peligro su integridad, después de ser testigo mudo de los mas grandes atropellos hacia ellos mismos y hacia sus instituciones. LA DERECHA JAMÁS HA INICIADO NINGÚN CONFLICTO CONTRA LOS INTEGRANTES DE NINGUNA IDEOLOGÍA, SALVO CUANDO ESAS IDEOLOGÍAS HAN PROPICIADO EL QUE SUS MIEMBROS SE TRASFORMASEN EN VERDUGOS. Si en cambio, nadie puede negar que las miles de victimas sacrificadas por la ideología de la izquierda antes de la guerra, FUERON ASESINADAS VILMENTE POR SUS CREENCIAS Y POR SUS CONVICCIONES, a pesar de que LA MAYORÍA NO HABÍA TOCADO EN SU VIDA UNA SOLA ARMA Y DE QUE SUS VERDUGOS FUERON LOS QUE SIEMPRE HAN ENARBOLADO LA BANDERA DE LA LIBERTAD.  

 La Derecha no es el Capital, aunque este se una a ella, sintiéndose así mas protegido, porque sabe que la Derecha entiende que sin el es imposible abrir nuevos caminos de prosperidad. Realidad esta que no admite la izquierda, imbuida por las consignas de la Lucha de Clases.  

Contemplemos y reconozcamos nuestros errores y no volvamos a repetirlos, sobretodo sabiendo que en nuestra convivencia cotidiana, en la calle, en el fútbol, en el trabajo, incluso en nuestras relaciones amorosas el tema político y aún mas el religioso pierde su rigor. Compartamos los temas que nos unen, alejándonos de los que nos separan, ya que si bien se mira, ¿A QUIEN PUEDE HACERLE DAÑO QUE ALGUIEN CREA EN DIOS?

Tenía la esperanza de que este sueño se cumpliera, AHORA QUE YA HEMOS CAÍDO EN LO MAS HONDO, y muy especialmente cuando me enteré que iba a salir de la escena política RUBALCABA, que a mi juicio ha sido el hipócrita, cínico y malicioso mas experimentado entre los políticos de nuestra reciente historia, pero mira por donde, de entre las bambalinas ha surgido un nuevo personaje. Me refiero a PABLO IGLESIAS, que no solo justifica los crìmenes de E.T.A., sino que escupe frases como "VAMOS A ECHAR A LA CASTA", y otras lindezas. Pobre Rubalcaba, me temo que muy pronto te van arrebatar el récord que ostentabas, porque el recién llegado te supera en agresividad y EN AMBICIÓN. En otras palabras, eres tu mismo pero elevado a la enésima potencia. "ERAMOS POCOS Y PARIÓ LA BURRA"  

jueves, 19 de junio de 2014

HORACIO "EL DOCTOR"

Todos los días, salvo los domingos y fiestas de guardar, al  caer el sol, derrengado tras toda una jornada de nomadismo por los vertederos de la ciudad, Horacio regresaba a su barraca tras haber empujado desde la amanecida una enorme carreta, mas adecuada para ser tirada por una acémila que por un hombre.

Horacio, heredó de sus padres la barraca y los terrenos adyacentes. Un erial baldío de algo más de una hectárea, que nadie nunca quiso y que con los años había ido quedando emplazado en un lugar de privilegio.

La chatarra con la chatarra, el papel con el papel, los trapos con los trapos..., iba diciendo mientras que con una maña imperturbable iba lanzando cada uno de los objetos de su mísera cosecha al montón que le correspondía.

 Una vez terminado el escrutinio. con solo una ojeada a cada uno de los montones, sabía mas o menos lo que aquello iba a representar en pesetas. Después levantaba los ojos como queriendo verse las cejas y hacia una suma mental que generalmente coincidía con el montante en pesetas que por todo aquello podría recibir.

 Horacio, al que en las chatarrerías  apodaban "El Doctor" porque siempre que alguien se quejaba de alguna dolencia daba su diagnostico, después de distribuir la mercancía en diferentes sacos, debidamente etiquetados, volvía a alojarla ordenadamente en la carreta, para llevarla al día siguiente ultimar su particularisimo  reciclaje al transformar todo aquel desperdicio, como por arte de magía, en dinero.

Tras lavarse la cara, las manos, las axilas y los pies, por este orden, en un barreño de cinc, tan emplomado que ya no le cabía ninguna otra soldadura y que el conservaba con esmero por ser donde a él lo bañaba su madre cuando era un niño, aprovechaba las últimas luces del ocaso para prepararse una frugal cena.

Todo este protocolo no tenia otro fin que ahorrar el fluido eléctrico que de otro modo tendría que gastar si demoraba su regreso y como sus finanzas, aunque le permitían algunos extraordinarios eran escasas, era muy estricto a la hora de reducir sus gastos, no por mezquindad sino por previsión.

Lo que sí era un rito, sin importar el costo que le pudiese acarrear, era oír el noticiero a través del pequeño transistor que como un tesoro lucia en la alacena de la sala y que ya a tientas, conectaba a la hora propicia, siendo indefectible el que al finalizar la emisión, ya a oscuras, lo apagase, se acostase y durmiese como un bendito.

Hubo un tiempo en que tras la muerte de su madre, que fue su verdadera y única compañera, por huir de la soledad de sus noches, buscó la compañía de una mujer, pero su fracaso fue rotundo y ya no repitió el intento.

Los domingos acudía a la iglesia a oír misa en recuerdo de su madre que en su infancia como si de una fiesta se tratara, lo bañaba en el barreño, lo vestía con el traje de los domingos, lo peinaba con la raya a la izquierda y le ponía en el bolsillo unos céntimos para que los depositase en la bandeja de la colecta como si de un hombre se tratara.

En invierno, recogía también las tablas y la leña que encontraba a su paso y antes de cenar encendía una fogata en chimenea, para cenar a su luz estando calentito. Mientras comía y escuchaba las noticias, a la luz de la fogata contemplaba una foto que sus padres se hicieron el día de su boda, que estaba situada en la parte alta de la alacena, al pie de un crucifijo que presidia la sala. ¡Que elegantes y guapos los veía! mientras imaginaba lo felices que debieron ser el tiempo que estuvieron juntos, y aunque su padre murió muy pronto, el aún lo recordaba, sentado frente al fuego liándose un cigarro sonriente, en el mismo sitio en el que él ahora estaba.

El tiempo, que marcha implacable, alegró los campos con muchas primaveras; maduró las mieses en la canícula de los veranos; palideció las hojas hasta hacerlas sucumbir en otros tantos otoños y en las Navidades de su último invierno, completamente acabado, Horacio alzando los ojos hacia el crucifijo que había sobre el retrato de sus padres exclamó:

¡Cuantos años han pasado, Oh Dios, y que viejo y cansado me encuentro!, que pocos méritos vas a hallar en mi el día que me llames y que pocas cosas, si tu me lo permites, voy a poder contar a mis padres que los pueda hacer sentirse orgullosos de mí. Nada sé, ni nada tengo que pueda ofrecerles que no sea mi amoroso recuerdo, aquí, rodeado de tanta basura.

 ¿Qué puedes esperar de mi, Oh Dios?.

Y recorriendo su entorno con la mirada, con toda dignidad iba pensando:

¡Bendita basura!..., que alguna vez me permitiste concebir la esperanza del logro de algún pequeño sueño. Tu siempre eres igual a pesar de los años, mientras que yo, ya ves..., ni ya tengo sueños ni preciso de esperanza.

Mañana me lavaré, me pondré mi mejor ropa, me peinaré como mi madre lo hacia y como siempre pensando en ella, veré si el cura puede ponerme al día algunos asuntillos, por si las moscas...