viernes, 28 de junio de 2013

COMO UN SIGNO PROVIDENCIAL

Hoy ha salido hacia Madrid, por petición del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, el anteproyecto del Programa Económico-Financiero del que ya os he hablado en alguno de mis artículos. Esto dá fin a treinta años de denodada lucha tratando de conseguir ser escuchado y puede ser el principio de un sueño que se ha ido gestando a través del tiempo, hasta llegar a ser, tras las mejoras con las que año trás año lo he ido enriqueciendo, lo que ahora es sin duda a mi criterio un dechado de perfección.

La forma dada al citado anteproyecto, quizás no se ajuste a los planteamientos técnicos que los doctores en estas ciencias hubieran empleado y tampoco lo he pretendido porque soy un profano en esta especialidad, pero su fondo está tan lleno de verdades trascendentales y de resultados tan espectaculares que estoy muy esperanzado en que llegue a buen fin.

Hoy llego a comprender lo que se quiere expresar cuando se dice: "Estoy como si pudiera tocar el Cielo", y a diferencia de lo que antes hubiera significado para mi esa frase, no la traduzco como una sensación de bienestar personal sino como el entusiasmo que me depara la tranquilidad, la paz, el sosiego y el bienestar general que vá a llegar a todos si el buen criterio de los que depende su aprobación acepta mi propuesta.

Ya no oiriamos hablar de impagados, ni de problemas de financiación de las empresas, ni de fraudes, estafas o engaño en las transacciones comeriacles, ni de los daños colaterales que de ello se derivan y que aunque no nos afecten directamente, nos entristecen si tenemos un mínimo de sensibilidad.

La petición de mi Proyecto, como un signo Providencial, me llegó el pasado día 24 de Junio, coincidiendo con mi onomastica y mi cumpleaños. Un año antes, cuando por enesima vez me dirigía al Excmo. Sr. Ministro de Economia y Competitividad, suplicando su atención, en un párrafo de mi correo decia: "Sr. Ministro, el próximo día 24 de Junio es mi onomastica y mi cumpleaños, obsequieme con su atención, que seria el mejor regalo que me pudiera dar. Su regalo fué el silencio, al igual que ha sido el Silencio la respuesta de todos aquellos a los que me he dirigido y mira por donde, nada menos que el Presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy Brey,  que siempre sea bienaventurado, dando un ejemplo de humildad y de confianza hacia los españoles, a pesar de mi falta de notoriedad, ha venido a ser el que me ha dado ese regalo que siempre se me negó.

Pido a Dios que ilumine ese rasgo de bondad y de confianza hacia mi humilde persona y le dé la chispa de luz que le haga ver la grandeza de mi propuesta, teniendo en cuenta como ya he dicho hasta la saciedad que "LAS GRANDES IDEAS NO TIENEN POR QUÉ SURGIR SIEMPRE DE LAS MENTES MAS PRIVILEGIADAS."





jueves, 20 de junio de 2013

NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO

Las fuerzas del mal, tomando forma humana o no, consiguieron que los hombres dudasen de las fuerzas del bien, no habiendo cejado en su empeño hasta nuestros días, para mantenernos desunidos en la Fé, aprovechando cualquier circunstancia favorable para poner en tela de juicio las verdaderas doctrinas cuya creencia, no sé por qué milagro aún está arraigada en un porcentaje de humanos, menor del que creemos y con menor entusiasmo de lo que pensamos, salvo en un todavía admirable número de fieles que con su ejemplo dan sentido a la doctrina que profesan.

 En este estado de cosas todos coincidimos en la existencia de un solo Dios y solo nos separan diferentes puntos de vista respecto a los mas variopintos conceptos que por atentar en algunos casos contra las sagradas personas o por discrepar de ciertos sacramentos y siempre por no estar de acuerdo con ciertas jerarquías, establecen una diferenciación cuasi sustancial que ha ido enfrentando a los creyentes de cada doctrina a lo largo de la historia, no solo de forma dialéctica, sino a veces, de forma cruenta, por afirmaciones o negaciones que solo nos han llevado a un absurdo caos de incomprensión y de discordia aunque las discrepancias en algunos casos eran pura nimiedad.

Hoy, en lo que respecta a la doctrina Cristiana, disgregada en infinidad de comunidades que, como la Católica, también se  definen como iglesias, salvo en algunos casos puntuales, tras tan larguísimo periodo de luchas y llegados a la conclusión de que la convivencia pacífica era mucho mejor que cualquier enfrentamiento, gracias al sentido común, a un mas alto grado de tolerancia y al tiempo que todo lo enfría, en la actualidad parece que surge una actitud de acercamiento, de colaboración y de armonía en un esfuerzo digno de encomio.

No ocurre lo mismo cuando nos topamos con el Islamismo que a lo largo de la historia ha sido, es y será nuestro mortal enemigo, sin que sirva de nada entablar componendas para la convivencia entre mahometanos, cristianos y judíos que puedan perdurar, ya que cualquier convenio de convivencia que se pretenda establecer con los Islamitas siempre vá a ir en contra de su doctrina, ante la cual somos sus naturales enemigos y el objetivo a aniquilar según se desprende de un gran número de Suras del Coran, especialmente en las que se alude a la Yiáb o Guerra Santa. Por eso, aunque cara a la galeria, políticamente se firman acuerdos, estos quedaran escritos sobre la arena.

Mahoma, cuando solo era un transportista de mercancías a lomos y jorobas de una rehala de dromedarios, camellos y asnos, ya con mas de cuarenta años de edad y sin que antes hubiera manifestado ninguna inquietud religiosa que se sepa,  empezó a concebir una doctrina religiosa monoteísta plagada de connotaciones cristiano-judaicas teniendo el atrevimiento de manifestar  que se le había aparecido el Arcángel San Gabriel, del que había oído hablar en algunas colonias influidas por el Cristianismo, para anunciarle que solo había un Dios cuyo nombre era Alá y que el era su Profeta.

A este hombre que además de su carisma contaba con la fortuna de su esposa Jadiya, le fue fácil seducir y arrastrar tras sí, sin mas evidencia que su supuesta revelación, a un  respetable número de seguidores.

De la noche a la mañana pasó de comerciante a Profeta y Político, empezando a inquietar a los jefes de las tribus de la Meca que veían peligrar su supremacía, por lo que intuyendo Mahona que su vida estaba en peligro se vio obligado a huir con sus seguidores a Yathrib (Medina) donde culminó los puntos que iban a servir de base a la doctrina islámica, mientras que sus adictos proliferaban como las pulgas. ¿Que podían esperar esos pobres desgraciados que se pudiera comparar con los prometidos goces del Paraiso que Mahoma predicaba?

Porque el Paraíso Islámico no es un lugar de contemplación mística en el que las almas quedan arrobadas ante la presencia de Dios, sino un lugar de placer y lujo interminable donde la gula y la lujuria llega a grados inusitados, en un entorno de riquezas sin parangón. TODO A DISPOSICIÓN DE LOS FIELES, que podían acceder no solo por sus meritos, sino tambien por su sacrificio, entendiéndose como tal su propia inmolación en la Riád (Guerra Santa).

"Tendrán a su alcance la fruta de los dos jardines...Estarán en ellos mujeres de recatado mirar, no tocadas hasta entonces por hombre..." Corán Sura 55:54 & 56.

Nosotros las hemos formado de una manera especial y las hemos hecho vírgenes..., afectuosas y de una misma edad para los de la derecha (los que alcancen el paraiso) " Sura 56: 35-38

Según los sabios comentaristas del Corán, el mas humilde creyente musulmán podrá disponer en el paraiso de hasta 8.000 esclavos, teniendo a su disposición setenta y seis huríes con las que podrá copular sin que su falo pierda vigor y sin que jamás disminuya el placer, que será muchísimo mas intenso que el experimentado por los mortales.

Nuestro camellero, que se me antoja un poco socarrón, por todos los atractivos detalles que supo pintar, estableció en su doctrina, naturalmente inspirada por Alá, que los que se sacrificasen en la Riád, lograrían un lugar preeminente en el Djadnna (Paraiso). Este sacrificio que incluye la propia inmolación, no solo debe surgir por la iniciativa personal, sino que es un mandato que se debe cumplir y así está escrito en el Corán: "Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, MATAD A LOS ASOCIADORES DONDE QUIERA QUE LOS ENCONTRÉIS" Corán Surá 9.5.

Constantemente se están dando ejemplos del entusiasmo con que afrontan la inmolación los llamados elegidos "sabiendo como saben lo que les espera tras su muerte" y no se por qué nos sorprende, cuando en nuestra Fe, son tan numerosos o más los mártires que han ganado la Gloria por el mismo procedimiento, pero sin matar, pudiendo haber eludido tantos sufrimiento con tan solo haber renegado de su Dios y haberse convertido a la religión que así se lo requería. Habiendo muchísimos casos en que la muerte se ha afrontado con dignidad, simplemente por no ir en contra de sus principios.

La diferencia entre unos y otros radica en la finalidad que cada cual ha perseguido en el momento de aceptar el sacrificio y haciendo honor a la verdad veo mas noble ser mártir por no ofender a Dios o por honrar a los padres, que buscar con el sacrificio el goce eterno de las mas bajas pasiones. Aunque me temo que este último supuesto es el que tendrá mas número de seguidores.

Lo malo de este asunto es que ante el Islamismo jugamos con desventaja y estamos expuestos a que en cualquier momento la Yihad nos alcance a todos si seguimos dormidos a pesar de su amenaza.

Y lo mas lamentable e incongruente de este cuento que todos conocemos, vemos y sufrimos con mas o menos asombro, es que su presencia sigue expandiéndose por doquier, por la elucubración de un camellero que quizás como chirigota tras una buena pipa de hachís dijo haber sido informado de su destino precisamente por el Arcángel mas representativo de la religión cristiana, que junto a la judaica somos las mas directas y deseadas victimas propiciatorias del Islam.

miércoles, 19 de junio de 2013

EL CUERPO Y EL ALMA DE LAS COSAS

A veces, las cosas materiales dejan de serlo para pasar a formar parte de nuestros mas sublimes recuerdos. Esta impronta que se fija en la memoria  no se generaliza, sorprendiéndonos de que al aludir a las que en nosotros están gravadas a fuego, quien  nos escucha, habiendo estado presente en el mismo evento, se encoge de hombros, admirándose a la vez de nuestro estupor, porque no comprende,  ni recuerda por mucho que lo intente, a las personas, las cosas o los hechos a los que nos referimos.

De las cosas materiales cuya contemplación siempre me cautivó, destaca un precioso haz de espigas de trigo maduro, de color dorado, cuya argaña larguísima se iba ensombreciendo a partir de la base, hasta llegar casi al negro al final del filamento.

 Ese manojo de espigas estaba expuesto en un bello jarrón de cristal finamente tallado, con amplia base, ancho seno, largo y espacioso cuello y amplia boca ovalada , en el que con gusto exquisito, se habían acomodado los largos tallos del cereal, que sobresaliendo por encima del amplio gollete en mas de treinta centímetros, se arqueaban por el peso de su fruto como sumidos en la apacible siesta de una tarde de verano, dando al ambiente un aspecto campesino que hacia intuir inmensos trigales bajo la tenue luz del atardecer.

Tanto su belleza real como la imaginada me seducían, dándole mayor esplendor, si cabe, la doble imagen que se reflejaba en el espejo que tras el jarrón servia de cabecera, a la espaciosa repisa de madera que adosada a la pared, servia de expositor a esa naturaleza aparentemente inerte, que rebosaba latente vida.

El rincón al que aludo, estaba en el recibidor de la casa de mi inolvidable amigo David Rico Rico q,e,p.d.

No se si aún permanecerá impávido a los años, a pesar de la ausencia de aquellas dulces manos que lo mimaban.

Quizás tus espigas apolilladas a falta del cuidado de D° Adelína se desmembrasen y extinguida tu belleza te destronasen de aquel lugar de privilegio para ir a parar a un inhóspito vertedero donde los roedores hicieran buena cuenta de tu último esplendor, pero también podría ser, porque todo cabe, que algunas de las semillas de tus ultrajadas espigas, salvadas por milagro de la masacre, en un heroico esfuerzo de supervivencia germinasen en lugar apropiado para lucir de nuevo tan altas y lozanas como las que conocí, adornando entre las amapolas las cunetas de cualquier camino, en las tediosas tardes del estío.

Si no, sabed que nunca moriréis mientras que yo perviva. 

martes, 18 de junio de 2013

A MIS HEROES INCOGNITOS

Cuando la mano del hombre colabora con la naturaleza sin mediar el egoismo, imprimiendo a su obra un derroche de amor que se traduce en bienestar común, aunque el esfuerzo quede en el anonimato y no tenga mas premio que su propia satisfacción, su gesta, está pasando a formar parte de la historia.

Esta labor callada, que a través de los años, en distintos lugares va marcando la impronta de la idiosincrasia de una colectividad, es un tesoro que a toda costa deberia prevalecer, como ejemplo y como guia a las generaciones sucesivas.

Siempre me llamó mucho la atención una anecdota que sea cierto o no, que así aconteciera, no deja de ser verdadera:

 "Pasaba un erudito por un lugar, en el que un peón a golpe de martillo, con su cincel, iba dando forma a grandes piedras para trasformarlas en dovelas y sillares. El sábio preguntó ¿que esta haciendo Vd., buen hombre? y aquel le respondió, UNA CATEDRAL.

Buscando otras respuestas que pudieran sorprender al que preguntaba, podria haber dicho tambien: "Tratando de quitar el hambre a mis hijos y si me sobra, poder darles estudios para que algún día sean como  Vd.."

Yo creo que la contestación mas acertada y verdadera siempre hubiera sido la primera, ya que estoy seguro que el pobre peón jamás podria dar estudios a sus hijos y aún mas seguro, de que ningún arquitecto por famoso que fuera,  hubiera podido realizar su obra si cientos de picapedreros, como el de nuestra anécdota, no hubieran empleado su esfuerzo y su sudor en tan ingrato trabajo, aunque a la hora de repartir los laureles solo al arquitecto se reconocieran los méritos.

Todo trabajo es meritorio si la labor vá encaminada al bien común, pero solo pueden calificarse de encomiables las mejoras que respetan "todo lo bueno que habia en lo ya hecho", aunque solo sea como un recuerdo al que muchos años atrás tuvo la iniciativa. Lo que es mas discutible es limitarse a disfrutar lo por otros ejecutado sin colaborar a su mantenimiento, o destruirlo por vandalismo, intolerancia o por abuso de poder.

En algunas toscas obras que he encontrado a lo largo de mis multiples recorridos, he hallado unas iniciales y una fecha. En otras solo quedaban las iniciales y la fecha,  parte de ellas, o ni siquiera eso, porque la obra ya estaba completamente destruida por la desidia o por el incomprensible afán de destrucción

Bien haya sido el descanso que me ha propiciado el rústico asiento; el calor que ha disipado el agua de las pocetas; la comodidad de las improvisadas mesas, o el abrigo de las cabañas que me han guarecido de las inclemencias,  me han hecho bendecir a quien realizó el esfuerzo dejando tan pocos datos sobre su persona. A todos ellos, conocidos o nó, vivos o muertos, con todo mi corazón deseo que su obra perdure como ejemplo de altruismo y sea muy de tener en cuenta a la hora de equilibrar la balanza en el mas Alto Tribunal.

lunes, 17 de junio de 2013

LO QUE FUÉ EL NACIMIENTO DE L'ALMORQUÍ

En la campiña del caserío de L'Almorqui, a media legua de la Aldea de las Casas del Señor, había un bello rincón ya desaparecido desde hace mas de sesenta años, que merecía haber pasado a la posteridad plasmado en un lienzo.

Próxima a la esquina de un ribazo de casi dos metros, que se levantaba al pié de una ladera; a la derecha de un sendero que zigzagueaba por entre las huertas delimitadas por higueras, cerezos, melocotoneros, manzanos, albaricoqueros, perales..., de todas las variedades que cualquiera se pueda imaginar y  bajo la tupida sombra de un pequeño bosque de Olmos, algunos de ellos centenarios, surgía una gárgola  esculpida en piedra caliza, adornada en su extremo por dos burdas orejuelas, que pretendían representar la boca abierta de algún extraño animal, a través de la cual, la mina vertía sus aguas a una pileta de algo menos de un metro cubico, para desde allí, a través de dos orificios horadados a algo mas de la mitad de su altura bifurcarse sus aguas siguiendo dos caminos: uno, la acequia cubierta que tras un largo recorrido bajo tierra, alimentaba día y noche las fuentes y los abrevaderos del ganado que estratégicamente se repartían por la aldea de  Las Casas del Señor, dirigiéndose sin tregua por sus respectivos azarbes al Lavadero de la aldea, para después aglutinarse de nuevo en una inmensa balsa que distribuía el riego por sus huertas en un amplio territorio de su campiña; otro, una angosta cequeta sin cubrir, de fábrica de arcilla horneada y argamasa, por cuyas grietas surgían bejucos de diferentes enredaderas que a lo largo de su recorrido alfombraban los laterales de sus no mas de setenta metros de longitud, con florecitas de diversos colores y formas, dibujando guirnaldas multicolores al trepar por los arbustos que compartían su territorio hasta desembocar en un lavadero a cielo abierto, para desde allí, tras un pequeño recorrido ir a estancarse en una gran alberca circular de mas de veinte metros de diámetro y casi tres metros de profundidad que periódicamente se vaciaba para dar riego a las riquísimas huertas que la circundaban.

A la pileta, desde la gárgola que surgía del ribazo, se precipitaba el agua del nacimiento desde una altura de casi un metro, produciendo la pequeña cascada un sosegado estruendo hídrico que aún daba una mayor frescura al entorno de aquella umbría, incluso en las horas de mayor calor.

El agua, como si acabase de descongelarse, hacia de la pileta el lugar idóneo para mantener al fresco las sandias, y otras frutas, así como las botellas de vino y de gaseosa cuando íbamos de excursión a aquel paraje algún que otro domingo, siendo un verdadero espectáculo ver como las sandias que a pesar de su peso flotaban, se sumergían empujadas por el agua, girando como trompos en un plano perpendicular, que cambiaba su sentido de giro según el lado por el que eran golpeadas por el chorro que sobre ellas se precipitaba, tendiendo a hundirse cuando este caía en el centro mismo de su eje longitudinal. A veces, a pesar de las precauciones adoptadas, teníamos que ir precipitadamente al lavadero a rescatar algún que otro melocotón que se escapaba a través de la maraña de bejucos que trenzábamos a la salida de la pileta para impedir tal deserción.

En las tupidas frondas de los olmos, infinidad de aves de las mas distintas especies, se congregaban para desde allí, en un ir y venir a las huertas, ir llenando sus buches con la pulpa de las frutas maduras que se diseminaban por doquier, haciendo de aquel rincón un verdadero auditorio de cánticos, gorjeos y trinos, en una algarabía de idílica armonía.

Cuando se levantaba la vista hacia las copas, podía apreciarse en algún Olmo viejo la huella de los años, exhibiendo en las alturas grandes ramas secas que parecían amenazar desgajarse, con muestras evidentes de haber sido castigadas por los rayos, siendo curioso el poder observar que un par de metros por encima de alguno de aquellos calcinados troncos habian brotado nuevas ramas, mas verdes y lozanas si cabe que las que mas abajo habian quedado indemnes de aquel castigo.

Cuando íbamos de excursión a ese o a cualquier otro rincón, el punto de salida solía ser la casa del inolvidable Hipólito, lugareño soltero de mas de una treintena, alto, enjuto, muy trabajador y con una simpatía encomiable, en cuya casa se hospedaba los veranos la familia Vera-Masegosa, íntima amiga de la mia. Este magnifico muchacho, tenia una novia de dulcisima belleza, con la que no tardó en casarse y ambos en su afán de hacernos lo mas gratas posible nuestras vacaciones, se apuntaban, siempre que las obligaciones se lo permitían, a cualquier reunión, excursión, tertulia o evento que se propiciaba, poniendo siempre a nuestra disposición la cabaña de tracción animal de que disponían.Ya que por esos tiempos los coches y las motos brillaban por su ausencia, creyendo que exagero si digo que había mas de media docena de bicicletas en todo el entorno.

A pesar de que quedábamos citados para muy temprano, siempre había algún rezagado que se retrasaba. Algo lógico, teniendo en cuenta que nadie se iba de excursión sin haber desayunado y que en todas las familias había pequeños a los que atender, sin contar con el que las mujeres eran incapaces de salir de sus casas sin haberlo dejado todo recogido y limpio, tal como era costumbre por aquellos tiempos, por muchas que fueran las quejas de los jóvenes y de los esposos, teniendo todos que terminar por callar y colaborar cuando veíamos que se ponían demasiado nerviosas.

Ya todos reunidos, subían a la Tartana los viejos y los niños, yo entre ellos, acomodando de la mejor forma la impedimenta y provistos todos de aquellos sombreros de paja, que han sido para mi una tradición en esta clase de eventos, se iniciaba la marcha, empuñando sus garrotes los de a pié que los tenían y los que no, provistos de cualquier palo que les sirviera de cayado, en un ambiente de bromas, chirigotas y risas que hacian del viaje una delicia.

Llegados al lugar, después de poner al fresco los alimentos que lo requerían y tomar un tentempié para no afrontar la segunda etapa de la excursión con el estómago vació, los muy pequeños, al cuidado de los muy mayores, se quedaban en aquel bello lugar con las madres mas hacendosas, mientras que los jóvenes y menos jóvenes, a los que les apetecía, emprendían el camino hacia el paraje al que el día anterior se había decidido acudir, sabiendo que al regreso, habría preparado una suculenta comida, generalmente paella, gazpachos o gachamiga y carne y longanizas a la brasa, además de los sabrosísimos entremeses, quesos y picadas típicas de la tierra.

En mis dos primeros años de vacaciones por aquellos lares, por mi corta edad, cuando estaba muy lejos el lugar a visitar, mas de cuatro veces me quedé llorando en el regazo de mi madre, mientras se alejaban mis hermanos y otros jóvenes por aquellos senderos que a mi se me antojaba que conducían a otros mundos, sin imaginar  que a las puertas de mi vejez no quedaría camino, senda o vericueto que mis pies no hubieran hollado en quince kilómetros a la redonda, sin recordar que ni una sola vez me haya aventurado por esos parajes con menos ilusión con que lo hiciera cuando todavía era un párvulo.

domingo, 2 de junio de 2013

LOS TIEMPOS CAMBIAN.

En nuestro próximo pasado, cuando apareció el Teléfono Móvil, aquí en Colombia llamado Celular, dudo que fueran pocos los que no gozasen del espectáculo que suponía el ver a un individuo gesticulando por la calle mientras llevaba pegado a su oreja uno de aquellos teléfonos que en poco tiempo pasaron a ser piezas de museo por su temprana antigüedad.

Dependiendo de la idiosincrasia de cada cual, nuestra actitud ante estos cambios varíó ostensiblemente, habiendo quienes aceptaron y alentaton con su protagonismo las nuevas tendencias; los que ni las alientaron ni las desmerecieron y los que las criticaton con denuedo, pero al final fie el tiempo el que vino a dar a unos u a otros la razón.

El tiempo nos ha demostrado que lo verdaderamente risible era nuestra actitud, ya que ante los avances de la técnica no hay razón moral que impida el disfrutar de los beneficios que nos ofrece.

 Lo que si son ya mas discutibles son los cambios en cuanto a nuestro modo de ser o mejor dicho los cambios en cuanto a nuestra forma de pensar y de actuar que ha llegado a extremos que en muchos casos a mi me parece indecoroso.

Todos los esfuerzos y cuidados que antes ponían los padres y los maestros para dar a sus hijos o alumnos una formación moral que les permitiese llegar al matrimonio con una pureza prístina, desde ya hace mucho tiempo se encamina a facilitarles los medios de perder su virginidad sin riesgo de un posible embarazo.

No voy a entrar en polémica sobre esta cuestión que sin duda surgió por nuestra incapacidad para hallar una solución mas meritoria, pero si quiero hacer hincapié en que no creo que sea plausible la educación que se imparte a este respecto, cuando lo que se persigue no es evitar la inmoralidad en sí, sino las consecuencias derivadas de dicha inmoralidad. Estando completamente convencido de que el éxito en cuanto al fin, si es que lo hay, no justifica las acciones, que entre otras cosas generan la insana proliferación e invitan a la promiscuidad y no creo que ningún padre se sienta muy feliz porque su hija no salga preñada sabiendo que se está acostando con los mas guapos y menos guapos de la clase o lo que es peor, con aquellos que son generosos en sus obsequios, por no decir con cualquiera.

Lo curioso es que esos mismos jóvenes que presumen de conquistadores, salvo las excepciones que siempre hay que salvar, al llegar al matrimonio son conscientes de que llevan al altar vestida de blanco una dama abortada o como mínimo pasada por la piedra tantas veces que ni ella misma lo recuerda, adoptando una fingida  ingenuidad que se apoya en el principio generalizado de que "lo que importa es lo que ocurra a partir de ahora, refiriendose al momento en que se declaran su amor, sin importar lo que pudiera haber ocurrido antes.

¿Que me dicen de la forma de hablar y escribir en la mayoría de los jóvenes? Cada día hay más ignorancia y pobreza de vocabulario. Ya creo que no se emplean mas de cien palabras y lo grave es que dicen que no les gusta leer, cuando lo que ocurre es que no conocen el significado de la mitad de las palabras que han leído  y les aburre tener que buscarlas en el Diccionario de nuestra riquísima lengua. Lo mismo ocurre por escrito, pero aún peor, ya que además, tienden a eliminar algunas letras de las pocas palabras que conocen para que no les sea tan penoso escribirlas completas, especialmente cuando chatean por Internet, o al trasladarlas al celular si se trata de un mensaje de texto, con el consiguiente deterioro de sus ya poquísimos conocimientos en esta materia.

Meterme con la moda en el vestir es tabú, pero cualquiera que haya vivido esta transición me dará la razón en que aunque nuestros ojos se puedan distraer ante ciertos espectáculos, no dejan de ser una inmoralidad ciertas exhibiciones en calles, playas y hasta en las propias iglesias.

Hablando de otros temas, la relajación en las normas y principios que rigen la conducta de los que nos llamamos católicos, suele justificarse por la repetida frase "Yo creo en Dios, pero no creo en los curas", como si esa expresión fuera un salvoconducto que nos mantuviese incólumes a pesar de incumplir las normas que nos impone nuestro credo y sin tener en cuenta que la opinión que le merece este o cualquier otro cura, buen podría ser también que nazca de la calumnia de algún cafre.

En todas las casas cuecen habas y no dudo que mas de un cura no merece estar investido por la Orden Sacerdotal, pero eso, en esencia, no debe afectar a la colectividad y mucho menos a la doctrina.

Podríamos hablar de tantos temas, (GAYS, LESBIANAS, SUS BODAS, LA ADOPCIÓN DE NIÑOS POR ESAS PAREJAS, ABORTO,  ETC. ETC.), que se haría interminable este artículo, que por demás, jamás logrará hacer rectificar las posturas ya consolidadas que solo cambiarán por un milagro. Por eso cuando me siento abrumado por tanta incongruencia, suelo dar una mirada retrospectiva, volviendo a los días de mi infancia en los que aún huérfanos de los beneficios de las técnicas mas avanzadas y no intoxicados por el "progreso" que la democracia conlleva, el pecado era el pecado, sin adornos ni florituras que lo enmascarasen y el respeto a los demás y a nosotros mismos era la moneda de cambio en una convivencia pacifica, en la que el mayor afán era sentirnos bien considerados por nuestras acciones y por nuestros méritos.

 No pretendo decir que de largo en largo no surgiese alguna excepción que viniera a escandalizar nuestras sencillas y retrasadas mentes, ni quiero eludir el que por haberlas sancionado con rigor ahora seamos criticados. Pero lo que si está bien claro es que esas excepciones a las que aludo, solo se repetían muy de tarde en tarde por el cuidado que todos ponían para no tener que mirarse en el mismo espejo en que se miraron los que recibieron esas críticas y que no es otro que aquel en el que ahora se miran con orgullo y sin ningún pudor los que hacen de aquellas excepciones una práctica habitual, por lo que aún estando convencido de lo que mas convendria, con la mayor tristeza me someto al criterio de la mayoría de acuerdo con las normas que impone LA EXCELSA DEMOCRACIA.

J.R. CABRERA AMAT.


sábado, 1 de junio de 2013

UN FINAL FELIZ

Empezaba a destellar el sol por el horizonte. La lluvia que poco antes había caído a lo largo del valle aún mostraba sus vestigios, en la humedad de la tierra que pisaba; en los charcos que cubrían a rebosar los hoyos y pequeños socaves que tenia que sortear; en las pequeñas duchas endilgadas de improviso por el follaje de las ramas bajas que rozaba con mi sombrero; en la frescura del aire que respiraba...

Mezclados con la tenue brisa del amanecer se diluían los gorjeos de las Tutuvias, los Jilgueros, los Verderones, las Cogujadas; el arrullo de las Tórtolas; el titear de las Perdices; el ulular de los Mochuelos, ya de retirada y allá a lo lejos por las cañadas el guarrido de los jabalíes que rebudiaban en sus incruentos enfrentamientos.

Creía que había sido el mas madrugador de la Aldea, hasta encontrarme con algún que otro paisano bien  acopiando leña para sus hogar, o bien buscando por entre la maleza Chonetas y Serranos para la posible futura paella de algún día de fiesta.

Estos encuentros fortuitos, requerían como era costumbre en el lugar, pararse, desasirse de la impedimenta y entablar un pequeño dialogo, que raras veces iba mas allá de lo concerniente al tiempo.
¡Buen agua para el almendro! - ¡Y que lo diga!; ¿Volverá a llover? - Con esta brisa no creo que tarde mucho en escampar. - ¿Y los suyos? ¿Están todos bien? - Si gracias... el abuelo un poco tocao. - ¿Y cuantos años tiene? - Ya mas de ochenta - Pues que se cuide.

El recoger de nuevo el morral significaba el término de la conversación, con un  " Vaya usted con Dios o Quede usted con El, según quien tomase la iniciativa en la despedida.

Solía hacer estas excursiones mañaneras siempre que no estuviera lloviendo, incluso a veces me aventuraba bajo el chirimiri.

No importando el punto cardinal al que dirigiera mis pasos, en la primera bifurcación me detenía para decidir que camino de la encrucijada iba a seguir, ya que eran muchos y cual mejor, los rincones dignos de recorrer, en díez kilómetros a la redonda.

Aquel día encaminé mis pasos hacia el Monte Coto, lugar al que solía acudir a mediados de invierno en busca de Guiscanos. Estábamos en Junio y ya hacia seis meses que no deambulaba por esos parajes y me dejé llevar por la querencia que solía ser mi mejor consejera.

Al llegar al manantial de L'Almorquí, tuve la oportunidad de retirar los envisques que alguien había dejado preparados el atardecer del día anterior, liberando los pajaritos y otras  pequeñas aves que ya habían quedado pegadas en los espartos y bejucos impregnados con la liga, limpiándoles el pegamento que habia quedado adherido a sus patas y plumas en las mismas aguas que al bajar a beber habían propiciado su cautiverio. Me imagino las caras que pondrían los frustrados furtivos y los insultos que proferirían sus bocas contra el desconocido que había impedido sus perversas maquinaciones.

Salí de allí lo mas rápido posible tratando de evitar el desagradable encuentro más que las posibles represalias y tomando el camino que había detrás del nacimiento me encaminé a unas tierras de mi propiedad linderas al monte Coto, para desde allí iniciar la subida al mismo por un lugar que yo conocía, cuya pendiente no era muy pronunciada.

Bajo un hermoso pino que formaba parte de un frondoso paraje alfombrado por millones de hojas aciculares allí acumuladas, busqué el respaldo de una parte de su tronco desprovista de resina, con el propósito de tomar un refrigerio con parte de las viandas de que iba provisto, cuando en un santiamén me vi rodeado por dos jóvenes y un hombre de mediana edad, que por sus caras de pocos amigos me hicieron pensar que esa mañana podía ser la última de mi vida al intuir en la dureza de sus miradas que se trataba de los furtivos que habia burlado, que no habían sabido encajar su frustración.

Lo primero que me vino a la cabeza es que me habían visto y seguido hasta ese lugar en el que era improbable la existencia de otra presencia que no fuera la nuestra, dispuestos a propinarme una gran paliza o quizás a algo mas si su cabreo había excitado sus peores instintos.

Me incorporé como empujado por un resorte y empuñando el garrote que siempre me acompañaba cuando salia al campo, sin adoptar una postura de agresividad, pero sin perder la vista a ninguno de los tres, con una sonrisa que no se de donde me salió, dí los buenos días y procurando disimular el nerviosismo que a todas luces delataría mi temor, después de carraspear un par de veces, les invité, si les apetecía, a compartir mi almuerzo.

Empezaron preguntándome que hacia por aquel lugar yo solo, contándoles sobre mi afición, mientras les señalaba cuales eran mis propiedades, pero eludiendo el que para llegar allí había pasado por el manantial, por si no estaban muy seguros de que era yo el que había hecho la hazaña, se abstuvieran de linchar a un "posible inocente". Después me preguntaron mi nombre y como una exhalación les dí toda mi filiación, incluyendo creo, lo de hijo de Juan José y Francisca y cuando uno de ellos echó mano a la mochila quedé petrificado al pensar que de ella iba a sacar el arma homicida, con la sorpresa de que lo que sacaba era un bloc en el que llevaba anotados los nombres de los propietarios lindantes con el bosque en el que nos hallábamos.

Hechas las comprobaciones oportunas se identificaron como colaboradores voluntarios de la Diputación de Alicante que estaban cubriendo esa zona, para impedir en lo que estuviera a su alcance la proliferación de incendios que por estas fechas y hasta pasado el mes de Agosto solía haber por todo el contorno.

Saqué la bota de vino y olvidándome de las normas de educación me dí un largo trago para hacer bajar toda la presión que me oprimía, les pasé la bota pidiéndoles perdón por haber iniciado yo la ronda y ya tranquilo les expresé con efusión mi mayor agradecimiento por esa labor encomiable en defensa de los lares y alrededores que tanto amaba, pasando a contarles el temor que me habían infundido ante la sospecha de que fueran los que gracias a Dios no eran.

Las risas suscitadas por mi alocución y los simpáticos comentarios que de ella surgieron, me invitaron a que sacara todas mis provisiones y las compartiéramos como buenos amigos, saliendo después a despedirme hasta pasado L'Almorquí, para evitarme cualquier encuentro no deseado, a pesar de haber tratado de eludir con insistencia tan simpático ofrecimiento.

Lástima que yo no les pidiera también sus nombres ya que no os podéis imaginar lo que me gustaría buscarlos en facebook, para ver si se acordaban de la anécdota.