viernes, 31 de mayo de 2013

A LA MEMORIA DE FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE

Hablamos de los milagros económicos; de los planes de desarrollo; de las políticas de crecimiento... y los que conocimos el antes y el después somos los primeros en quedamos maravillados de los paulatinos cambios que observamos en nuestro entorno.

¡Que desgraciado destino el de España al tener que soportar tres años de guerra civil! y ¡que suerte para los que sobrevivieron a ella haber sido los heroicos pioneros de su recuperación!, porque dudo que pueda haber una mayor satisfacción que la de haber contribuido al bienestar de nuestra Patria.

La posguerra fué mas dura si cabe que la guerra. La Paz no vino a quitar el hambre impuesta por la total ruina de la Nación, porque no solo había que restablecer el orden, sino también volver a domesticar las tierras casi abandonadas durante el larguísimo periodo bélico y esperar a que las siembras produjeran las cosechas que vinieran a paliar las necesidades mas elementales.

La producción agraria de las zonas menos castigadas por los enfrentamientos bélicos, racionada por el Gobierno, era el único recurso con el que se contaba para engañar el hambre, ya que el bloqueo internacional, impuesto por la presión de Churchill, impedía el más mínimo abastecimiento del exterior, teniendo que valernos de nuestros únicos recursos.

No había mas parque móvil que el que sobrevivió a la guerra, Los camiones Reo del ejercito y algunas camionetas desvencijadas incautadas a sus dueños, eran los únicos medios de transporte por carretera. Los trenes de mercancías aprovisionaban a los pueblos a su paso, con unos controles tan severos que cualquier anomalía era duramente castigada.

Las salidas de los particulares a otros pueblos para intercambiar productos, podía verse penada con la incautación de los mismos, además de una multa o cárcel, según el volumen del contrabando, soliendo los inspectores hacer como que no veían, los bultos cuya mercancía cubriría a duras penas el hambre de una familia por unos días, pero con esta actitud no se podía contar.

A pesar de ello, los mejor dotados de cada familia tenían que aventurarse en  estos pequeños delitos de contrabando cuando la situación era demasiado angustiosa, haciendo larguísimos recorridos a pié o trasportándose en aquellos vagones de mercancías, teniendo que saltar de los mismos antes de llegar a su destino para evitar los controles que solía haber en las estaciones.

Los trueques eran insólitos, arroz, patatas o fruta por pescado seco; harina por tabaco; jabón por queso; incluso joyas por cualquier producto comestible.

No eran tiempos para pensar en otra cosa que no fuera ver la forma de conseguir alimento. Las familias salían al campo, respetando las zonas de cultivo, a buscar Linsones por los ribazos, que después de bien lavados y aderezados con sal y un poquito de vinagre, los engullíamos como un manjar a pesar de su acibarado sabor. También se solía encontrar acelgas silvestres a las orillas de las acequias, así como caracoles camuflados en el espesor de la Segaisa. Si la recolección de estos gasterópodos era abundante, después de engañarlos al sol para que sacasen la molla, bien limpios, se ponían a hervir con sal y un poquito de pimienta y eran un bocado delicioso.

El milagro español, según llegó a calificarse en la prensa internacional, apenas veinte años después de la guerra, cuando España ya estaba entre las diez primeras naciones mas desarrolladas y el bloqueo internacional ya había sido levantado, fue debido a la unión, entrega y sacrificio de todos los españoles que sabían cuando iban a entrar a trabajar pero no cuando iban a salir, incentivados por las horas extras que iban acumulando y cuya remuneración serviría para poco a poco ver como se incrementaba su patrimonio.

Ya a partir de los años setenta, cuando España estaba en todo su esplendor y Francisco Franco en la antesala de la muerte no faltarían las críticas de los resentidos, sobre el hambre que nos había hecho pasar, sin tener en cuenta los pocos medios con que siempre contó para dar un nuevo paso hacia adelante.

La entrada al poder de estos cafres, cuyo estatus social solamente deben a quien supo encauzar nuestro esfuerzo en los años de penuria, supuso el desprestigio sin fundamento, de quien como uno mas entre nosotros, supo poner a España a mucha mas altura de la que jamás estuvo, mientras fue gobernada antes y después, por sus enemigos.

Lástima que ese modo de pensar heredado en demasiados y asumido por esnobismo en otros, a pesar del descrédito que debería pesar sobre ellos, con solo dar un repaso a los últimos ochenta años de nuestra  historia, haya calado en las nuevas generaciones  con tanta fuerza, como para silenciar a todos los que como yo opinan y no se atreven a exteriorizar sus sentimientos, recordando quizás las consecuencias que acontecieron cuando en otros tiempos trataron de plantarles cara.

Esta petulancia de los que solamente tenían que estarnos agradecidos, por haberles dejado una España recuperada en lo económico e intacta en los valores que siempre defendió nuestra tradición, ahora acometen contra quienes sufrieron y murieron en defensa de Dios, de la Patria y el Honor a pesar de haberlos tratado como iguales y haber aceptado sus propuestas de un cambio que solo fue rechazado por los que sabían las consecuencias que nos iba a acarrear, como profeticamente ya anunció el Caudillo en su testamento:

"ESPAÑOLES, ESTAD ALERTAS, EL ENEMIGO ESTÁ AL ACECHO, ESPAÑA TIENE MAS ENEMIGOS DENTRO QUE FUERA DE NUESTRAS FRONTERAS.

Nadie puede decir que miento, si miramos la España actual, que como también profetizó el deleznable Alfonso Guerra: "Con el PSOE en el Gobierno a España no la va a reconocer ni la madre que la parió"

QUE RAZÓN TUVIERON AMBOS Y QUE DIFERENTES FUERON SUS RUMBOS.

Todo lo que perdimos no se podrá recuperar: ni en el bienestar ni en la decencia y con toda la libertad de la que presumen ciertas hordas, mientras golpean con los mástiles de sus pancartas a quienes discrepan de sus consignas, RENUNCIO A ESA LIBERTAD Y CON GUSTO ME VOLVERÍA A SOMETER A LAS LIMITACIONES QUE SE NOS IMPUSO, EN BIEN DE LA CONVIVENCIA Y EN DEFENSA DE AQUELLOS VALORES CUYOS NOMBRES NI SIQUIERA SON YA PALABRAS DE USO ENTRE LOS QUE DEBERÍAN SENTIRSE ORGULLOSOS DE SER ESPAÑOLES.

No sintáis temor, Franco no volverá porque fue único e irrepetible, no porque no hayáis dejado de el ningún vestigio. Ni siquiera habrá quien a estas alturas vaya a atreverse a dar un repaso a vuestras conciencias, POR MIEDO.

¡QUE IRONÍA, SENTIR CIERTO TEMOR AL DECIR ESTO CON TODA JUSTIFICACIÓN ANTE QUIENES PRESUMEN DE LIBERTAD DE PENSAMIENTO!.

Pero por mucho que lo hayáis denigrado, por mucho que os hayáis esforzado en retirar cualquier vestigio que diera honor a su persona, estoy seguro que la historia lo pondrá en el lugar que se merece, para honor y para gloria de España, a pesar de los mal llamados españoles que están culminando la destrucción de mi Patria, tanto en lo que se refiere a la convivencia como a la unidad de su sacrosanto territorio.

MIENTRAS TANTO, ESPERO NO SER EL ÚNICO QUE PIENSE QUE FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE AÚN ESTÁ PRESENTE EN NUESTRO RECUERDO Y EN NUESTRAS ORACIONES.




miércoles, 29 de mayo de 2013

REMEMBRANZAS DE MI NIÑEZ - ANTONIO EL VIGILANTE

Ya hablé en otra ocasión sobre este personaje. Uno de los precarios ocupantes de La Casona que lindaba, por la derecha entrando, con la casa de mis abuelos en la Calle D. Antonio Maura de Elda (Alicante).

Si supiera pintar, seguro que podría trasladar al lienzo su retrato póstumo rayano a la perfección, sin mas modelo que la imagen indeleble que de él, quedó gravada en mi recuerdo.

Debía pasar ya de los sesenta, tal como aparece en mi memoria; mas bien bajo de estatura; recio y corpulento pero no grueso; tenia unos ojos grises, siempre con las córneas enrojecidas y unas espesas y largas cejas repletas de canas; su nariz era proporcionada, perfilando un rostro siempre bien afeitado, entre huraño y bondadoso, dependiendo de su estado de ánimo; su pelo corto y canoso hasta la altura de sus también proporcionadas orejas, pasaba a ser una brillante calva a partir de la sudadera de la gorra, que solo se le podía ver cuando apretaba el calor y se veía obligado a enjugar su sudor con un pañuelo que para este y otros menesteres llevaba siempre en alguno de sus bolsillos.

Los componentes de su atuendo solían ser un pantalón de pana, bajo el cual supongo que llevaría unos calzones largos, un holgado blusón negro, algo mas corto que un sayo pero lo suficiente para cubrirle hasta donde terminaba su bragueta y bajo de él, Dios sabe lo que llevaría, dependiendo de los rigores del clima. Siempre iba tocado con una gorra de paño de color negro que solo se diferenciaba de una boina en que se adornaba con una corta visera y nunca lo vi calzado de otra forma que no fueran unas alpargatas cuyas cintas solía atar alrededor de la parte baja de sus perneras, que por mi tierra solemos llamar camales.

No era frecuente encontrarlo en la calle fuera de las horas de su trabajo, que casi coincidían con las que normalmente pocos transitaban, pero a veces, para abastecerse de lo mas elemental o antes de iniciar su obligada ronda se le podía ver, bien con un cesto de mimbre camino o de regreso de la tienda o bien sentado en el portal de entrada a la casona.

La compra siempre la hacia en la tienda de la Mortaja, apodo éste, que llegué a saber correspondía al dueño de la tienda, después de haber estado equivocado muchos años por lo que veréis.

La Mortaja, era un hombre rechoncho y extravertido, muy célebre por sus chirigotas, que solía estar mas en la taberna que en la tienda, que quedaba atendida por las dos mujeres de la casa. Ocupaba ésta, la amplia entrada de una casa antigua, que hacia esquina entre las calles Nueva y Colón. El mostrador de aquella tienda estaba ubicado a unos dos metros del portal, dejando ese espacio para la clientela y sobre él, cuando era su época, había bandejas con manzanas o membrillos asados, que eran una delicia.

Tanto la esposa como la hija de aquel tarambana eran muy altas, muy flacas y muy serias. La madre podría tener algo mas de cuarenta años. Solía estar sentada en una silla de anea tras del mostrador, que a pesar de ser alto y estar ocupado por capachos, lebrillos y algunas bandejas donde se exhibían frutos secos, altramuces, manzanas y membrillos asados, dada la altura de la dama, su busto sobrepasaba todos aquellos obstáculos cual si fuera la imagen de un retrato al óleo allí expuesto. La hija, que podría tener algo mas de veinte años,  pululaba de aquí para allá en los oficios de la casa, ayudando a su madre a despachar cuando de largo en largo, se juntaban mas de tres clientes a la vez, cosa que no solía ocurrir. La piel de ambas era muy blanca, contrastando con su pelo, cejas y ojos negros cuyas ojeras amoratadas infundían a sus rostros eburneos una imagen de amarga tristeza.

Hasta que supe que La mortaja era el apodo del padre, siempre pensé que el mote recaía sobre la tienda, ya que al entrar siempre te sentías intimidado ante el aspecto mortecino de aquellas dos mujeres, especialmente el de la madre que siempre enlutada y en aquella postura en la que solía encontrarse, parecía un cadáver de cuerpo presente.

El vigilante acudía allí a comprar porque en el ir y venir de sus recorridos, alguna vez entraba a la Taberna huyendo del frío en el invierno y las mas, por dejar a un lado sus elucubraciones, mientras compartía un porron con el dicharachero tendero, que con sus chistes lo sacaba de su casi permanente soledad.

Era poco hablador nuestro taciturno vigilante, las pocas veces que salia de la casa antes de iniciar su ronda, solía sentarse en el portal de la casona, con la frente gacha, apoyando sus manos en la corva de su inseparable garrote, sin que nadie pudiera imaginar que prados sobrevolarían sus pensamientos. Otras, empujado por la querencia de su oficio, sin ser todavía la hora, recorría la calle en toda su longitud, para luego hacer el recorrido a la inversa por el lado contrario, andando lentamente, muy próximo al bordillo, para no entorpecer el paso de quienes se le cruzaban.

Cuando alguien le chistaba, ya que pocos sabían su nombre de pila, acudía como una exhalación y mientras atendía al requirente, inclinaba su cabeza y parte de su espalda, como si con esa postura fuera a escuchar mejor lo que se le decía, moviendo su cabeza afirmativamente mientras se le hablaba y no irguiéndose de nuevo hasta haber comprendido exactamente el encargo que se le había hecho, atendiéndolo de inmediato con entusiasmo y recibiendo la propina con una sonrisa de agradecimiento inconmensurable, a pesar de que los encargos solían ser  banales y las propinas ínfimas.

Su aspecto serio y concentrado no invitaba a nadie acercarse a él para el dialogo, pero las pocas veces que tras un encargo alguien se aventuraba a darle algo de conversación, lejos de toparse con una muralla, Antonio era un magnifico oyente, que también se atrevía a dar un buen consejo si se lo pedían.

No sé que final tendría este hombre, para casi todos desconocido, que pasó la mitad de su vida, que yo sepa,  inmerso en la soledad de uno de aquellos insalubres cuartuchos de la Casona y la otra mitad en la soledad de las calles desiertas, alimentando su razón de existir con el posible recuerdo de la noche que gracias a su intervención llegó a tiempo el médico solicitado o la que impidió por su presencia que asaltasen a un buen vecino que lo apreciaba.

Lo que si creo seguro es que tras la muerte de su "único amigo" El Mortaja, victima de la cirrosis, mas de una vez,  y como siempre a solas, recordaría alguno de sus chistes y chascarrillos esbozando con timidez la mueca de una sonrisa, sin mas testigos que la luna.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dedicado a la ya hace muchísimos años desaparecida Cofradía de Serenos, que con su presencia en las solitarias calles, hicieron de su soledad la mas fiel compañía a los viandantes trasnochadores.. 


jueves, 23 de mayo de 2013

ALGUNAS COSILLAS QUE NOS PODRIAN AYUDAR.

¿Os habeis parado a pensar los milagros que se podrian conseguir si la pasión, el esfuerzo, el gasto y la dedicación que se presta al deporte profesional, se aplicase al bien común?; ¿Si el tiempo que perdemos comentando y asistiendo a los eventos lo aplicasemos a una actividad productiva?; ¿No os produce dolor enteraros que por la compra de un jugador se barajen cifras incluso superiores a los 20.000.000,.-MILLONES DE EUROS, sin contar los sueldos astronomicos que se les asignan mensualmete, teniendo en cuenta que muchisimas familias por falta de trabajo pasan hambre?

¿No seria mas loable y gratificante constituir un fondo muy bien controlado, al que aportasemos semanalmente el dinero que empleamos para enriquecer a unos pocos y lo dedicasemos a cubrir las necesidades apremiantes de los desheredados.?

¿Acaso se imaginan el alcance al que podria llegar esa Fundación en poco tiempo si fueramos fieles a nuestro propósito? Estoy seguro que si hicieramos un estudio en profundidad sobre el tema, se barajaria tal cantidad de millones que lo que propiciamos en principio para cubrir unas necesidades, podria llegar a ser un emporio cuyos excedentes podrian aplicarse a la vez a la creacción de empresas, con sus consiguientes puestos de trabajo y un amparo para los que por esos azares de la vida después de dar, necesitasen recibir.

Si a esto añadimos el que nuestro gesto solo podria darnos satisfacciones, eludiendo los desengaños a los que nos tienen acostumbrados esos equipos de nuestros amores, en los que solo tres o cuatro jugadores a lo sumo, son oriundos de la ciudad a la que representan, creo que la elección es bien sencilla. Solo se precisa la voluntad de llevar a buen fin mi propuesta y olvidarnos de estas actividades lúdicas por un largo tiempo, dedicandonos mientras tanto a algo que sea mas provechoso que seguir la trayectoria de un balón a la espera de que entre en la porteria del equipo contrario, refiriendome al futbol, o en un aro si nuestra afición se encamina al baloncesto, etc. etc.

No sé que impulso bélico nos arrastra, llegando incluso a matar, por el odio que nos inspira la sola expresión de júbilo de cualquier seguidor del equipo contrario y menos lo comprendo cuando todos sabemos que en los componentes de cada equipo, puede incluso no haber ningún jugador de las ciudades que compiten, llegando al colmo de mi incomprensión cuando el agresor ni siquiera es oriundo de la región a la que pertenece el Equipo, que vaya usted a saber por qué razón le simpatiza.

Prestémosle la debida atención a la lógica. Estamos en un momento en el que los juegos los debemos dejar aparte, buscando cada cual la forma de mejorar su situación o la de los demás, de acuerdo con sus posibilidades. Esta propuesta es lo que a mí se me acaba de ocurrir pero no es la única que se puede aportar, pudiendo incluso haber muchas que fueran viables, en cuyo caso, estoy seguro que podriamos hacer  de España un verdadero Paraiso de convivencia y solidaridad y no la triste imagen que de ella se refleja a través de los noticieros de todos los paises.

Mi pregunta ahora es: ¿Quien le pone el cascabel al gato?

miércoles, 22 de mayo de 2013

ALGO CURIOSO QUE YA ES COTIDIANO

Una de las curiosidades que llamaron poderosamente mi atención la segunda vez que llegué a Cascajal, Corregimiento de Sabanalarga (Colombia) fueron los sapos. En mi primera visita acudí allí para ver una pequeña finca, con superficie no mayor de cuatro hectáreas, que estaba a la venta, dotada de una casa habitación sin cocina ni baño; un edificio con un ancho pasillo central, donde había ubicada una mesa de billar americano, y dos amplios cuartos a cada lado del pasillo; un cobertizo anexo, donde se cocinaba y un retrete con ducha  a unos ocho metros de ese cobertizo y no menos de treinta y cinco metros desde la puerta de la casa propiamente dicha.

Frente al edificio, mirando hacia la casa, discurría uno de los caminos de la finca, que nacía en la linde con la carretera que conducía a Leña y a Candelaria, para venir a perderse bajo una gigantesca Ceiba de altura no menor de treinta metros, cuya sombra superaba los quinientos metros de superficie.

Saliendo del edificio y cruzando el camino descrito, había un gran caney, solado de
cerámica roja y cubierto de palma trenzada sobre una complicada estructura de madera, apoyada sobre rústicos horcones, bajo el cual, en las horas de más calor  una brisa venida de no se donde, era una verdadera delicia.

En una de las esquinas de la finca había un Jagüey de mas de tres metros de profundidad que ocupaba una superficie aproximada de mil metros cuadrados, en donde convivían en la mayor armonía Cachamas, Mojarras, Mojarras Loras y Bocachicos, a la sombra de tres Ceibas, que al estar emplazadas a alguna distancia del  Jagüey, su sombraje solo cubría dos tercios de las aguas, formando aquel rincón un claro oscuro que invitaba a echar alguna que otra siesta improvisada.

El resto de la finca se distribuía en diversos potreros en los que solo verdeaba la Escobilla, la Pringamoza y algunas otras yerbas que el ganado vacuno elude de su dieta; el pasto estaba segado a rás del suelo por los incisivos de los rumiantes que venían padeciendo la endémica hambruna de los meses de sequia propios de estas latitudes.

El trato lo hice en pocos minutos, regresando de inmediato a Barranquilla para cerrarlo definitivamente en una de sus notarias, concretamente en la n° 8, situada en la calle 14 de esta ciudad, primera en importancia del Departamento del Atlántico de Colombia.

Pasado el tiempo necesario para hacer las reformas, decidí dar una vuelta por la finca para dar el visto bueno a las obras ya terminadas. Unas semanas antes habían llegado las lluvias, tras la larguísima temporada de sequía absoluta.

Cuando llegué al predio pensé que me había equivocado. Los potreros ya sin una sola cabeza de ganado, lucían el verde esmeralda de los pastos incipientes y aquí y allá, Los Tamarindos, Los Mangos, Las Guanábanas, Los Nísperos, Las Chirimoyas, Las Guayabas, Los Anones... que en la sequía estaban desvestidos de follaje y mordisqueados por las vacas hasta la altura que sus alzadas les permitía, ahora estaban en todo su esplendor, mientras que por las cercas de las lindes, los Limoncillos de follaje verde oscuro, se adornaban con las guirnaldas que formaban los bejucos de las Maracuyás a punto de florecer; con los blancos, rosados y rojos de las hermosas flores de las Cayenas y las inmensas enredaderas de Trinitarias, que lucían sus grandes pomos de flores multicolores, que habían extendido sus renuevos, formando cascadas por encima de las Singlas o enrollando sus tiernos tallos alrededor de las madrinas de las cercas y a lo largo de los alambres espinosos que clavados en ellas cerraban el recinto.

Hice noche en la finca. Al atardecer había caído un chaparrón y el calor y la humedad me asfixiaban en el cuarto donde había improvisado una cama plegable en la que no llegaba a acomodarme. Había mantenido las ventanas cerradas porque desprovistas de las espesas mosquiteras, si las abría, la casa quedaba a merced de toda clase de insectos y otros animales mucho mas peligrosos. El silencio se rompía a intervalos por el alboroto de un grupo de Fochás que se habían quedado a pernoctar en la gran Ceiba y Los Chotacabras, al posarse sobre el mampirlán que protegía la base del alféizar, golpeaban con sus alas el cristal de la ventana de mi habitación produciendo un sonido sordo e inquietante.

Cansado de dar vueltas en el angosto camastro y no pudiendo conciliar el sueño, salí de la habitación y cuando estaba atravesando a tientas el amplio salón quedé petrificado. Un estridente silbato hirió el tímpano del único oído por el que escucho. Tan intenso era y tan reiterativo que no llegaba a comprender quien a esas horas se entretenía turbando la quietud. Lo que en principio era un solo, fue transformándose en una verdadera algarabía de sonidos discordantes en la que los agudos mas intensos se acompasaban con los graves mas opacos y melancólicos, como si un gran ejercito de la Tribu Kalruana hubiera invadido la aldea, tratando de atemorizar a todos sus moradores con el infernal sonido de sus estridentes y desafinadas bocinas.

Me atreví a abrir la puerta que daba al jardin y creí que estaba viviendo una pesadilla. A la luz de la luna, hasta donde la vista me alcanzaba, podian verse cientos de sapos, desde el tamaño de una falange, al de dos manos entrelazadas por sus dedos, que lejos de asustarse ante mi presencia, se arremolinaban a mi alrrederor, teniendo que apartarlos a puntapiés para poder abrirme paso, mientras estos, lejos de huír se hinchaban como globos espeluznantes llegando a alcanzar casi el doble de su tamaño.

Regresé de inmediato a la casa temiendo que pudiera haber sido invadida por alguno de aquellos desagradables intrusos, cerré las puertas con pestillo especialmente la de mi habitación y tras una superficial búsqueda de anfibios a la luz de mi celular, gracias a Dios infructuosa, me acomodé como pude en la cama plegable durmiéndome después de muchas horas de ignominioso concierto que parecía sonar fuera y dentro de la casa, especialmente en los rincones de mi habitación y hasta debajo de mi incómoda y traumatizante cama.

Las risas de Rafael, el dueño de la tienda tonde me abastecia, se hicieron sonar cuando le conté mi odisea, pensando que era una experiencia unica, quedando desolado cuando me explicó que ese estruendo es mucho mayor cuando llueve por primera vez después de la sequia y vá amainando conforme se aparean los machos, máximos responsables de tan genuinas arias, permaneciendo después el sonsonete de los que quedaron solteros. Y es verdad, este año, en la misma aldea, pero en diferente lugar, tras la primera lluvia, fuí fiel oyente del mas insomne concierto y del mas grandioso desfile de sapos que jamás habia visto en mi vida.

domingo, 19 de mayo de 2013

EL VIEJO ZORRO

El viejo zorro, había salido airoso en todas sus escaramuzas. No era responsable de ninguna camada porque desde ya hacia años había dejado de competir con sus congéneres para conseguir una hembra. Su última compañera murió en las fauces de un lince sin que el pudiera hacer nada para socorrerla. En su único intento, el lince, sin soltar su presa, de un zarpazo le había sacado un ojo de su órbita, desgarrando también parte de la piel que la circundaba y ahora ese pellejo seco y retorcido, colgaba por debajo de su cuenca vacía como un trozo de lienzo desgajado.

Su pelambre otrora brillante y espesa, estaba mermado y deslucida, enmarañada por los tallos resecos de los arbustos espinosos que se enredaban en sus pelos al frecuentar los pasajes en ellos abiertos por los pequeños mamíferos que elegían esos inhóspitos reductos en busca de mayor seguridad y a los que el zorro acudía cuando no había conseguido hallar ninguna presa accesible en los espacios abiertos.

En otros tiempos, mientras él zarandeaba la maraña de bejucos espinosos, su hembra se agazapaba en el lado opuesto del zarzal no tardando en salir despavoridos de aquellos laberintos, los inquilinos menos expertos, terminando por lo menos uno de ellos en las fauces de la zorra, volviendo de inmediato juntos a su guarida donde disfrutaban del festín. Ahora, el solo, tenia que aventurarse con todo sigilo por aquellos vericuetos, por los que a duras penas cabía, habiendo momentos en los que le resultaba muy difícil retroceder en aquellos pasillos por donde ya era impracticable su paso, mientras escapaban por las salidas de emergencia completamente indemnes, las que podían haber sido sus posibles presas. 

El tener un solo ojo y la vejez que no perdona, lo hacían mas vulnerable ante sus enemigos naturales y menos efectivo en su capacidad depredadora, habiendo tenido que recurrir últimamente en muchas ocasiones, a variar su dieta, alimentándose de insectos, pequeñas culebras y  huevos o pollos cuando tenia la suerte de encontrar algún nido entre las grietas que estaban a su alcance.

Algunas veces, sus pequeñas presas le plantaba cara, teniendo que emplear todo su ingenio para evitar mordeduras o picotazos que podrían haber sido letales y siempre muy dolorosos, llegando a ser un maestro en cuanto al donde, como y cuando debía atacar, para evitar el contacto con sus temibles queliceros, generalmente provistos de veneno y capaces, por el mas mínimo error, de haberlo dejado fuera de combate por una buena temporada, lo que podría ser sinónimo de muerte.

En la madrugada, había un corto espacio de ajetreo en el que los que no habían saciado su hambre  en la víspera, se aventuraban a salir de sus guaridas. Los demás esperaban con paciencia infinita.

Al regreso del zorro de uno de sus escarceos matutinos, encontró frente a la puerta de su guarida una zorra en avanzado estado de gestación que husmeaba el entorno. Permaneció inmóvil camuflado tras unos arbustos, observando el ir y venir de la zorra, que al final, con timidez manifiesta se acomodó en el interior de la guarida entornando los ojos jadeante. La torcaz herida que había sido su presa, habría saciado su hambre, pero lejos de comerla, el zorro, con gran cautela, fue a depositara a la entrada del recoveco, desde cuyo interior la zorra le mostraba sus colmillos con fingida agresividad.

Se retiró a una distancia prudencial y se acostó entornando los ojos como muestra de amistad y casi de inmediato la zorra recogió el presente entre sus fauces y lo fue deglutiendo con rapidez pasmosa. Terminado su desayuno se incorporó, se acercó al zorro, lo olisqueo y tras una tímida lamida en su hocico, volvió a acomodarse en el refugio.

El zorro, resignado, a través de la mirada de su único ojo dejó entrever su preocupación ante la inesperada carga que se le avecinaba, sabiendo que tendría que multiplicar sus esfuerzos para mantener a esa hembra hambrienta y a los zorreznos que estaba a punto de parir. El con poco había ido superviniendo, pero ahora....

Cortando en seco sus "irracionales" especulaciones, como empujado por un resorte, se puso en pié, dirigió una mirada a la hembra en la que iba implícito el compromiso adquirido y se marchó, mientras la zorra se acomodaba más tranquila y segura en la madriguera, sabiendo que ya no estaba sola.

Después de algún tiempo, cuando con mas dureza apretaba el sol del mediodía, mientras el zorro dormitaba, la zorra parió cuatro preciosos zorreznos que no tardaron en agarrarse a sus tetas. El tuerto mostraba en la mirada de su único ojo un entusiasmo pueril, moviendo con solemnidad su cola, mientras la madre, además de amamantar a los cachorros, los lavaba con su lengua peinando su pelambre como si después de mamar los fuese a llevar de paseo.

Consciente de su responsabilidad el zorro se irguió, desperezó su cuerpo tanto como daban de sí sus cortas patas y rompiendo los cánones que regían para todos aquellos seres irracionales, salió bajo el ardiente sol, dispuesto a no volver si no era con un buen botín.

Seria largo y triste el relato de todas las penalidades que tuvo que sufrir el viejo zorro para sacar adelante a su nueva familia y me quedo con las ganas de hacerlo por lo mucho que tiene de aleccionador, pero prefiero  no cansarles y dejar que sean ustedes los que imaginen las vicisitudes que tendría que atravesar ese pobre animal, viejo y tuerto, para sacar adelante a su hembra y a toda la camada en un entorno tan miserable, teniendo en cuenta que cuando estaba solo, a duras penas podía subsistir.

Lo que no quiero que les pase por alto, por ser lo que a mi mas me emociona de esta historia, tan real como repetida en los mas apartados rincones de nuestro planeta, no es el como enfrentó el animal el problema, sino el por qué lo asumió. Incógnita esta que nos debe dar mucho que pensar.

Ya adultas, las crías se disgregaron siguiendo su instinto natural. La zorra fue fiel a su compañero y juntos sobrevivieron practicando en la cacería las estratagemas que el zorro había empleado con su antigua compañera, hasta que un atardecer, cuando el zorro agitaba con sus patas la maraña de arbustos donde tantas veces lograron su alimento, el poderoso lince que tan malos recuerdos había dejado en su vida, acabó con ella, mientras el zorro, a merced de las garras y los colmillos de su eterno enemigo, en su agonía, movía con incomprensible docilidad su cola. 

domingo, 12 de mayo de 2013

UNA VISIÓN PSICODELICA

La erosión, primero cortó a pico lo que fueron las irregulares paredes de ambos lados del profundo desfiladero y después las transformó en cárcavas sobre las que volarían las mas poderosas aves de rapiña, hasta que, tras descarnadas las últimas partículas de materia orgánica incrustada en sus sinuosidades, fueron apareciendo como esculpidas, inmensas moles que erigidas como dedos señalando al cielo, formaron verdaderos bosques de monolitos, de los que algunos han quedado indemnes hasta nuestros días.

 Algunos grupos de aquellas descomunales columnas estaban techados por inmensas placas de feldespato, en cuya umbría, las insufribles temperaturas del exterior sucumbían bajo aquellos sombrajes pétreos por donde discurría una insolente brisa. Acá y allá, gigantescos monolitos, sostenían sobre su cúspide, en un equilibrio inexplicable, inmensos conglomerados que como sombreros, los protegían ya inútilmente del inclemente sol, amenazando su carga  resquebrajarse por cualquiera de las innumerables grietas de su erosionada estructura, que de momento, servía de anclaje a Lupinos, Gatuñas, Teparis, Cardones, incluso alguna que otra Tumboa, cuyos nutrientes solo Dios sabe de donde los obtenían. Las resquebrajaduras, también servían como excelentes refugios donde anidaban las no pocas aves que se atrevían a aventurarse por aquellos eriales, a donde acudían a apagar su sed y a bañarse en las oquedades de tan ingentes rocas, algunas de ellas tan profundas que mantenían las aguas estancadas durante todo el año a pesar de los rigores de la canícula. 

El suelo del desfiladero parecía un inmenso tapiz multicolor.

Las pesadas bolas de piedra que las corrientes torrenciales fueron anclando, sobre el fango de su base efímera, dibujaban entre sí, irregulares reductos estancos donde se depositaban las gravas, los guijarros y las partículas de los minerales, a lo largo y ancho del desfiladero, cual si fueran gigantescos joyeros donde se exhibían los verdes del olivino y la malaquita; los pardos y rojos de las piritas; los azules, amarillos, violetas, rojos y rosados de las fluorinas y los cuarzos; los dorados de las calcopiritas; los amarillos del oropimente; los negros de la mica..., formando, cada cavidad y todas en su conjunto, un alfombra iridiscente que aumentaba su esplendor ante el paisaje hostil que la circundaba.

De las hendiduras de aquellos gigantescos pilares de granito, carentes del mas mínimo vestigio de materia orgánica, surgían leñosos arbustos milenarios, en cuyos troncos calcinados, sarmentosos tallos se enmarañaban, formando guirnaldas momificadas, que por esos milagros con los que nos sorprende la naturaleza, tras la lluvia, exhibían sus apretados follajes en los que se intercalaban los pedúnculos de sus hojuelas acorazonadas y dentadas con los de sus flores blancas, azules y violetas.

Al atardecer, casi disipado el vaho de la solana; de los mas insólitos recovecos, surgían los corre-caminos, los mochuelos, las codornices, las alondras, las torcaces quejumbrosas, los grajos y un sin fin de aves que tras desperezar sus alas, tras la obligada y prolongada siesta, surcaban el espacio dando fe de su existencia  incógnita hasta llegar el frescor del atardecer, mientras que sin timidez alguna, los escarabajos, los grillos, las hormigas, las ratas, los erizos, las arañas, las serpientes, las escolopendras, las lagartijas, los alacranes, las musarañas y algún que otro orejudo zorro  también hacían acto de presencia, sin que con anterioridad hubieran dado alguna muestra de su existencia, ya que durante la solana solo las cigarras habían dejado oír sus cantos en las mermadas frondas de algún que otro recoveco, ofreciendo un verdadero recital a las tortugas, que a la sombra de cualquier peñasco permanecían aletargadas y aburridas de tan monótono sonsonete. ya empezaban, con la parsimonia de la que hacen gala, a mordisquear los pétalos de las flores que en el frescor de la tarde volvían a lucir tras su largo enclaustramiento durante los rigores del sol impío. 

Lo que era soledad, en pocos minutos se transformaba en un verdadero tráfago de vida, un bullicioso ir y venir de las mas variopintas  especies en una persecución casi programada. Cada cual buscaba su sustento, siendo a la vez el sustento de su enemigo natural, que a la vez era perseguido por el suyo propio en una cadena que por necesidad debía cubrir las necesidades de todos sin romper el equilibrio que mantuviese a la colonia de forma permanente. De ahí el que las aves limitasen el número de sus huevos o que los mamíferos no se aparearan o redujesen sus camadas, cuando se hacia persistente la sequía, hasta tener asegurado el alimento de su prole con la lluvia vivificadora.

EL SECRETO DE LA SUPERVIVENCIA NO CONSISTÍA EN ACAPARAR, SINO EN SABER COMPARTIR. Romper el equilibrio equivalía a la muerte de todos, porque la desaparición de unos suponía la muerte de otros, que a su vez eran imprescindibles para la supervivencia de los demás y los animales lo sabían y respetaban, de igual modo que todavía conocen y respetan esas leyes imperecederas escritas con  tinta indeleble en los cromosomas de su instinto.   

Las horas para matar o morir eran breves y la noche daba paso a otras especies en ese mismo intento. No había un minuto que perder. Los mas poderosos, también temían por su vida porque sabían que si no lograban su alimento en el corto espacio señalado, tendrían que regresar a su guaridas con el estómago vacío sin posibilidad de alimentar a sus crías, siendo mas difícil ese logro al día siguiente, al estar mermado su potencial físico, pudiendo su debilidad propiciar el ataque de sus inmediatos seguidores en la cadena alimenticia.

Matar o morir sin tener la posibilidad de salir siempre vencedor, ¡Que triste destino!

Esta es la única condición de los animales que me hace dudar de su posible inteligencia, aunque pudiera ser que su sometimiento sea una muestra mas de su superioridad, por lo menos, en lo que se refiere a tolerancia y conformismo ante la adversidad.

viernes, 10 de mayo de 2013

INCOHERENCIAS VARIAS

Salvo en una corta etapa de la vida que coincide con nuestra niñez y parte de nuestra adolescencia, en la que todo es nuevo y  nuestro afán es conocer, aprender y experimentar..., en nuestra existencia..., ya superado ese inicio, empezamos a creernos maestros de lo que todavía ignoramos, considerando a los mas experimentados, unos ingenuos.

No hace falta vivir mucho para que caigamos en la cuenta de que nuestra arrogancia, es la mejor aliada de nuestra ignorancia supina, llegando a estas conclusiones, que no nos van a servir para el futuro, cuando ya no nos queda ninguna excusa que pueda paliar la verdadera causa de nuestros fracasos.
 
Lo terrible es que, aún en las vidas longevas, plagadas de experiencias y desengaños, solo a partir de la vejez empezamos a tener verdadera consciencia de nuestros actos, pudiendo intuir con pocas posibilidades de error cuales van a ser sus resultados, pero eso no impide que sigamos los mismos cauces, que por naturaleza siempre seguimos, arrostrando las consecuencias que no ignoramos.

La única diferencia entre la juventud y la vejez es que los primeros actúan de forma inconsciente, desconocedores de todos los pros y los contras que pueden devenir de sus acciones y omisiones, que quizás, si los hubiesen conocido de antemano, podrían haber influido en la acción u omisión de los mismos. Cosa que no ocurre en los mayores que actuamos conscientes de lo que nos puede sobrevenir al reincidir con empecinamiento Esta incongruencia que no se ajusta a los mas elementales principios de la lógica, por experiencia, veo que aparece en la mayor parte de los mortales que, inconscientes o conscientes actúan dejándose llevar por unos impulsos cuyo patrón va implícito en nuestra condición humana. LA PRUEBA IRREFUTABLE RADICA EN LA REITERACIÓN.

LA CONSCIENCIA RARAMENTE EVITA LA ACCIÓN U OMISIÓN DE UN ACTO. SOLO A VECES PUEDE INFLUIR EN LA FORMA EN QUE LO REALICEMOS O LO PODAMOS OMITIR.

El mundo interior de las personas es inescrutable, incluso cuando estamos ante las que calificamos como extravertidas. Todos guardamos bajo siete llaves aspectos que nos pueden avergonzar. Encontrar a una persona que deja al margen los convencionalismos y se manifiesta tal como le inspira su conciencia en todos los aspectos, sin ocultar siquiera aquello que pudiera ir en su detrimento, es rara avis de la que tendríamos mucho que aprender.

Con la hipocresía que lamentablemente nos caracteriza, a estas personas las calificamos como tontos de solemnidad, calificándolos de tal manera porque sabemos que incluso los tontos propiamente dichos, silencian ciertos aspectos de su vida.

 La observancia a ultranza de la ley puede a veces ir en contra de la virtud y viceversa, lo difícil es saber cuando es loable la inobservancia de la ley en favor de la virtud y cuando debemos dejar al margen nuestra virtud en favor de la ley, ya que ateniéndonos a su definición, una y otra son irreprochables. Si tratásemos de esclarecer que es lo que debería de primar, tendríamos que contemplar tantos aspectos que seria imposible, tras una conclusión, sentirnos seguros de estar en posesión de la verdad. No obstante, mi criterio se inclina siempre en favor de la Virtud en consideración a su procedencia teológica. De ahí surgen los inconformismos
fundamentados ante algunas leyes que no tiene nada que ver con los inconformismos que no se fundamentan ni en la virtud, ni en los mas elementales principios de la ética.

Lo ilegal, como lo inmoral puede ser justificable en ciertas circunstancias. Esto no exime la culpabilidad, ni la responsabilidad legal y moral, pero si debiera ser un atenuante. Incluso en ciertos casos, los propios jurados, tras dar su veredicto de culpabilidad y leer la sentencia, deberían estar dotados de facultades, para señalar la recompensa que a su juicio correspondiese al reo por la comisión de dicho delito.

Sirva como ejemplo este supuesto: "Por un defecto de forma, se deja en libertad al asesino y violador de una joven y el padre de la misma a la salida del juzgado le propina cuatro tiros en la cabeza."

Los legisladores han tenido la insolencia de legislar, basándose en principios idealistas, sin tener en cuenta que no estamos en el Paraíso, donde aún en ese entorno de dicha infinita, se cometió el primero y mas trascendental de todos los delitos. 

 




sábado, 4 de mayo de 2013

CASUAL, FATAL O PROVIDENCIAL

Cuando en nuestro entorno algo se aparta de lo común nos llama la atención, pero si eso que se aparta de lo común incide en una persona determinada con tal reiteración que lo común para ella es estar fuera de lo común, nuestra atención se aparta de ese algo sorpresivo para centrarnos en el individuo sobre el que incide la reiteración.

Entre estas personas, podemos encontrar aquellas a las que solemos calificar de "mala suerte", que existen en mayor número de lo que hayamos podido apreciar, no importando las cautelas y cuidados que puedan adoptar para evitar los siempre inesperados resultados de su gestión, ni surtirán efecto los consejos que les podamos trasladar para sus actuaciones sucesivas, porque irremisiblemente siempre serán victimas del fracaso.

También se da el caso contrario: El de aquellos que todo lo que tocan se convierte en oro, el de los que poniéndose en riesgos que ni se han parado a pensar, salen airosos en todas sus iniciativas, transcurriendo sus quehaceres y sus empeños de forma espectacular, sin que les afecte ninguno de los riesgos que, a simple vista, eran de temer.

Todos podemos haber tenido algún descalabro cuando hemos creído tener atados todos los cabos, en una cuestión, emprendiendo tareas cuyo éxito parecía infalible; al igual que podemos haber emprendido otras, sin ninguna ilusión y hasta con cierta desidia, habiendo sido coronados con el éxito, pero cuando esto se repite en forma positiva o negativa, de forma continuada, ya pasa a los dominios de lo sobrenatural.

A veces he oído, "éste, monta un circo y le crecen los enanos" o, "éste, no corre peligro aunque se tire de un avión sin paracaídas" y es verdad, salvando la exageración.

Parece que la predestinación, tan desestimada por nuestras creencias, no debiera excluirse de las posibles circunstancias a tener en cuenta en la elaboración de un Proyecto y creo sinceramente que en la conclusión final de cualquier trabajo, debiera existir un párrafo en el que se dijera:  "Todos los logros y ventajas enunciados en el presente Programa, surgirán, dependiendo de la persona o personas que se hagan responsables de llevarlo a efecto", no refiriéndose, claro está, a su capacitación y entrega, sino a las fuerzas invisibles, esotéricas o providenciales que hacia ellos afluyan.

viernes, 3 de mayo de 2013

VARIACIONES SOBRE UN MISMO TEMA

Siempre estuvo entre mis mas altos anhelos, el que acaeciese la ruptura del hilo de mi vida, sintiendo que una mano amiga apretase la mia. Láquesis, mientras hilaba, adornó a veces la blancura del hilo de mi existencia con hebras doradas, pero fue tan severa y reiterativa ensombreciendolo con la lana negra de la desdicha que, quizás, queriendo nivelar penas y glorias, debió hacer algún añadido a mi longevidad para propiciar el equilibrio en la balanza.

Tantas veces confundió a Atropos con su estratagema, que sintiendo ésta vulnerada su impecable e implacable puntualidad, de la que siempre había hecho gala, cuando ya nada impedía que diese el tijeretazo no lo hizo, habiéndose negando en cada ocasión, desde entonces a hacerlo como muestra de agravio hacia sus hermanas al pretender hacerla caer en tan ingenua farsa. 

No son muy buenas las relaciones de las dos hermanas debido a esta veleidad sin precedentes, en la que Clotos, no sé por qué extraña superstición, creo que está también implicada ya que de lo contrario ¿de que forma hubiera podido Láquesis prolongar mi longevidad si Cloto no le hubiese hilado las hebras necesarias para el añadido?

He me pues aquí, viviendo de prestado y sin temor a una muerte inmediata, ya que el rencor entre los dioses dura mucho y Átropos no cortará el hilo de mi vida hasta que su, o sus hermanas le den una convincente explicación por su insólito comportamiento. 

Por mi parte, yo busco también la verdadera causa, ya que no existe antecedente previo, que demuestre privilegios por falta de equilibrio en pesares y gozos. Ahí esta el libro de la historia que lo demuestra y no digamos de los casos que no pasaron a ese libro, plagados de penurias y tormentos inmisericordes.

Lo único que concuadra, si es que en los intringulis de tan altas divinidades se tienen en cuenta  ciertos anhelos, es que siempre que vino hasta mi la temible Moira, nunca tuve a mi lado esa mano amiga que apretase mi mano, por estar aislado del mundo exterior bajo los efectos de la anestesia en mis largas y difíciles intervenciones quirúrgicas, aunque después de pasado el peligro, gozase hasta el colmo de las atenciones de todos mis seres queridos.

Sea lo que sea, creí que debía aprovechar este regalo de la divinidad haciendo algo que fuera de utilidad para todos, pero mi empeño, como mi muerte, se retrasa mas y mas, quizás porque no he sabido elegir el camino o porque realmente no tengo nada que aportar, en cuyo caso solamente puedo repetir una vez mas: ¿QUE ESPERAS DE MI DIOS MIO?